Alfredo Pérez Alencart y Rosa Alencart en el aeropuerto de Maldonado (Perú-2008, foto de Jacqueline Alencar)
Hoy, en mi Perú primero (y en muchos otros países de esa América del delirio), se celebra el Día de la Madre. Aquí expongo unas esquirlas o declaraciones que repito a diario. Y es que a diario tengo muy presente a mi madre. Debe existir una conexión directa entre madre e hijos. Es un misterio que, de nuevo, constaté la semana pasada: en el momento en que por Salamanca mi hijo me grababa leyendo un poema a ella dedicado, Rosa Alencart había sufrido una caída y la estaban atendiendo, allá por mi Amazonía natal. No lo sabía, pero sentía una profunda necesidad de decirle lo mucho que le debo.
Gratitudes debo al Amado galileo por poder seguir escuchando su voz. Gratitudes también a mis hermanos, atendiéndola siempre. Y al médico Ángel Díaz, en Lima, y a la doctora que tiene por Puerto Maldonado?
Rosa Alencart y Alfredo Pérez Alencart, en la calle León Velarde de Puerto Maldonado (1963)
I
Del corazón de una madre siempre surge la certeza del perdón: esta ley de vida es así porque el Amor que ella aquilata resulta infatigable y trascendente en su humilde encarnación. Ninguna otra brújula mejor que su corazón, conectado de forma permanente al de su(s) hijo(s): Aunque los tiempos se agrieten, aunque las adversidades diluvien momentos difíciles, una Madre persiste hasta sus últimas fuerzas y cobija y alimenta y auxilia?
El escritor argentino José Hernández decía: "Yo alabo al eterno Padre, no porque las hizo bellas, sino porque a todas ellas les dio corazón de madre". Cierto, uno se vuelve niño y alaba la Providencia y las canciones de cuna y las múltiples muestras de abnegado amor que prodiga la Madre.
Amor de Madre nunca extenuado sobre mi frente: Hoy (y mañana y pasado y?) estamos de Fiesta, celebrando a la mujer que nos trajo al mundo. No nos abstengamos de elogiar todo su Amor.
Rosa y Alfredo (1964)
II
Madre mía
de los pasos primeros,
de aquellos días
guardados dentro.
Me nutre tu amor,
caliente todavía.
III
José Alfredo, Miluska, Rosa, Alfredo hijo, Alfredo padre y Jacqueline (Puerto Maldonado, 2014)
SALMO INFINITO
No ha de guardarse más el salmo infinito
que despierta para ir junto al corazón
de la madre dadora del puro amor
que nunca desfallece.
Oh vivientes cuidados de la infancia
y de todos los entretantos de la existencia.
Aprisa este niño ya no visible
se uniforma como cuando iba a la escuela,
seguro de ancestrales afectos.
Nada amargo se remueve en mi memoria
y sí un inventario de alabanzas
confirmando sus nutrientes.
Por venas copiosas se acumula la filiación,
se incorpora a mi destierro y repite
canciones de cuna capaces de calibrar
esta madura respiración magnetizada
por miles de horas latiendo entre las piedras.
Cuando las horas totales se sumen,
deberán apilarse con las otras que son llaves
maestras en abrir mi pecho,
con las verdeantes horas de tres lustros
cazando luciérnagas bajo la atenta mirada
de la madre de esta vida entera.
Oro genuino reluce de las imágenes
que desfilan en esos pedazos del camino
lleno de soles y lluvias, de sensible
comprensión del mundo,
de desvelos protegiendo la enredadera
del llanto.
Pronto supe de la fuerza suprema del amor
al primogénito. Pronto surcó su voz en mis mañanas
de selva y calles polvorientas. Pronto
me impregnó con sus aires de dulzura.
Si a su regazo fui feliz,
como un gran bálsamo resulta su presencia
en este mediodía de mi ser. Su testimonio
de madre es oxígeno suficiente
para las más altas escaladas.
Madre mía, me coso a ti con el hilo
indestructible del amor que no se evade,
el mismo amor que a los dos
nos va sobreviviendo.
Publicado en Memorial de Tierraverde (Lima, Lamcon, 2014)
Los hermanos Pérez Alencart, con sus padres Alfredo y Rosa
Para Miluska, Salomón y Carlos Domingo,
hermanos tan queridos que están
con ella a todas horas.
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