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Yo estuve allí
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Yo estuve allí

Actualizado 25/06/2019
Fernando Robustillo

Ocurre con Picasso como con Marilyn Monroe que siempre aparece en una foto como la última: "esta es la última foto que le hicieron en vida a la actriz norteamericana". Después, aparecen cientos de ellas con el mismo pie.

Nunca digamos de Picasso, aunque visitemos todos los museos donde se halle su obra, que lo tenemos todo visto. Recordarán que el pasado mes de mayo, en una carpa situada en la plaza de Anaya de nuestra ciudad pudimos contemplar la exposición "Picasso, el viaje del Guernica". Nos hicimos eco de ello y quedamos emplazados a rememorar más datos sobre la vida y obra del pintor.

No ha pasado un mes de aquello y la pasada semana se inauguró en CaixaForum (Paseo de la Castellana de Madrid) la muestra "Período Olga". Época de veinte años en la que el pintor estuvo casado con la bailarina rusa Olga Khokhlova, su primera esposa. Una exposición que presentada en París, Rusia y Málaga, está presente en Madrid hasta el próximo septiembre.

Con lo anterior quiero decir que un trabajador incansable como Picasso, de quien sólo se puede cifrar su obra de manera aproximada ?se habla de cuarenta a sesenta mil dibujos y pinturas? y que fue generoso con su entorno y sobre todo con sus reconocidas ocho amantes ?aunque sólo se casó con dos de ellas? es posible que aún reserve al Arte innumerables sorpresas.

La presente exposición es un importante descubrimiento de su nieto Bernard Ruiz-Picasso, hijo de Paulo Picasso, el primer y único hijo que tuvo el artista malagueño en su relación con Olga. Unos recuerdos escondidos por ella durante toda la vida en un baúl y del que sus deudos nunca esperaban que contuviera nada trascendente.

Al entrar en la exposición, el primer cuadro que encontramos es el de una Olga posando en todo su esplendor, pero al comparar el cuadro con la fotografía de ese posado, encontramos en la pintura de Picasso una mujer más dulcificada, como si fuera la Olga que tenía en el pensamiento, la mujer que cambiaría estando a su lado. Después, en otros lienzos y dibujos se contempla a Olga leyendo con gesto apacible, pero quizá el pintor la encontraba ensimismada en sus pensamientos.

En 1921 nace Paulo y son admirables muchos dibujos y algún óleo de una maternal Olga ?embarazada, con la crianza de Paulo, dando el biberón, la sopa, etc., todos ocasionales y con la mirada vuelta, siendo uno de los secretos más reseñables de la exposición la excelente captación del rostro enigmático de aquella mujer, sobre todo la tristeza, una Olga pensativa, ausente... Momentos que quizá pudo intuir Picasso como el drama que vivía su reciente esposa recordando a su familia y a su país.

Olga era hija de un coronel ruso en la época de los zares, quien colisionó con la Revolución de Octubre, y al caer en desgracia arrastró a toda su familia a la más absoluta precariedad. En las distintas vitrinas de la exposición, junto a fotografías, se hallan cartas en las que su familia le informa de la situación ?la pareja les ayudaron? aparte de otras en castellano, escritas con ternura, en las que la madre de Picasso da ánimos a Olga.

Paradójicamente, en las películas familiares, en las que se les ve jugando con su hijo Paulo, las escenas de la pareja son alegres y divertidas. Parece una mujer distinta. Sin embargo, como modelo del pintor, la mujer ambigua y llena de amargura no cambia en los pinceles del artista. Pero en un mujeriego como Picasso esta dicotomía no puede durar tanto tiempo y su ilusión por ella fue decayendo hasta tomar conciencia del final del matrimonio. Un hecho que se acrecienta cuando Picasso, en 1927, conoce a Marie Thèrèse Walter, con la que inicia una relación clandestina, que por la edad de ella se mantiene en secreto. Es de libro lo que casi siempre ocurre después del amor y Picasso lo expresa en su pintura con una violencia contumaz en una modelo, que es Olga, y una sensualidad de rostro indefinido, síntoma de que existe otra musa en la obra y en la vida del pintor, que es Thèrèse.

No obstante, Olga no desaparece del todo de sus cuadros, pero siempre aparecerá metamorfoseada como una mujer amenazante. Aunque la exposición es mucho más y la simbología y metáforas de toros, caballos o minotauros, y lo femenino y masculino en contraposición, es un paso al surrealismo muy bien reflejado en la muestra.

Al final de la exposición, nos queda decir que aquella mujer causa un halo de ternura. Murió en 1955 y hasta el final de sus días no dejó de escribir cartas al genial malagueño.

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