La auténtica felicidad de estos días está en la sencillez de cada momento
En estos días que vivimos confinados podría decir que los mejores momentos del día son los que paro a tomarme un café. No sé qué tendrá el momento del café que me invita a idear y madurar lo que tenga en mente en ese momento, quizá hasta podría decir que a veces me inspira y me invita a seguir trabajando de otra manera; será el olor, el sabor, o simplemente la excusa de un pequeño descanso.
El café es lo primero en lo que pienso nada más levantarme como necesidad para despertar, al mediodía ya necesito otro, éste es el paréntesis de lo que sea que esté haciendo en ese momento, pero el que más me gusta es el de la sobremesa, el que siempre tomo con mi mujer.
Lo cierto es que nos dejamos llevar por la rutina, ahora más perezosa que nunca, sin detenernos a pensar que tal vez, la auténtica felicidad de estos días esté en la sencillez de cada momento, en compartir juntos ese café que necesita su tiempo, disfrutamos y convertimos en un ritual, que acompañamos de algo dulce si queremos alargarlo un poquito más. Dicen que Grecia es uno de los países del mundo donde el café es el más caro, y es simplemente por el hecho de que para un griego tomar un café supone pasar la tarde entera, y les entiendo.
El otro día leí una historia que contaba un chico, él estaba sentado comiéndose el bocadillo del almuerzo, y ve aparecer un coche con dos ancianos que aparcaron justo enfrente de donde él estaba. Oía que salía música de su coche y el anciano bajó, abrió la puerta de su mujer, la ayudó a salir, se alejaron unos pasos y estuvieron unos diez minutos bailando lentamente bajo el árbol que estaba a su lado. Lo mejor de la vida es eso, sus momentos, sencillos pero perfectos.
Ahora nos toca vivir esta maldita pandemia, algunos tienen o tuvimos hace unos años nuestro confinamiento en un hospital por otros motivos y en mi caso aprendí que muchos besos nunca son suficientes y que un abrazo en el momento preciso es perfecto, que deberíamos abrazar más, aprendí que es bueno recordar con cariño a quienes fueron importantes en nuestra vida, que las verdaderas amistades y amores están hechos a prueba del tiempo, contacto y distancia, y que la felicidad cuando es compartida es aún más intensa, que uno debería llorar hasta reír (y viceversa) y que a veces es necesario cerrar los ojos para ver con claridad.
En conclusión, muchas veces nos preocupamos por cosas que no son realmente importantes, dando por sentado otras que, en realidad, son los pilares de nuestra vida. Esta experiencia nos enseña a soñar más y a estresarnos menos, a disfrutar más de la vida, de cada momento: de los paseos, la noche y todo lo que le rodea, el mar, la naturaleza, tirarse en el sofá sin más, deleitarse de una sencilla comida con un buen vino, hacer el amor, conversar sobre temas profundos e incómodos, leer y escribir desde el corazón o tomar un café.
Me quedo con una frase de Charles Chaplin "La vida es una obra de teatro que no permite ensayos. Por eso, canta, ríe, baila, llora y vive intensamente cada momento en tu vida antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos."
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