El mejor regalo que podemos ofrecernos y regalar a los otros es nuestra propia transformación
La oruga Adolfina, se quedó dormida, sintiendo gran paz a su alrededor Durmió y durmió, transformándose en una fea crisálida, un fuerte caparazón la protegió el tiempo necesario para convertirse en otro ser.
Cuando despertó, se sentía atrapada en una coraza que no le permitía moverse con facilidad. Sintió que en su espalda había crecido algo extraño, con esfuerzo movió el caparazón y se rompió. La oruga había desaparecido, había nacido una hermosa mariposa. Sin embargo, había sido larva tanto tiempo que no se daba cuenta del cambio.
Adolfina, bajó del árbol, usando sus pequeñas patitas, le molestaba el peso que había nacido en su espalda, veía como el esfuerzo consumía su debilitada fuerza. Lamparilla se movía como había hecho siempre, arrastrando la barriguita por la tierra y las cortezas. Adol, no entendía por qué su vida se había complicado tanto. Una ráfaga de viento, hizo que se quedara quieta, asustada. Alzó la vista hacía la rama y comenzó a llorar. Al oír sus gemidos, se acercó una gentil y sabía mariposa, se posó sobre una flor y durante un rato observa a la jovencita Adolfina. Cuando su llanto se calmó, la candelilla blanca dijo:
?¿Qué te ocurre?
?No puedo trepar hasta esa rama. Antes, sí podía. ¿Que me ocurre?
?Aunque no puedas trepar? quizá puedas volar pequeña. Tienes otro medio mejor y más rápido que tus cortas patas.
Adolfina se observó y vio que tenía alas. Las movió con fuerza y estas se abrieron. Eran grandes y hermosas, de azul color cielo. Pero Fina se asustó tanto que las cerró rápidamente.
?Si no usas tus alas desgastas tus patas y no podrás desplazarte y morirás. - Dijo la experimentada mariposa que abriendo sus alas, emprende vuelo. Adolfina asombrada al principio ve que no es costoso mover las alas, necesita un poco de entrenamiento.
Entonces reflexiona sobre las palabras que la blanca mariposa le había dicho. Y comprendió que ya no era oruga, era una mariposa.
Mucho más confiada abre de nuevo las alas y está vez las mantuvo abiertas durante bastante tiempo, cerró los bellos ojitos y sintió como el viento la acariciaba. Abrió sus alas más y más. Cuando quiso darse cuenta estaba volando lenta y suavemente hacía la rama tan querida. Entonces descubrió que el miedo no le había permitido aceptar quién era realmente.
"Lo que se resiste persiste, lo que se acepta se transforma". (Clara Molina)
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