El que fuera alcalde de Ciudad Rodrigo entre 1983 y 1991, Miguel Cid Cebrián, hace una semblanza del desaparecido Arturo Regalado
A velocidad de vértigo me entero por los diarios digitales de la muy triste noticia del fallecimiento de Arturo Regalado. Hacía días que no me llamaba, pero debido a un viaje fuera de España no me había sorprendido. Ahora veo que su silencio era el definitivo.
David Rodríguez ha hecho una necrológica completa y muy evocadora de este Arturo al que tanto queríamos y admirábamos. Porque esos eran los sentimientos que a mí y a muchos producía Arturo: admiración y afecto junto con una amistad añeja y muy sentida.
Él era -lo decía siempre- Joseantoniano y como tal tenía amor por la justicia y apego por los más débiles. Y siempre lo demostró con su generosidad y su solidaridad por quién creía que lo necesitaba. Fue un amante de nuestra tierra y sus tradiciones, ya fuera su folklore charro del que fue un virtuoso, o por la cantería aprendida en su tierra de Yecla de Yeltes.
Hombre lígrimo donde los haya, hizo trabajos inolvidables en piedra que ya están inmortalizados, como los escudos de nuestros linajes o la rotulación de calles y plazas como la de nuestra Plaza Mayor, en la que sustituyó Plaza del Caudillo por Plaza Mayor con nocturnidad y al preguntarle la razón me contestó "porque a esa hora los fachas están durmiendo".
Su buen humor era una de sus virtudes y por ello sus disfraces carnavaleros fueron antológicos aunque el de Don Quijote fuera el más sobresaliente. Si algún día se hiciera como sería obligado un Museo del Carnaval las fotografías de los disfraces de Arturo ocuparían un sitio de honor. Yo le ayudé a publicar su despedida con el artículo: "Mi último disfraz" y realmente lo fue.
Se nos mueren amigos ilustres en el auténtico sentido del término: bondad, ingenio y generosidad. Ojalá le sigamos recordando para que como dijo Isabel Allende siga vivo entre nosotros.
Miguel Cid Cebrián