El 9 de mayo es una de las fechas más importantes para todos los europeos: se celebra el Día de Europa. Este año, como de costumbre, la fecha ha pasado poco menos que inadvertida, con pocos espacios en los medios de comunicación que recuerden su origen, con pocas actividades en los colegios que sirvan para que los niños conozcan la importancia que tiene formar parte de la Comunidad Europea, con pocos actos que enseñen a los jóvenes a ser verdaderos europeos, y eso que estamos a las puertas de unas elecciones europeas.
Los primeros pasos para construir lo que hoy conocemos como Unión Europea se dieron tras la catástrofe de la segunda guerra mundial, sin mayúscula, porque con todos mis respetos a la RAE, soy incapaz de escribir con mayúscula el nombre de una guerra, y menos el de ésta que tantas víctimas inocentes dejó tras de sí. Pretendían evitar que semejante barbaridad volviera a vivirse en los países europeos.
Llegar donde hemos llegado ha costado muchos años y muchos esfuerzos, pero hemos llegado afortunadamente y debemos sentirnos privilegiados: acabo de regresar de un viaje a Berlín, ciudad que conocí cuando estaba dividida por aquel muro que le sobraban razones para ser conocido como el muro de la Vergüenza, y nada tiene que ver lo que hoy significa ser español fuera de nuestras fronteras, que lo que significaba serlo a principios de los ochenta.
Pese a tantos avances queda mucho por hacer. Parece, incluso, que para muchos gobernantes son más importantes los bancos y las multinacionales que trabajar por la paz, la concordia, la igualdad y los derechos humanos. Pero hay excepciones muy loables: a propuesta de la europarlamentaria española Maite Pagazaurtundúa el Parlamento europeo ya ha aprobado que el 9 de mayo sea día festivo en todos los países miembros. Esperemos que así sea, más que por disfrutar de un día festivo, porque sirva para que seamos cada vez más conscientes de que unirnos beneficia a la mayoría de los ciudadanos, y separarnos sólo beneficia a unos cuantos, que son los de siempre, y nada ni nadie puede garantizarnos al cien por cien que los hechos del pasado no vuelvan a repetirse.
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