Se recuerdan las grandes epidemias que sacudieron Europa en la Edad Media
Cuando me pongo a escribir este artículo, no se me ocurre hablar de otra cosa que de lo que habla en estos días todo el mundo: el fenómeno del coronavirus. Y de esto se habla mucho y en diferentes direcciones. Es un poco como cuando todo el mundo habla del tiempo que hace, y sobre todo del que va a hacer, y cada uno lleva el agua a su molino.
Desde que a finales de enero se comenzó a hablar en España del contagio del coronavirus por parte de alguno que había venido de China, ha habido dimes y diretes en todas las posibles direcciones, desde la preocupación por el desconocimiento del virus y del modo de contagiarse, hasta mil propuestas para verse libres de la contaminación o para combatir el posible contagio.
Después, multitud de fake news han ido desorientando al personal y contribuyendo a la confusión. Que si hay que dejar los zapatos a la puerta al volver a casa, que si hay que beber agua caliente para hacer desaparecer el virus en el proceso de contagio, que si hacer gárgaras con uno u otro producto para protegerse, etc., etc., etc.
Después han venido las exigencias de confinación en el propio domicilio, dejando el trabajo si es necesario o llevándolo a distancia desde casa, con los problemas adjuntos del cuidado de los niños y la preocupación del abastecimiento, con los excesos de compras en las grandes superficies de ventas, etc.
Esta situación de confinamiento y la preocupación por el contagio del virus, ha despertado, como siempre le ocurre a los españoles en situaciones de graves amenazas o de serias dificultades, toda una serie de ocurrencias de humor, de creación de canciones o de manifestaciones de solidaridad con los profesionales de la salud por medio de palmadas nocturnas o aplausos desde las ventanas de la propia casa a una hora propuesta por las redes sociales, que también han crecido abundantemente con ocasión del tiempo libre por motivo del confinamiento.
Han crecido mucho las dudas, los miedos, que llegan a situaciones de verdadero pánico en determinadas ocasiones, e incluso las quejas por la falta de equipamiento adecuado de los profesionales, que a veces tienen que adquirirlo incluso con los propios dineros.
A los profesionales se les presenta a veces un gravísimo dilema, porque, no habiendo suficientes camas en las UCIs de los hospitales para atender a todos los que necesitan acogerse a ellas, tienen que decidir a quién dar preferencia, si a los mayores y más afectados o a los no tan mayores y que tienen más posibilidades de recuperación. Terrible dilema, teniendo en las propias manos la vida o muerte de los enfermos que acuden a ellos.
Muchos problemas se les presentan a los familiares de los afectados por la enfermedad de CO-VID 19 producida por el virus, porque los familiares no pueden visitar a los enfermos ni siquiera a la hora de su muerte, por evitar el posible contagio.
En este sentido, ya conectamos con otro aspecto de gran importancia. Están prohibidas las celebraciones deportivas, culturales, religiosas o de cualquier otro tipo que supongan la asistencia de masas o de grupos numerosos de personas. Incluso en las pequeñas reuniones se exige que las personas mantengan una separación de al menos un metro entre unas y otras. Esto ha supuesto la cancelación de muchos actos deportivos o congresos científicos.
Y ¿qué pasa con las celebraciones de tipo religioso: eucaristías del domingo, de diario o de fiestas? ¿O bodas, funerales, catequesis, conferencias, etc.? El proceso ha ido evolucionando de diferente manera según las diversas diócesis y regiones eclesiásticas ociviles, hasta culminar con la cancelación de todos los actos que supongan la asistencia de grupos de personas, y finalmente con el cierre de todas las iglesias.
Esto ha provocado unas ocurrencias ingeniosas aprovechándose de las técnicas modernas, y se ofrecen eucaristías y charlas religiosas o catequéticas por medio de internet en diferentes modelos según las posibilidades de cada uno, o por medio de la radio y la televisión. Hasta el Papa trasmite por video su eucaristía diaria y el ángelus de los días de fiesta o las audiencias de los miércoles.
Y, por supuesto, el mismo Papa ruega en oración por la superación de la crisis que supone la propagación del coronavirus. Y ha confeccionado una oración para que la recemos todos los creyentes pidiendo a Dios que nos ayude a superar las consecuencias del tremendo virus. Se recuerdan las grandes epidemias que sacudieron Europa en la Edad Media, provocando la muerte de un tercio de sus habitantes.
Seguiremos hablando del contagio del virus y de los medios de superación, en lo médico y en lo económico. ¿Y después qué?
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