Un busto en bronce del santo debido al escultor Ramón Lapayese (1928-1994), regalo de las religiosas Teresianas, preside el espacio del jardín
En la nueva organización de la planta baja del convento de los frailes carmelitas de Alba de Tormes, allí donde se celebró la exposición VITOR TERESA (2018-2019), existe un jardín interno, al que se asoman las partes más nobles del convento: biblioteca, Centro carmelitano, antigua bodega del siglo XVII y, sobre todo, las celdas de la hospedería que se viene usando con este cometido desde el siglo XIX. Tiene un gran sabor a antiguo, sobre todo contemplando la pared de mampostería del sector celdas y bodega, que atestigua muy dignamente lo que es el valor austero, pero no menos artístico, de la arquitectura carmelitana.
En estas celdas estaba la que hacía de habitación de hospedaje del obispo salmantino cuando venía a Alba a las fiestas teresianas, llamada tradicionalmente la "Sala del obispo" con su celda dormitorio y recibidor dotado de fuego y chimenea. Pues es casi seguro que en algunas de estas celdas (reservadas a sacerdotes) se debió hospedar San Enrique de Ossó, el fundador de las Teresianas que desde agosto 1877 no dejó de visitar Alba de Tormes y traer peregrinaciones. Él, junto con el obispo diocesano salmantino Narciso Martínez Izquierdo (1830-1886), fueron los que más hicieron para que los frailes carmelitas volvieran a Alba después de la larga ausencia de la exclaustración (1836-1877). Y así consiguieron la restauración del convento.
Pues este rincón tan evocador, debidamente acondicionado y que ahora además sirve de paso para el museo teresiano-sanjuanista, los frailes carmelitas han querido dedicarlo a su memoria con el fin de que no se pierda el recuerdo de lo mucho que hizo este santo para organizar el turismo religioso en torno a santa Teresa en Alba y Ávila. Así, además de la calle Enrique de Ossó que el consistorio le dedicó en el 2015, situada en la parte más antigua y vistosa de la villa de Alba, ahora cuenta con este espacio que lleva por título, según reza la cartela en cerámica albense allí colgada: Jardín San Enrique de Ossó. Y a la entrada existe un tabloid que resume las relaciones del santo con Alba de Tormes mediante este texto:
SAN ENRIQUE DE OSSÓ Y ALBA DE TORMES
El sacerdote Enrique de Ossó y Cervelló (1840-1896), fundador de la congregación femenina "La Compañía de Santa Teresa", fue el precursor del movimiento teresiano moderno en España. A través del periodismo, divulgación de libros (El cuarto de hora de oración), asociaciones laicales, e incluso a través de un movimiento artístico basado en la arquitectura (A. Gaudí), escultura (Félix Ferrer, Salvat, Cerveto, Pages, Guimet), pintura (J. Dolcet), música (F. Pedrell, C. Caudi) y poesía (J. Verdaguer), logra introducir la doctrina teresiana en todos los ambientes, especialmente en el ámbito de la educación, sacándola fuera del estrecho ambiente conventual.
Su devoción teresiana, basada en el estudio y conocimiento profundo de toda su obra literaria y de la doctrina mística, abre cauces nuevos de expresión como es el de la peregrinación a Castilla y a sus lugares teresianos más importantes, entre ellos Ávila y Alba de Tormes. Tuvo mucha repercusión la primera peregrinación nacional teresiana de agosto 1877, que la prensa juzga se compuso de unas 4000 personas y que la podemos considerar como el comienzo del turismo religioso teresiano moderno. Coincidió con la vuelta de los frailes carmelitas descalzos a su convento de la villa albense.
Sus visitas a Alba de Tormes suceden entre los años 1875 y 1892 (en 9 ocasiones) y suelen coincidir con las fiestas locales de agosto y octubre, constituyendo siempre para él una fuerte experiencia espiritual, y centradas sobre todo en la veneración de sus reliquias (el corazón transverberado): "Hemos tenido que hacernos violencia para arrancarnos de aquel sitio" (1875). En Alba fundó la archicofradía teresiana en la parroquia de san Juan (1875), pero también dio forma al proyecto de la Hermandad Teresiana Universal (1877). Tenía además la costumbre de enviar sus libros publicados al Carmelo con el fin de que fueran depositados sobre el sepulcro teresiano.
Enrique de Ossó, el gran apóstol teresiano del siglo XIX, a través del Carmelo femenino y masculino de Alba, y de la amistad con el obispo salmantino Narciso Martínez Izquierdo (1871-1885), estuvo siempre en contacto con este lugar.
Un busto en bronce del santo debido al escultor Ramón Lapayese (1928-1994), regalo de las religiosas Teresianas, preside el espacio del jardín y detrás de él, en letras de sangre de toro, se reproduce el texto con el que Ossó resumió las intenciones de las primera peregrinación teresiana a Alba de agosto 1877: "Venimos peregrinos y hemos de volver apóstoles teresianos".
Todo un acierto a favor de la memoria histórica de Alba de Tormes y de los personajes que la han visitado y han contribuido a su conocimiento y difusión por el mundo, como es el caso de Enrique de Ossó. Por eso, sus hijas de la Compañía de Santa Teresa, las Teresianas, cada vez se hacen más presentes en Alba (también este año 2019 asistirá un nutrido grupo a la fiesta de la Transverberación), conscientes de que este sitio, para su familia religiosa, es como la Tierra santa de Teresa y de Enrique de Ossó, su fundador.