Agosto es, sin lugar a dudas, el mes por excelencia de las fiestas patronales, celebrando la mayoría de nuestros pueblos sus festividades locales en el mismo. También es el mes en el que más se llenan las comarcas rurales, con el regreso de los emigrados que, aprovechando sus vacaciones de verano, vuelven a la tierra de la que un día marcharon.
No obstante, si para muchos agosto es el mes que da la oportunidad de disfrutar de numerosas fiestas, para otros es el mes en el que poder hacer acopio de unos ingresos extraordinarios (de ahí el dicho de 'hacer el agosto'), en una tierra como la nuestra que ve paralizada su actividad económica durante el resto del año, cuando nuestros pueblos y comarcas se quedan bajo mínimos.
Por ello, no podemos olvidarnos de todos aquellos paisanos que, durante este mes, tras la barra de un bar, se ven privados de poder disfrutar de los momentos veraniegos especiales de los que gozan aquellos que se encuentran de vacaciones tomando algo en cualquier establecimiento de hostelería.
Asimismo, tampoco podemos olvidarnos de los ganaderos de nuestros pueblos, verdadero motor que mantiene con un halo de vida y esperanza nuestras comarcas, para los cuales no hay vacaciones en todo el año, ya que el campo y el ganado exigen un trabajo diario.
En este sentido, no está de más recordar que las vacas o las ovejas que pueblan nuestro campo necesitan cubrir sus necesidades de comida y bebida a diario, y para que esto sea así nuestras ganaderos laboran cada día.
Por último, también hay que valorar el trabajo de aquellos paisanos que hacen posible que las fiestas de nuestros pueblos sigan siendo atractivas para todos, y que todo aquel que regrese al pueblo pueda disfrutar de la estancia estival en el mismo, hecho para el que son indispensables los servicios de limpieza que aseguran la salubridad de las calles de nuestras localidades.
A este respecto, la labor silenciosa de las corporaciones municipales para dejar todo a punto para que pueda haber multitud de actividades en los festejos es una labor que tendemos a obviar, pero que conlleva más de un quebradero de cabeza a nuestros ediles, y que por tanto es digna de alabar y agradecer.
En todo caso, agosto no sería agosto si no volviesen todos los emigrados a reencontrarse con amigos y familiares, si no retornasen para volver a llenar de vida a los pueblos de la Ramajería, el Abadengo, la Ribera o el Campo de Vitigudino, que reviven con la alegría de su regreso.
Por todo ello, quiero agradecer a quienes retornan cada verano a nuestros pueblos el que sigan haciéndolo, evitando que sus raíces caigan en el olvido, y por supuesto agradecer a quienes viven todo el año en nuestros pueblos el mantenerlos con vida. Ojalá todo el año Las Arribes mantuviesen el pulso vital que poseen en agosto.
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