"La salud es la unidad que da valor a los ceros de la vida" (Bernard le Bauvier)
Esta pandemia, que desde su aparición en los albores de la primavera, nos trae por la calle de la amargura, no solamente hay que ponerle el foco a lo sanitario, sino una luz más larga, más amplia. Pues, a la hora de dar apuntes y valorar con fundamento, las epidemias han traído temas fundamentales, sociales, económicos, políticos, educativos, ecológicos, emigraciones y de justicia. La crisis sanitaria se ha insertado profundamente en nuestro sistema de valores, que si bien estaban heridos y algunos en estado de gravedad, la pandemia ha venido a descubrirnos más claramente la acuciante caída que ya veníamos sufriendo.
A pesar de todos los vítores y aplausos que se pusieron de manifiesto cada noche desde los balcones de las casas, el sistema desordenado, y sin los medios necesarios, de la sanidad pública, desbordo por completo a unos agentes médicos, y sanitarios que en sus mismas manifestaciones, carecían del conocimiento preciso para hacer frente a la avalancha de infectados, y a cuantos hubieron de ingresar en la UVIS, de los centros hospitalarios. Cierto que este virus infecto enviado por el mismo demonio, atacó en masa, y pillo desnudos y desprovistos a los profesionales de la medicina angustiados desde tiempo atrás por unos recortes caníbales. Cierto también que la falta de orden, de organización, de seriedad, y de aplicación de cuantos forman el entramado de la sanidad, fue una calamidad. Y da la sensación, que lo sigue siendo. No digamos ya; la dejadez, la coordinación, la falta de personal y el trato en las residencias de ancianos, que pagan muy altos los servicios, y ya tenemos incluso televisados, demostraciones que algunos de estos centros llegan a escatimar vergonzosamente la comida, y la atención que dispensa cierto personal, que debería ser mejor elegido para este cometido, que efectivamente, no vale cualquiera.
Hemos dejado morir a los más vulnerables, y en esta segunda oleada que acecha, nos viene a demostrar, ¡que no hemos aprendido nada!... Que no somos capaces de salir de ella, de este bucle infernal, donde ha quedado al descubierto todo lo provisional- que dábamos por certezas- y seguimos poniendo parches, no estamos cambiando nada, no tenemos ideas, ingenio, capacidad de gestión, ni tan siquiera una ejemplaridad, que no se esfuerzan tampoco en disimular su mediocridad, su ineficacia, su incapacidad. Y esa es la razón, por la que nos asalta la duda de nuevo, de si va a ocurrir lo mismo, en esta segunda oleada que tenemos encima. ¿Ahora a ver a quien se va a dejar morir?... por llegada, por recomendación, a emigrantes, a temporeros, a turistas, de nuevo a los mayores, ya nos dirán.
Pensar que hemos aprendido algo; resulta un candoroso optimismo. Es evidente el grado de irresponsabilidad, de una juventud cimentada en este país, donde la fiesta, el bullicio, el jolgorio, el botellón etc., forman parte de nuestro ADN. "En todas las épocas la juventud ha tenido formas de divertirse, es incluso necesario", Lo de ahora forma parte de una "liturgia", donde la borrachera es la primera condición? Y a ella se enganchan cuantos jóvenes turistas, nos visitan que dejan un rastro que, a mayores de divertirse- cosa muy lógica-, lo hacen sin tener en cuenta las normas y vicisitudes por la que atraviesa el país.
Pero esto ya no podemos evitarlo, pues hoy celebramos todo, lo bueno, lo menos bueno y hasta lo desagradable. Hemos ido creando una juventud invasora, donde sin alcohol y drogas, la diversión no está completa, no está asegurada. Sí, es muy importante el turismo, todo está montado a su alrededor, por ello cuando recortamos el mismo por motivos de salud pública? No lo aceptamos, y en esa disyuntiva, en ese laberinto, en esa encrucijada y en esa pandemia nos encontramos. "Donde algo tiene que cambiar, para que todo siga siendo igual"? ¡Siempre mueren los mismos!...
Fermín González salamancartvaldia.es blog taurinerías
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