"Uno de los grandes problemas de los partidos politicos es: que no se han sabido regenerar. Y por ello, no han sabido regenerar España: Ahora y tras cuarenta años, no podemos perder la oportunidad de hacerlo" (Fermín González)
ENTRE PUENTES
URGE -REGENERAR ESPAÑA-
En estas azarosas horas que atraviesa España, sumida en un profundo desconcierto, a merced de lo que nos dictan desde fuera y con una clase política que en muchos casos parece incapaz de enderezar la situación, cuando anhelamos una España con un porvenir ilusionante y en el que podamos confiar. Cuando hoy comprobamos que un sector muy numeroso de nuestra juventud no encuentra trabajo alguno y se ve abocado a una angustiosa situación de paro forzoso y duradero, creemos necesario proclamar que España no está condenada sin remedio sino que sigue siendo una gran nación con historia, cultura, talento y recursos suficientes para seguir teniendo un porvenir incitante y prometedor. Ese porvenir es el que los jóvenes y los no tan jóvenes debemos contribuir a construir con nuestro protagonismo, nuestro esfuerzo y nuestra fe en nuestras posibilidades. El intento de buena fe de los constituyentes a la hora de establecer el Estado de las Autonomías no estuvo exento de cierta ingenuidad al querer desconocer las lecciones de la historia. El afán de conseguir el ansiado consenso consistió en tratar de lograr la integración de las fuerzas nacionalistas en el marco constitucional por todos los medios posibles, operación que con el tiempo se ha demostrado fallida en muchos aspectos, y con ellos un campo lleno de abusos, despilfarro y falta de gestión, que ha causado mucho dolor en ese trayecto.
Defensores del Pueblo, Consejos Consultivos, multitud de empresas públicas ?la mayoría en ruina manifiesta- y un rosario de asesores y personal contratado al margen de la Administración constituye un verdadero lujo difícil de mantener. No se puede exigir continuos y crecientes sacrificios a aquellos honrados ciudadanos que trabajan sin desmayo para sacar adelante sus familias, al mismo tiempo que se contempla el bochornoso espectáculo de un aparato estatal desbocado al que no hay manera de poner freno, mientras continuos casos de corrupción que salpican a la mayoría de partidos en muy distintas autonomías, quedan en la práctica inmunes. El escenario que se vislumbra en Cataluña y el País Vasco para los próximos meses, donde los sectores nacionalistas se complacen con reiteración en desafiar al Estado defendiendo una inviable autodeterminación y una alocada independencia ?sin fundamento histórico serio ni base legal alguna- raya en lo intolerable, debilita en gran medida a nuestro país en la escena internacional y daña gravemente la convivencia entre los españoles. Y es aún más grave que el Presidente de la Generalidad de Cataluña, primera autoridad del Estado en esa Comunidad Autónoma, encabece un proceso hacia la secesión en flagrante conflicto con la Constitución española de la que derivan sus poderes y atribuciones con olvido de los deberes que le impone su cargo.
En otro orden de consideraciones contemplamos con inmensa preocupación que la clase política, siempre dejando al margen muy honrosas excepciones, se deteriora por momentos y su imagen ante la ciudadanía alcanza cotas de un creciente desprestigio. La presente situación constituye un problema añadido de gran transcendencia porque un país siempre necesita, y más en momentos como éste, contar con dirigentes con autoridad y prestigio en los que confiar. Parecería que un sinfín de compromisos y ataduras impidiesen a los políticos emprender cualquier reforma de calado en el sistema lo que conlleva la paralización de cualquier intento serio de revertir la situación. Buena parte de la desafección que arrastra en la actualidad la clase política tiene su origen de manera fundamental, en la vigente normativa. Electoral que no favorece la representación, esencia de la democracia moderna. Nuestros diputados y senadores viven, en realidad, muy alejados del electorado al que dicen representar porque a fuer de ser sinceros no han conseguido el escaño por sus ideas y méritos sino, más bien, por haber sido designados por el aparato de cada partido para ocupar una posición de privilegio en unas listas que se mantienen, con machacona insistencia, cerradas y bloqueadas. En consecuencia, no tienen que rendir cuentas de sus actos a los electores sino tan solo cuidar de ser fieles ejecutores de las consignas que periódicamente distribuye el mando. Los parlamentarios se han acabado transformando en auténticos empleados de los partidos y no recuerdan para nada a unos verdaderos dirigentes responsables con altura política.
España necesita renovar en profundidad su actual clase política y superar el régimen partitocrático en el que hemos sucumbido que está asfixiando el progreso y desarrollo de nuestro país. La Transición española en su afán de proteger a los partidos que entonces comenzaban su andadura, les otorgó en la práctica un desmesurado poder del que ellos han hecho un uso abusivo y han utilizado para colonizar y dominar al conjunto del sistema. Esta situación ha desembocado en la consolidación de un régimen partitocrático que aplasta a la sociedad y contamina las Instituciones. Lo más grave es que, en gran medida, la solución a nuestros males pasa por la decisión y última palabra de los propios partidos cuando son ellos, en realidad, el núcleo del problema.
Todo ello será posible si volvemos a creer en nosotros mismos ya que, cuando los españoles hemos creído en nuestras posibilidades y adoptado las políticas adecuadas, hemos sido capaces de alcanzar grandes logros. Debemos y podemos salir adelante. Estamos convencidos de que España tiene futuro. Nunca en nuestra reciente historia, por paradójico que resulte, tuvimos una juventud tan preparada ni unas empresas competitivas a escala internacional con unos dirigentes de primera fila a la cabeza. Contamos con el enorme potencial que nos proporciona nuestra cultura, gracias a la riqueza y posibilidades de nuestra lengua. No hay razón, pues, para que España no esté entre los países que ejerzan su influencia en el concierto de las naciones. Estamos aún a tiempo de rectificar. La burbuja inmobiliaria, cuyo estallido tanto daño ha producido a nuestra estabilidad económica y financiera pudo haberse desactivado si hubiéramos actuado preventivamente con decisión y celeridad. Otro tanto podríamos decir a la hora de evitar el conflicto político que se está gestando en España si no nos anticipamos en la búsqueda de una racional y sostenible solución. No es momento para la pasividad y la resignación sino para la esperanza. No debemos dedicarnos a cultivar el pesimismo, al que somos muy proclives, como ya sucediera en épocas pasadas. Es hora de ponerse en marcha sin dilación y con premura. ¡Vamos- creo yo-.!
Fermín González Salamancartvaldia.es (blog taurinerías)
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