El 28-A llega con Sánchez escapado pero sin La Moncloa asegurada y una cerrada pelea por la segunda plaza
Salvo sorpresa mayúscula, el PSOE debería volver a ganar unas generales 11 años después. La gran incógnita es si los socialistas lograrán gobernar y, si lo hacen, con quién. Pero la incertidumbre sobre lo que puedan deparar las urnas se extiende en su máxima expresión al resto de grandes fuerzas políticas.
El PP aspira a mantener de forma holgada la segunda posición, pero al acecho están Ciudadanos, que se ha volcado en campaña para convertirse en la primera opción de centro derecha; Unidas Podemos, que tras el regreso de Pablo Iglesias ha ido de menos a más en las semanas previas a las elecciones; y Vox, cuya irrupción en el Congreso es impredecible, tras cinco días sin encuestas y con un alto porcentaje de votantes indecisos.
Pedro Sánchez acaricia la victoria y con ella su particular venganza. El secretario general del PSOE llegó a la presidencia del Gobierno el pasado 2 de junio después de una moción de censura contra Mariano Rajoy en la que necesitó el apoyo de los secesionistas. Muchos pensaron en su entorno que esa dependencia del PDeCAT y ERC sería un lastre y que había mucho más que ganar con una convocatoria inmediata de elecciones. Él optó por intentar gobernar pese a todo, con solo 84 diputados socialistas, para desplegar una agenda social que, transformada o no en leyes, le sirviera de cartel electoral llegado el momento. Y si las encuestas no fallan, está a punto de cobrar su apuesta. Otra vez contra todo pronóstico.
En sus diez meses de Gobierno han sido varios los momentos en los que las cosas parecían irle cuesta abajo. Tras el primer impulso -que le llevó de la tercera posición en el CIS de mayo, con un 22% de intención de voto, a adelantar a PP y Cs y rozar 30%- vinieron en septiembre el escándalo del plagio del trabajo de fin de máster que se llevó por delante a su ministra de Sanidad, Carmen Montón y las dudas sobre el modo en el que él mismo había obtenido el título de doctor en Economía.
El 10 de abril y con un CIS que dejaba al PP entre los 66 y los 76 escaños, Pablo Casado descartó su dimisión en caso de debacle electoral. Restaban dos días para la campaña, al menos la oficial, y, desde entonces, el candidato de los populares ha avanzado contra la corriente de las encuestas sin poder augurar si su estrategia servirá para vencer la tozudez de los sondeos. La demoscopia le sitúa en el peor resultado del partido desde su fundación y no garantiza que la suma con Ciudadanos y Vox vaya a alcanzar la mayoría absoluta. Pero sea o no así, un paso atrás no entra en los planes del presidente de la formación conservadora.
Es el único de los cuatro principales partidos con representación parlamentaria que se estrena en estas elecciones. Y en su entorno consideran que no sería justo exigirle a la primera lo que José María Aznar y Mariano Rajoy lograron al tercer intento. También llaman a tener en cuenta el escenario de profunda fragmentación de la derecha, con Ciudadanos y Vox intentando achicar el espacio de los populares, y el esfuerzo continuado de Casado durante nueve meses en los que el PP ha experimentado bajo su liderazgo una metamorfosis en equipos y discursos que aún debe probar su acierto en las urnas.
El 'sorpasso' a los socialistas es cosa del pasado. Según explicaba en 2015 y 2016 Íñigo Errejón, Podemos se enfrentó en las generales de esos dos años al «ahora o nunca». O se asaltaba el poder entonces, o lo que viniera después sería diferente. «Se abrirá otra ventana que no será la misma», auguraba el exnúmero dos y cofundador de la formación morada.
Así ha sido. Esta nueva ventana se limita a día de hoy a formar parte de un Gobierno de coalición como socio minoritario del PSOE . Esta es una posibilidad que, por otro lado, no convence a Pedro Sánchez, quien prefiere reeditar un Ejecutivo formado solo por «socialistas e independientes progresistas de prestigio». Pero Pablo Iglesias no se rinde. En la campaña electoral ha dejado claro que, a diferencia de lo que sucedió en la moción de censura a Mariano Rajoy, ahora el líder del PSOE deberá ofrecer cuotas de poder a cambio de los apoyos para su investidura.
De los resultados de hoy dependerá la fuerza con la que Unidas Podemos pueda reclamar asientos en el próximo Consejo de Ministros. La coalición de izquierda comenzó la campaña con pésimas sensaciones. Pero aunque sea un líder venido a menos, Pablo Iglesias ha logrado tras el regreso de su baja paternal levantar los ánimos en sus filas, especialmente tras sus actuaciones en los debates a cuatro en televisión. En Unidas Podemos se reconoce que habrá una caída en escaños, tiene 67, aunque también se cuenta que el buen hacer de su candidato haya contenido la sangría de votos hacia los socialistas y atraído a una buena parte de los indecisos de izquierda.
Albert Rivera va a por todas. El líder de Ciudadanos no quiere volver a quedarse en tierra de nadie y confía en ser decisivo en la formación del nuevo Gobierno. No hace ni un año aspiraba a suceder a Mariano Rajoy en la Moncloa después de darle apoyo en un Gobierno débil, pero llegó la moción de censura de Pedro Sánchez a lomos de la corrupción que se llevó al PP por delante, y también las bazas que, según todas las encuestas, tenía Rivera para convertirse en el siguiente presidente. Desde entonces el líder liberal se ha dedicado en cuerpo y alma a recolocarse en el tablero para disputarle a Pablo Casado la primacía de la derecha y consolidarse como la alternativa al PSOE.
En Ciudadanos creen que están a un paso de conseguirlo. El optimismo reina en la sede nacional naranja después de la intervención del catalán en los dos debates electorales, en los que, insisten, consiguió liderar la oposición a Pedro Sánchez. Los sondeos internos hablan de una fuerte remontada y le sitúan en un empate técnico con Casado, de ahí que Rivera alentase sobre el posible vuelco electoral en la recta final de la campaña. «Hay posibilidades de que haya cambio en España (...), los datos son esperanzadores», ha abundado estos días.
Todo lo que concierne a Vox y a sus posibilidades en estas generales es una incógnita. Solo hay una cosa clara, que la ultraderecha volverá a tener representación en el Congreso, algo que no lograba desde 1979 con el franquista Blas Piñar.
La duda es cuántos escaños pueden llegar a ocupar los de Santiago Abascal. Las encuestas realizadas a lo largo de la campaña electoral varían de forma significativa. Desde darles apenas una veintena de diputados hasta alcanzar los 40, una coirfra que ahora se teme que vaya a ser incluso superior. Tampoco ayuda a la hora rellenar la quiniela el precedente de las elecciones andaluzas, donde nadie llegó a pronosticar sus doce representantes en la Cámara regional.
El primer objetivo de Vox, el de volver a la primera línea política, está hecho. Pero la formación se ha marcado otras metas. La principal de ellas es la de ser decisivo en el próximo Gobierno, y esto pasa inevitablemente por que la derecha alcance los 176 escaños que suponen la mayoría absoluta. A partir de ahí, la ultraderecha podría jugar distintos papeles. Uno de ellos sería el de servir de soporte en la Cámara baja a un bipartito formado por PP y Ciudadanos. Es la carta que juegan los liberales, que son conscientes de que ni parte de su electorado ni sus correligionarios europeos, empezando por En Marche del presidente francés Emmanuel Macron, entenderían un acuerdo con la extrema derecha.
No parece, sin embargo, que a Vox le preocupen lo más mínimo las diatribas de Ciudadanos. Albert Rivera no es para Abascal más que un aliado ocasional para alcanzar mayores cotas de poder y de hecho, ambos chocan abiertamente en medidas sociales como el aborto o la legalización de la eutanasia. El líder de Vox suele decir que los liberales son un partido «veleta».
Pablo Casado dejó abierta ayer la puerta que más le puede agradar a los de Abascal, entrar a formar parte de un Gobierno de coalición. Y por soñar, Vox lo hace con que el músculo que ha mostrado a lo largo de la campaña, en la que ha firmado sonadas movilizaciones en sus mítines, se traduzca en erigirse como tercera fuerza nacional tras socialistas y populares.
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