Circula por ahí la noción de "comunismo global" o "de guerra" para referirse a las políticas de intervencionismo económico que adoptan algunos gobiernos con el fin de paliar los efectos de la emergencia sanitaria en curso. Así lo hace, por ejemplo el filósofo Slavoj Zizek en su artículo Comunismo global o ley de la selva: el coronavirus nos fuerza a escoger. Obviamente, se trata de un comunismo "reinventado", dice, más bien light, decimos nosotros, que apela a la solidaridad y la cooperación entre personas y países, así como a iniciativas semejantes a ese Plan Marshall que Pedro Sánchez solicita a la UE; todo lo cual sería la forma más sensata de servir al interés egoísta más básico de cada uno (persona o país): el de la supervivencia.
En España, el decreto gubernativo del pasado día 17 afronta lo que llama la "la disrupción temporal y generalizada de la actividad económica" y "la alta volatilidad de los mercados financieros". Se trata de que la crisis lesione lo menos posible el cuerpo social y de que la economía se recupere después en forma de "V", es decir, en el corto o medio plazo. Estas medidas de emergencia ?que van en la línea de las de otros países del entorno? vigorizan el intervencionismo estatal con el fin de atender las necesidades del sistema sanitario, garantizar los suministros básicos, facilitar la viabilidad y permanencia de las empresas y atender las situaciones de vulnerabilidad laboral y social que se están provocando. Con buen criterio, la UE admite que estas políticas puedan ignorar los límites del gasto y del déficit público vigentes hasta ahora. No se descarta que vaya a haber medidas ulteriores y, en todo caso, queda la duda de si la evolución económica futura irá hacia la "V", la "U" (recuperación lenta) o la fatídica "L" (depresión prolongada, como lo ha sido la de 2008); algunos economistas nos recuerdan que ya antes de la epidemia la actividad económica mundial tendía a la depresión, los niveles de endeudamiento eran, son, altísimos y los valores bursátiles están inflados.
Para atajar operaciones especulativas en la bolsa, el citado decreto condiciona ciertas inversiones extranjeras a corto. Pero, ¿por qué sólo las extranjeras? Consta que algunos grupos españoles ya andan merodeando en los parquets para cobrarse alguna presa, pues ya se sabe que en este tipo de situaciones más de un pececillo suele acabar en las fauces de los tiburones financieros. Para estos las crisis son otras tantas "ventanas de oportunidad", como dicen algunos economistas cursis a su servicio. De momento, estos callan ante ese "comunismo sobrevenido", pero habrá que estar atentos a sus trincheras mediáticas, que a veces son como esos perros que ladran antes de que lleguen a pisarles la pata.
Por eso, la de Zizek es una apreciación interesante que no pasa de ser una metáfora. En realidad, las medidas citadas no son sino, en nuestro caso, la aplicación del artículo 128 de la constitución, que establece la subordinación de toda la riqueza del país al interés general. (Que, dicho sea de paso, es la primera vez que se aplica en serio desde la Transición, a diferencia de lo que ocurrió durante la II República, cuya constitución tenía un artículo semejante). Estamos lejos ?suponemos? de medidas como el racionamiento, la tasación de precios, rentas y salarios, la expropiación y nacionalización de sectores y servicios clave o la militarización del trabajo (aunque, por lo que se ve, a algunos mandos militares españoles les gustaría vernos a todos firmes y marcando el paso).
Por lo demás, la cooperación internacional que pide Zizek ?y la OMS? deja bastante que desear. Por ejemplo: no sé si tiene mucho sentido que cada país se haya lanzado por su cuenta a desarrollar una vacuna antivirus (en España hay dos líneas de investigación diferentes). ¿No hubiera sido más eficaz y económico un único proyecto mundial, sin ánimo de lucro, coordinado por la OMS o, al menos, en el ámbito de la UE? Un nuevo "proyecto Manhattan" para la guerra a muerte? contra la epidemia.
Imagen: Slavoj Zizek. Buscabiografías
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