Extendida luz sobre los valles
en la noche de los paisajes,
en la dulzura de los pétalos
rosados de la lluvia primaveral
que acerca nuestros pasos;
Heraldos y testigos
de la primavera,
halito del sueño,
lejos, las nieves
sobre los cerros del invierno.
Y solos, en la memoria
del siempre y del ahora,
como recuerdos y vida,
que amo desde siempre.
Brilla la noche bajo la luna
en el valle cautivo,
constante en la mirada,
vigilantes los ojos,
brillante como el río
que crece en la montaña,
y por el cielo
una melodía extensa de luz,
alma en cada nota
única y cercana.
El viento vigila las ramas
de los árboles
agita sus flores,
que son las pasiones
que animan el mundo,
renacer de pétalos,
paz dulce
íntimamente unida al embrujo
mágico y eterno
de la noche que no tiene fin.
Junto a las chimeneas
el olor a ese humo y a manzanas de alcobas
de gloria coronada,
en la costumbre de la tibia soledad
donde el silencio crece
con el fuego encendido
Siento mi alma, en este paisaje,
coronada de flores,
junto a los almendros
como un llanto de pétalos
que volaron lejos
con la primavera,
sombra de luz
al pensar que te fuiste.
En los valles aún la niebla
del invierno que muere.
II
Tocar la luz, tal vez acariciarla
o dejarse acariciar por ella
ver como se desliza entre las cosas
y se va abrazando a los objetos
que dan sentido a nuestra libertad,
cuando el sol pone cetro al Universo.
Contemplar esos días luminosos,
es hacer visible lo invisible
y ver en lo invisible lo visible,
es amar el día y ver llegar la noche
en el atardecer que nos descubre
con la lentitud que transcurre el infinito.
La mirada llena de luz
golpea la memoria como un destello
de lo sagrado
y los lugares son una página luminosa
abiertos a las miradas y a los ojos
que quieren penetrar los secretos,
recintos de los paisajes silenciosos,
atravesados por el tiempo
que en el devenir cotidiano
son huella de lo eterno,
en estos valles de luz,
resplandeciente crisol donde cada cual
refiere su hermosura
y encuentra el sentido que la ilumina.
Entra conmigo en este bosque
de nuestros amados recuerdos,
dejemos que llegue el alba,
siente la vida al crecer la mañana,
los espacios de la luz y las sombras
en este tiempo tendido de relojes,
cuando nacen las luces
y quedamos atrapados en la memoria,
sobre el hecho diario de sentirnos.
Entra en este valle, silencioso
que cubre la niebla
sobre los almendros, símbolo
del sueño que renace,
cuando mueren las sombras
de nuestros cuerpos, el último invierno.
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