La política tiene un componente teatral inequívoco. Los Congresos se construyen como anfiteatros; la oratoria es prevaleciente en el lenguaje donde no son inútiles los gestos; las campañas electorales son todo figuración; el drama, la farsa y la comedia se entrecruzan. Siempre fue así, pero hoy el espectáculo se amplía porque las audiencias son mayores y los canales con que se llega a ellas se han multiplicado mucho. Pero, paralelamente, los individuos hemos crecido como sujetos que conformamos un protagonismo que antes no existía. Se ha pasado del nosotros al yo. Somos espectadores individualizados a los que, como buenos consumidores, se nos ha dicho que el cliente siempre tiene la razón. Hay un implícito proceso de reconocimiento que, si bien al principio era meramente formal, una añagaza publicitaria, termina teniendo consistencia. A ello se suma el arrogante e irreversible avance de las TICs que, desde la hiperconectividad, permite el aislamiento en la red, el ensimismamiento y el imperio del selfie.
Los demás se convierten en la audiencia, en un público ávido de noticias que llenan la soledad o, simplemente, entretienen. No se trata tanto de saber cómo de ocupar de manera plácida el tiempo. Pero en su conformación tienen una poderosa e inusitada fuerza ya que se convierten en los grandes árbitros del reconocimiento. Son quienes ratifican con un signo de aprobación o de denuesto lo comunicado, quienes difunden lo recibido a sus contactos, cuyo mayor o menor número es signo de éxito, a través de un simple gesto, haciendo que se convierta en viral. Una audiencia globalizada que es juez y parte y que encuentra en su activismo buena parte del sentido de su existencia.
Asistir a una manifestación, enarbolar la bandera o la pancarta, significa salir por una vez de lo virtual y, sobre todo, encontrar un sentido más trascendente al acto que se está llevando a cabo. A la vez, aunque transmitirlo supone no salir del bucle, representa un engarce indudable con la estética. El reconocimiento regresa en forma de propósito colectivo: "estamos aquí". Quienes han vivido toda su corta vida bajo esos parámetros gozan además de una epifanía. Para los que peinan canas es una forma novedosa por la que, al fin, dejan de ser anónimos para sentir el designio de una fe que nunca creyeron volver a recuperar. En otro orden, la presidenta de la Asamblea Nacional Catalana, Elisenda Paluzie, aseguró el 28 de octubre que "son estos incidentes [los altercados violentos ocurridos en Cataluña a raíz de las protestas por la sentencia del Tribunal Supremo a los líderes independentistas] los que hacen que estemos en la prensa internacional de manera continuada estos días, es decir, que hacen visible el conflicto" catalán en el mundo. Encarna otra forma de búsqueda de reconocimiento para consolidar una convicción íntima, inmarcesible. Aquí la unidad no es el individuo, que al fin y al cabo es un sujeto bien definido e identificado, sino un grupo, amorfo, construido. Protagonismos y querencias añejas bajo nuevas prácticas universales.
La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.
Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.
La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.
En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.