La climatología sigue avanzando en su cada vez mayor desconcertante inestabilidad; a un día de pleno verano le sucede otro de febrero, marzo o noviembre. Cada mañana al despertarnos tenemos una sensación térmica distinta en nuestro cuerpo.
Todo el panorama es y está cada vez más seco. Hace unos días, de viaje por Portugal llovió un par de días; me pasé en la ventana un buen rato, como un niño, mirando la lluvia, esa vieja amiga que desaparece tristemente.
A los humanos nos afecta la cambiante naturaleza. Además de afectarnos otros factores más conocidos, como la falta de seguridad, de justicia o de salud, también el clima afecta a nuestras conductas y afectos: nuestro modo de relacionamos con los demás es, en general, cada vez más seco y cambiante. Ponemos como primer ejemplo la crónica inestabilidad política. En España hemos tenido la oportunidad de cuatro elecciones en menos de un mes; ¿cómo es posible que los resultados de las primeras, las generales, hayan variado tanto en las autonómicas y municipales un mes después? Distintos votos, distinto grado de participación, más dispersión del voto; es el conjunto de la población la que no ha sido muy coherente, ni muy constante, sino que ha mostrado su ambivalencia: "ahora te voto a ti", "ahora le voto al otro", "hoy voy a votar", "mañana me quedo en casa"?¿Qué tipo de gobernantes queremos los españoles? ¿Qué tipos de políticas? Los resultados hay que mirarlos y analizarlos con lupa.
Luego está el tema de los pactos. Es más concreto. Es más concreta la falta de un diálogo razonado y honesto en la clase política: donde ayer dije digo, hoy digo diego; ¿cómo se va a fiar el Otro de lo que digo, si cambio continuamente lo que afirmo?
En la calle, a nuestros semejantes, en general, les ocurre lo mismo: pasan de gritar a relacionarse con su dios iPhone; cuando la endiosada maquinita emite una señal, nuestro interlocutor interrumpe cualquier conversación, mostrando que para él es más importante su móvil que la persona con la que supuestamente se comunicaba. Por depender, ahora se prefiere depender de una máquina que de otro humano. Del Otro, nadie se fía. No creemos que nadie nos quiera gratuitamente. Solamente los perros. Por eso en la actualidad los perros empiezan a ser más numerosos que los humanos.
Pero no nos engañemos. Cuando ves pasear al adulto, al anciano, a la mujer o al niño con su perro, si los miras, ves claramente que es el humano el que depende del perro; éste es su sustento afectivo básico.
El capitalismo no se fía del consumidor. Los ciudadanos no nos fiamos de los gobernantes. Parece que muchos hombres, hasta el presente, nunca han terminado de fiarse de las mujeres; ahora muchas mujeres no se fían de los hombres.
Los que escribimos, escribimos secamente, con inestabilidad. Como el tiempo.
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