Las estadísticas recientes de los atropellos a peatones en las ciudades son escalofriantes: es el porcentaje más alto del total de muertos en carreteras. Se producen más de 10.000 atropellos al año, en las ciudades españolas, con resultados de muertes, accidentes graves, invalidez de las víctimas. Cada día se producen un total de 30 atropellos de media, en nuestras ciudades.
Es un tema lo suficientemente grave como para que no nos permitamos banalizar las causas, o hablar de él con tópicos o prejuicios. Nos jugamos muchas muertes y vidas desgarradas, de adultos, mayores y niños.
En esta ciudad, Salamanca, (en la que a día de hoy no he leído estadísticas), por la lectura diaria de la prensa local, la impresión subjetiva es que quizás estamos por encima de la media nacional. Llama la atención que en nuestra pequeña o mediana ciudad, con una amplia zona peatonal, se produzcan en nuestras calles tantos atropellos.
Se banalizan las causas y se habla con tópicos: las "distracciones" del conductor que utiliza simultáneamente a la conducción el móvil, o que ha consumido alcohol u otras drogas es el endeble único argumento que quiere explicar este trágico fenómeno. Este argumento unido a culpabilizar a la indisciplina de los peatones que atraviesan la calzada fuera de los pasos de cebra, quiere explicar todo el fenómeno.
Y no es así. Todos sufrimos "distracciones" a lo largo de nuestra vida, pero no en momentos en los que está en juego nuestra propia vida y la de los demás. Como les ocurre a los que cometen esos "homicidios involuntarios". Las penas que los jueces suelen poner a los conductores peligrosos son, en general, excesivamente suaves: pues los jueces suelen tener los mismos prejuicios que el resto de la población.
En nuestro criterio, hay una serie de factores sociológicos que crean el mal conductor: el sentimiento permanente de prisa cotidiana ( absolutamente irracional), que hace ir a velocidades peligrosas en la ciudad, la falta de experiencia empática de proteger al más débil, al niño, al anciano, al peatón?frente a un ego pertrechado en su vehículo-castillo metálico, la falta de responsabilidad social queriendo hacer compatible lo que no lo es (como usar el móvil y conducir con atención) crean un tipo de conductor potencialmente peligroso.
Pero además de estos factores sociológicos, hay mucha psicopatología en los tipos de conductores que matan (involuntariamente en la mayoría de los casos) peatones: una falta de control de los impulsos, que puede observarse en muchas otras facetas de su vida, es una característica común a todos. Una inestabilidad emocional es muy frecuente entre ellos (como he observado en mi experiencia profesional en psicopatología laboral), incluyendo el mal manejo de la propia agresividad.
En resumen, los conductores que producen estas tragedias, no son "ciudadanos normales, que se han distraído" o que se han encontrado "con un peatón poco disciplinado". Son sujetos que deberían ser sometidos, sistemáticamente, a exámenes diagnósticos rigurosos y a tratamientos psicológicos o psiquiátricos en los casos requeridos.
No se pueden banalizar las causas de hechos tan dañinos para la propia sociedad. No se puede ir dando pasos de ciego, apoyados solo en criterios de sentido común.
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