El pregón fue pronunciado a primera hora de la noche del viernes en la pista deportiva del barrio
Buenas noches a todos y gracias por estar aquí.
A mí se me ocurren una docena de cosas más interesantes que hacer esta maravillosa noche de verano, antes que venir a escuchar un pregón de Chanca.
Antes de nada, quisiera dar las gracias a las personas que pensaron en mí para este acto.
No sé cuáles serán mis méritos para estar aquí, más allá de haberme criado en este barrio y de ser un gran orador, gran por qué hablo mucho y como todos podéis ver soy de gran tamaño.
Gracias a la directiva de la Asociación, gracias en definitiva a toda la Asociación. Gracias también a los Amigos de la Vaca.
Y gracias a las antiguas directivas, a todas, pero en especial a la anterior directiva y en particular a Patri, por qué sin las ganas y la ilusión de estas directivas posiblemente las fiestas del barrio hubieran desaparecido.
Gracias a su esfuerzo las fiestas continúan, y hoy vuelven a ser un referente en cuanto a fiestas de verano de los barrios de Ciudad Rodrigo.
Y gracias, finalmente, a todos los que de una manera u otra pensaron en que yo podría ser el pregonero de las fiestas del Barrio Nuevo, de mi barrio, de nuestro barrio.
Es un privilegio y un orgullo para mí tener este honor, por qué si ya es gratificante que piensen en uno para hacer este acto, mucho más lo es que sean tus vecinos y tus amigos de toda la vida los que piensen en ti para que seas quien dé comienzo a sus fiestas.
Llegué a este barrio una tarde-noche de primavera, con las prisas con las que casi todos llegamos a este barrio.
Entonces la gente tenía más urgencias y muchos menos miedos de los que tenemos hoy.
Entonces no se esperaba a tener el piso amueblado.
En mi caso, en el de mi familia la primera noche que pasamos en nuestra nueva casa solo teníamos una cocina vieja, una mesa con cuatro sillas, una cama de matrimonio en una habitación y dos colchones tirados en el suelo en la otra. En el salón y en la tercera habitación no había nada, por no haber no había ni bombillas. Ni televisión, ni teléfono, de Internet ya ni hablamos, porque ni siquiera existían o empezaban a existir los ordenadores.
Decirles hoy a vuestros hijos que os vais mañana a vivir a un lugar nuevo, a una casa nueva, pero que van a estar unos días en los que no habrá, ni televisión, ni teléfono, ni Internet, a ver qué tal lo llevan.
Mi bisabuela Isabel me llevaba a pasear a la muralla y me decía: "Mira hijo, allí os vais a ir a vivir, a aquel barrio nuevo que están haciendo, se llaman Las Eras del Puente".
Desde entonces además de las Eras del Puente hemos sido:
Las Malvinas. Porque cuando hicieron el barrio era la Guerra de las Malvinas.
El Barrio Nuevo. Porque era el barrio más nuevo de Ciudad Rodrigo.
El Barrio Nuevo del Puente. Cuando dejamos de ser el barrio más nuevo de Ciudad Rodrigo, pero seguíamos siendo el barrio más nuevo del puente.
El Barrio del Puente. Cuando dejamos de ser Nuevos y empezamos a hacernos Viejos.
Ahora últimamente, somos conocidos como el Complejo Residencial La Moraleja Mirobrigense.
Y para mi simplemente MI BARRIO.
En este barrio he pasado la mayor parte de mi vida, es por tanto mi casa, mi zona de confort, el lugar de mi recreo.
El lugar donde he jugado, he crecido, he disfrutado???.
El lugar también, donde he sufrido y he llorado, donde me he caído y me he vuelto a levantar.
En estos parques:
He corrido delante de peligrosísimos toros, carnavales y San Fermines.
He sido campeón del mundo y de Europa con mis equipos, he llevado el mallot amarillo del Tour de Francia en las carreras de chapas.
He ganado más de 100 medallas Olímpicas de todos los colores.
He sido el Rey de la montaña.
He sido Águila y también Gacela.
He jugado adentro y a fuera, a las canicas, a las peonzas y a la luz. Y a un montón de juegos más.
He sido incluso, los días posteriores a cada poda de árboles en el parque, campeón Olímpico de hockey sobre cemento.
Me he desollado las rodillas en la arena del parque grande y del parque chico.
Me he caído de la bicicleta varias veces dando vueltas al barrio.
Le he tocado el timbre y a menudo también los cojones a casi todos los vecinos.
En definitiva, he ayudado varias veces a hacer y seguramente muchísimas más a deshacer.
Hay muchos momentos, muchas anécdotas, muchas historias que siempre irán unidas a mí, son parte de mis recuerdos y es algo que siempre recordamos en los momentos en que nos juntamos los amigos.
Recuerdo sin ir más lejos, el gran acontecimiento que era, para todos los niños, ver a Julián sacar la manguera para regar los jardines. Aquellas mangueras viejas, normalmente rotas por varios sitios, con decenas de rajas por donde salía el agua, para nosotros ese agua se convertía en ríos, y la arena del parque en cemento para construir un pantano. Y el momento cumbre de la tarde, ese en el que se soltaba el enganche de unión entre las dos mangueras. Y que suponía que todos acabáramos calados hasta los huesos, niños y muchas veces también mayores. Ese era el gran momento de las tardes de verano, un momento de felicidad inigualable.
O para alguien como yo, a quien la fruta no le a gustado mucho nunca, después de tener una riña casi diaria con mi madre para que la comiera, y tenerme que quedar durante mas de media hora sentado a la mesa delante de aquel frutero lleno de fruta, hasta que mi madre se cansaba y me dejaba levantar, era salir por la puerta del portal, ver la huerta del señor Fernando llena de manzanos y como por arte de magia, me entraban unas ganas irresistibles de comerme unas manzanas.
Saltaba la pared y me comía tres o cuatro manzanas como si se trataran de las mismas manzanas del paraíso.
Pobre señor Fernando, lo que nos tuvo que aguantar.
El señor Fernando y otros muchos.
Recuerdo también la eterna rivalidad entre nuestro barrio y Santa Marina, y el superderbi que jugábamos cada sábado contra ellos. Después del partido nos íbamos al regato y hacíamos guerra de terrones, ellos de un lado y nosotros del otro. Menudas batallas, esos si que eran guerras y no las del Golfo.
Batallas que solo terminaban, cuando uno de los soldados de cualquiera de los bandos acababa llorando. En ese mismo momento se declaraba el alto el fuego, se concedía la victoria al ejército de los soldados que no lloraron, y se proclamaban llorones al bando contrario. Era mucho más importante esa victoria que la del partido de fútbol.
La rivalidad entre los dos barrios solo tenía un momento de tregua cuando nos uníamos y la guerra era contra los chavales que estudiaban en capacitación agraria. Más conocidos por nosotros como Los Patos. Si lo nuestro contra Santa Marina era la Guerra Civil, la batalla contra Los Patos eran juntas la primera y la segunda Guerra Mundial.
Cuantas tardes pasamos escondidos en el río, o en los tejados de la escuela, o en el camping, que entonces estaba en construcción.
Miles y miles de historias, como ir a coger rosas y cardos en las noches de San Juan. O el verano en que a Julián se le ocurrió poner una mesa de ping pong en los portales. O los baños nocturnos en la pesquera?.
Éramos un poco cabroncetes, pero cabroncetes sanos, sin apenas maldad.
Este era nuestro mundo, todo nuestro mundo conocido, que se extendía desde la pesquera hasta el puente nuevo, y desde Santa Marina hasta el cruce de Águeda.
Para nosotros subir a la Ciudad era un sitio totalmente nuevo, completamente desconocido, como si estuviéramos en otro país.
Poco a poco nuestras guerras empezaron a quedarse pequeñas, tuvimos que buscarnos otras de mayor enjundia. Por ejemplo, ir a molestar todas las noches a los campistas, a no dejarlos dormir con bombas de agua fuerte y tirando piedras contra la puerta.
Imagínense ustedes lo que suponía, a los dos de la madrugada un montón de piedras impactando contra la puerta de chapa del camping, y dos segundos después, todos los perros del Arrabal del Puente ladrando sin parar.
Algunos de los que estáis aquí no hace falta que lo imaginéis, varios de vosotros lo vivisteis en primera persona.
Lo recordáis ¿Verdad?.
Todos vosotros sabéis lo que voy a contar ahora.
Pues sí, exactamente, la noche en la que, justo después de una de nuestras gamberradas, de repente se abrió la puerta del camping y salió el Seat 127 a toda velocidad, como en la película del Vaquilla. Aquella noche alguno consiguió batir el record mundial de velocidad. ¡Madre mía que subidón de adrenalina!.
Todo lo que tuviera riesgos nos llamaba poderosamente la atención.
Que noches de verano, y lo largos que eran, los veranos, los inviernos, los años??. eran eternos, no como ahora que corren mucho más de lo que a todos nos gustaría.
El siguiente paso nos lleva al momento más especial de nuestra generación, de nuestra panda.
Nos lleva a The Beatles, que por cierto no sé si será coincidencia o brujería, pero en estos días ha sido el estreno mundial de una película sobre sus canciones.
El verano 1992 fue el verano de los Beatles, actuaron durante cuatro noches del mes de Agosto en la discoteca Kiu, y casi todos los vecinos de este barrio tuvieron mucho que ver con aquella gira del cuarteto de Liverpool.
Unos como técnicos de luces, otros como técnicos de sonido, como montadores de escenarios, como creadores de instrumentos??..
Chavales y no tan chavales, como Manolo Lobato con la soldadora, algunos días hasta las dos de la mañana, o Julián con todo lo que tuviera que ver con la electricidad, José con la caladora y todo lo que fuera madera, Carlos Luisantri con actuaciones, ensayos, máquina de humo???.
Todos los de la peña haciendo los instrumentos.
Y medio barrio subiendo a apoyar, a animar y sobre todo a votar para que pudiéramos ganar el concurso de play back.
Y por supuesto Teto, Pedro, Iñaki y un servidor que nos metimos en los pantalones de campana de nuestros padres y en la piel de John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Star.
Aquel verano significó mucho para todos nosotros, pero creo que lo que conseguimos fue mucho más que ganar los play back de Kiu.
Creo que aquello significo, ver otra vez al barrio unido, unido como al principio.
Unido por la locura de un grupo de chavales, porque al final ese tipo de locuras son las que unen a las personas.
Unido como siempre nos gustaría que estuviera.
Unidos como hace un año, cuando un grupo de amigos en sus mentes de niños, decidieron que era el momento de emprender una nueva locura y poner el barrio patas arriba. El barrio y toda la ciudad, por que pasamos a ser el referente de las fiestas de Ciudad Rodrigo. Fuimos referente y objeto de envidias, de envidias sanas dicen ellos, pero como dice un amigo, la envidia es envidia, ni sana ni hostias.
Esos locos, Los Amigos de la Vaca, lograron:
Primero, hacernos a todos amigos de la vaca, incluso a los antitaurinos. Incluso llegaron más allá, consiguieron hacerme a mi amigo de la vaca, cuando todo el mundo sabe que yo siempre he sido más amigo del tostón que de la vaca, más concretamente del tostón asado.
Y después ese grupo de chavales, de chavales de todas las edades, desde 14 o 15 años hasta chavales de 75, por que en aquel momento todos actuaron con la ilusión y la irresponsabilidad de un chaval, consiguieron que el barrio volviera a estar unido, unido de verdad.
Vecinos ayudando desinteresadamente con los trabajos, haciendo gestiones y papeleos, intentando solventar todos los problemas, perdiendo de su tiempo y casi siempre de su dinero para que esto saliera adelante.
Gente que dejaron por unos días de lado las diferencias que les separan de sus vecinos, y arrimaron el hombro para otra vez ser el barrio que fuimos hace años.
Y en ese momento, incluso con dolores de espalda, uno piensa que con el aire que se respira estos días en el barrio, con ese espíritu festivo, no importaría llegar hoy, otra vez, por primera vez a mi barrio y tener que dormir en un colchón tirado en el suelo, sin teléfono, sin televisión, ni por supuesto Internet.
Solo con ellos, con mi familia, con mis vecinos, con mis amigos, con los que siguen aquí al lado, con los que ahora están lejos o con los que ya solo están en nuestros recuerdos y en nuestros corazones.
Es sin duda este barrio, con sus virtudes y con sus muchos defectos, quien marco los pasos para formarme como persona.
Fue este barrio de gente trabajadora, luchadora y humilde quien marco mi camino.
Fue este barrio quien me hizo duro y sensible.
Quien me hizo serio y alegre.
Quien me enseñó a respetar y a aprender de mis mayores.
Aquí aprendí a perder y también a ganar alguna vez.
Pero sobretodo y por encima de todo fue este barrio quien me entrego uno de los mayores tesoros que poseo, mis amigos, mis amigos de verdad, los de toda la vida. Los que estando a cientos o incluso a miles de Km. siempre están a mi lado cuando más los necesito.
Dicen que siempre deseamos volver al lugar donde fuimos felices y yo en este barrio e sido muy feliz.
Me encantaría que mis hijos se criaran en un barrio como este, con unos vecinos como estos y sobretodo con unos amigos como los que le regalo este barrio a su padre.
Muchísimas gracias a todos por estar aquí esta noche.
Vamos a disfrutar de las fiestas y sobretodo que el Barrio Nuevo se convierta en el viejo Barrio Nuevo, orgullo y referente de todo Ciudad Rodrigo.
Un abrazo.
Y como diría mi buen amigo, Tato Galerías:
¡¡¡SER FELICES!!!