Al final ésta va a ser la cuestión: el futuro se escribe abandonando un "desarrollo" ya insostenible y reduciendo consumo y pretensiones sin que los más pobres paguen la factura de esta reducción, claro. Y sin olvidar que en el bosque del universo, o del pluriverso, la persona humana es el árbol mejor plantado y más protegido.
Pienso en esta vieja idea, y digo vieja porque ya tiene muchos años en el pensamiento cristiano escrito y hablado, a la vista de la literatura que provoca la celebración en Madrid de la COP25 (Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas) y los distintos fantasmas y trivialidades si no manipulaciones que lo recorren. El ciudadano de a pie no tiene ninguna culpa de la posible confusión que provoca tanta profusión tan diversa y en principio no tiene elementos suficientes para abrirse paso entre la maraña de cifras, estadísticas, opiniones contrarias y contradichas, colapsos y apocalipsis, manifestaciones, pancartas y fenómenos populares o populistas, que ya casi da igual. Es imposible digerir adecuadamente tanta cantidad informe de información supuestamente objetiva.
Viniendo a lo diario y posible, si no ya de obligatorio cumplimiento, tendremos que cambiar bastantes hábitos y asumir nuevos modos y nuevas prioridades en un amplísimo abanico que va desde el plástico hasta los pobres, desde el derroche del mundo rico y la amenaza que le viene al mundo todavía en desarrollo o los envenenados préstamos e inversiones en los países pobres, hasta los criterios de compra y de aprovechamiento o los principios de selección y de preferencia o las abusivas y abusadoras inversiones en países que buscan su desarrollo, sin olvidar la omnipresente corrupción en los cuatro lados del planeta. Y no hay otra puerta de salida ni plan B ni siquiera planeta B.
Los poderosos del mundo, sobre todo de la economía y de la política, tienen la parte más importante en este desafío y hay que exigirles que la pongan sobre la mesa del planeta común, pero la parte quizás más decisiva acabe como tantas veces viniendo desde abajo, desde el pueblo que unido en tendencias y comportamientos tiene un poder económico y social de enorme trascendencia. Y en eso todos tendremos que estar implicados.
Tendrán que estar también implicados al máximo los políticos, poco acostumbrados a pensar en largos plazos, porque su plazo de poder es corto a poco demócratas que sean y su interés no llega en serio más allá de su horizonte cortoplacista. Es dejar de pensar en/por/para/con/desde/ /según el partido y actuar responsablemente, generosamente, en interés de todos.
Tendrá que estar y en la primera línea de acción el poder económico que decide inversiones de enormes consecuencias, impone velocidades a capricho de ganancias e inclinaciones mundiales a favor o en contra según intereses de dividendos. Es una gran conversión que está por ver si el gran capital es capaz de hacerla, para ganar en criterios solidarios y de mayor respeto hacia las personas y los valores de una humanidad más justa.
Tendrán que estar las empresas en un difícil ejercicio de honestidad en el que la ganancia, esencial para la viabilidad, sea respetuosa y proporcional. Ahí entran como grandes protagonistas tanto la persona humana, especialmente los trabajadores, como los bienes comunes de esta mesa común y bien compartida que debe ser el planeta tierra.
Lo cierto es que a la vista de las tendencias y datos comprobados debe haber un cambio de ritmo y de dirección en los pasos de todos los que pisamos este planeta que está a nuestro cargo y que tenemos que utilizar, cuidar y compartir. Como recordaba el papa Francisco en ese vademécum de ecología integral que es Laudato si (antes de decir o hacer nada vuelve a leer el texto del papa, por favor) esta conciencia tiene que conducirnos a una ética de armonía con cuanto existe, personas, animales y plantas y a una "compasión" (positiva pasión compartida) universal que promueva que todos los seres vivos, especialmente los más débiles y amenazados, puedan vivir en toda su capacidad.
El tema es inmenso y con multitud de derivaciones, valgan estas líneas para invitar a la buena información, a la conciencia creciente de la cuestión y a tomar las medidas que estén a nuestro alcance en el sentido y nivel que cada uno considere justos y necesarios. Ah y no olvidar el decrecimiento sostenible, porque parece del todo cierto que podremos vivir mejor, pero siempre que sea con menos.
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