Viernes, 27 de diciembre de 2024
Volver Salamanca RTV al Día
Las extrañas vacaciones del señor-K-
X

Las extrañas vacaciones del señor-K-

Actualizado 01/05/2019

"Yo no soy mu cuerpo; soy más. Yo no soy mi habla, mis organos, el oído, el olfato; eso no soy yo. La mente que piensa tampoco soy yo. Si nada de eso soy, entonces ¿Quien soy?. La conciencia que permanece, eso soy" (Ramana Maharshi)

ENTRE PUENTES

LAS EXTRAÑAS VACACIONES DEL SEÑOR -K-

[Nada más despertar, tras un sueño ciertamente intranquilo, K encontró que frente a él yacía el cadáver de un hombre uniformado]. La primera carga de perplejidad desatada no surgía tanto del hecho de hallarse ante un cuerpo inerte como por el hecho de haberse quedado dormido en un lugar extraño, en un viejo café al que no recordaba en absoluto haber llegado. Su memoria, tan pastosa como su lengua, lo que le dio una idea exacta de cuánto había bebido la noche anterior, se detenía poco antes de la medianoche, justo cuando deambulaba por las calles de aquel pueblo costero, famoso por sus balnearios, que su doctor le recomendó. Sí. Recordaba un cielo negro lleno de nubes rojizas despejando la profundidad del infinito? Y recordaba que quiso beberse una copa antes de encerrarse de nuevo en el apartamento que tenía alquilado para dormir un poco. Nada más. Poco a poco comenzó a reasumir el control de sus funciones y se levantó pesadamente para observar más de cerca el cadáver?

Era un tipo de unos treinta años. Un tiro en la frente había acabado con su vida. Vestía un uniforme color oscuro con pistolera a la altura de la cintura. Quiso determinar a qué distancia se produjo el disparo, pero desistió pronto. ¿Qué podía saber él de armas de fuego o asesinatos? Él era un triste funcionario demasiado nervioso, cuyo doctor le recetó unas vacaciones en un lugar apartado y un tratamiento a base de píldoras, de varios colores, y de impronunciable nombre. Había llegado hasta el lugar la tarde anterior y ahora estaba frente a un hombre muerto, padeciendo una resaca tremenda y dudando por primera vez sobre su implicación en el homicidio. No estaba acostumbrado a beber. Pero le costaba creer que hubiera sido capaz de algo así. No era un hombre violento. A decir verdad, a veces ni creía ser un hombre.

Buscó el arma homicida. No la vio. Tampoco observó nada fuera de lo común, ninguna señal de violencia, con la que tratar lo ocurrido, o encontrar una pista para construir un argumento, nada, ningún signo que delatara su participación en el hecho. Con la sola iluminación de una pequeña hilera de lámparas que había sobre la barra, fue constatando que no parecía haber nada fuera de lugar, a excepción, claro está, de él mismo y del hombre muerto. Corrió hasta el teléfono de la barra. A punto de marcar el número de la policía recordó que no estaba en la ciudad. Seguramente la comisaría local tendría su propio número. Salió a la calle a la búsqueda de alguna persona a la que pudiera pedir ayuda. No había nadie. Comenzó a caminar deprisa, sin poder apartar de su mirada interior el rostro del hombre muerto, la pequeña herida en la frente por un calibre 22, los párpados hinchados como si tras ellos acumulase un torrente de lágrimas que ya no podrían verterse, la boca abierta en un mudo gesto de protesta, quizá de tenebrosa impotencia. La sensación de que, sin abandonar jamás la misma calle, llegaba al mismo punto, le hizo asignarle un trazado circular de la calzada. Comenzó a cambiar de rumbo de manera arbitraria, lo que le sumergió de nuevo en un estado de desorientación. No se veía luz alguna, ni farolas ni ventanas iluminadas. En dos ocasiones creyó oír pasos, pero todo sonido cesaba cuando él se detenía, así que los atribuyó al efecto de un eco.

Perdió la noción del tiempo? La noche parecía no tener fin? Repentinamente, se detuvo de golpe. Y no porque hubiera vuelto a escuchar pasos a su espalda. Era porque, repasando de nuevo todo lo sucedido, creyó encontrar una prueba que le señalaba a él como el único culpable del homicidio.

Ahora la turbia certeza de que él era el asesino le obligó a caminar más deprisa que antes. Estaba agotado, es cierto. Pero la culpabilidad recién asumida le dictaba una voluntad de huida, le instaba a dejarse el aliento entre zancada y zancada. Por mucho que quería darle la vuelta al asunto, no hacía sino sentirse cada vez más convencido de que él era el autor del crimen. Él no era un hombre violento. No sabía nada de armas ni de heridas. Pero mientras buscaba ayuda se había puesto a pensar en el muerto dando por seguro que la herida en la frente era la consecuencia del uso de un calibre 22. ¡Si ni siquiera tenía idea de lo que era un calibre! Trataba de refutar ese dato, pero todo apuntaba a que, tras haberse excedido más de la cuenta con la bebida, había entablado una conversación con aquel hombre uniformado, una charla en la que éste le habría enseñado el arma que portaba. Por eso no encontró el arma. La había vuelto a poner en el lugar al que pertenecía: la pistolera.

Siguió corriendo. Por momentos, debido a la vegetación que ocasionalmente sustituía a las casas blancas, creyó que se alejaba del pueblo. Pero tardaba en recorrer nuevas plazas y nuevas callejuelas abovedadas. Rendido, entró en la única puerta que permanecía abierta, aunque el interior sólo albergaba obscuridad. No quiso saber dónde se encontraba. Asqueado por el olor de su propio sudor, se quedó dormido.

Nada más despertar, tras un sueño ciertamente intranquilo, K encontró que frente a él yacía el cadáver de un hombre uniformado que ahora sonreía.

Ay? los sueños en vacaciones, a veces nos producen un desgaste, un cansancio, una angustia terrible, un miedo tenebroso con tintes dramáticos, incluso, aunque no sepamos nada del asunto? Y seamos inocentes al despertar?

Fermín González salamancartvaldia.es blog taurinerías

La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.

Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.

La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.

En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.

Comentarios...