Escribiré este artículo desde el punto de vista de mi profesión, la psicología clínica, no desde el punto de vista político, campo ajeno a mi persona, salvo para votar y pagar impuestos.
Pondré cuatro ejemplos de cuatros países que pasan en la actualidad por momentos muy peculiares: Estados Unidos, Brasil, Reino Unido y nuestro país, España; la peculiaridad de los cuatro es que las emociones primitivas han desplazado a la razón en la toma de decisiones.
Comenzando por Estados Unidos: todos sabemos que desde que llegó al poder el actual presidente, Donald Trump, la nación ha entrado en una etapa explosiva de inestabilidad, en un retroceso en múltiples aspectos sociales, en cambios drásticos en comercio exterior, en relaciones internacionales, inmigración, política de género, seguridad social, medio ambiente?en fin, en la mayor parte de aspectos de la vida: economía, seguridad, valores. Hace ya tiempo, que un prestigioso grupo de psiquiatras norteamericanos, basándose en el análisis de las conductas cotidianas, públicas y privadas, del presidente, ha llegado a la conclusión de que el Sr. Trump padece un grave trastorno narcisista de la personalidad. Han hecho público un informe psiquiátrico y la firma de todos ha dado al diagnóstico una certeza clínica a prueba de objeciones.
En Brasil hace un par de meses el presidente Bolsonaro ha sustituido a la anterior presidenta Dilma Rousseff, acusada de un dudoso delito de inexactitud en las cuentas fiscales y cesada, por ese motivo, en 2016. El presidente anterior a Dilma, Lula da Silva, también fue cesado en diciembre de 2011, acusado similarmente de corrupción pasiva. La ciudadanía brasileña es consciente de que el cese de ambos presidentes (del mismo Partido de los Trabajadores) está más cerca de un golpe de estado que de una decisión judicial correcta. La locura, en el caso de la política brasileña es que la élite que ha llevado al poder a Bolsonaro sabe que la gran mayoría de los brasileños son conscientes de que el cambio de gobierno ha sido contrario a los principios democráticos: querer gobernar ese inmenso país con los mecanismos propios de una dictadura, es sustituir la racionalidad democrática por la locura de la avidez económica.
Inglaterra lleva metida en un túnel de difícil salida, desde el referéndum sobre el Brexit. Los resultados del mismo, fueron generadores de insatisfacción desde el principio: la poca diferencia de votos entre el sí y el no y el haber tenido que negar a posteriori las supuestas ventajas que los conservadores sostenían que habría por la salida de la UE han hecho que durante largos meses la política del gobierno ha ido a la deriva y ha dado lugar el pasado sábado a una de las mayores manifestaciones del Reino Unido, con más de un millón de personas pidiendo no salir de Europa y/o convocar un segundo referendum.
De nuevo lo pasional y los intereses de partido han primado sobre lo racional y han convertido el último año de gobierno de la Sra. May en un baile de decisiones entre la tragicomedia y la locura.
Finalmente, en España estamos en vísperas de elecciones generales: la población se encuentra dividida ( siempre "las dos Españas") entre una parte que desea avanzar hacia el futuro con un gobierno de centro izquierda, y otra parte que desea la inmovilidad y la vuelta atrás, hacia un pasado político idealizado como el único seguro.
En la vida afectiva el mecanismo de regresión a estados anteriores se da en el individuo en situaciones traumáticas, como única salida (patológica) ante el sufrimiento. Pero, como sociedad, España no está ahora en un momento más difícil de como ha estado los últimos años, y gran parte de la población ha conocido durante años las dificultades para el desarrollo económico y para las libertades, que un régimen dictatorial conlleva. Querer volver a un régimen similar al franquismo, es confundir las ideas delirantes con la realidad compleja e inevitablemente nueva. El miedo a los cambios, a los problemas difíciles que hay que enfrentar y resolver, no puede paralizar una nación y mucho menos dar marcha atrás en el sentido de la Historia.
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