Fotografiar es hacer una indagación que abarca todo nuestro ser, no sólo nuestra parte racional o intelectiva sino también la sensibilidad y la percepción más sutiles. Una incitación a la reflexión a partir del mundo sensible: tanto de los fenómenos de la naturaleza como de las creaciones del hombre. La reflexión parte pues lo que tenemos más a mano, de lo tangible, perceptible con nuestros sentidos. Una reflexión, ésta, que pide tener la mente y los sentidos bien despiertos, atentos y abiertos. Como si ambos ?mente y sentidos? tuvieran algo así como unos sensores capaces de captar la Realidad en su absoluta profundidad, captar aquello que la Realidad está diciendo a cada instante. Para ello hay que saber callar la mente y escuchar el lenguaje silencioso de la Realidad. Hay que afinar nuestros sentidos y silenciar nuestra mente.
Desde este punto de vista, quizás también hay que aprender a mirar la realidad como símbolo de una realidad menos evidente a primera vista, como un símbolo que nos libere de los conceptos y nos permita captar lo más inefable y misterioso. Como un símbolo que apunte a lo que no se puede describir con palabras. Esta reflexión sobre las cosas como símbolo de una realidad absoluta nos llevaría más a la comprensión, casi podríamos decir a la contemplación, que a la interpretación de la Realidad.
Tal como es esa personalidad que nos hemos forjado es como interpretamos la realidad. nuestra propia forma de sentir nos sitúa en un ámbito de permeabilidad a la Realidad, nos unifica con ésta, nos hace partícipes de ella. En la contemplación la inteligencia funciona sin la interferencia de nuestros patrones e interpretaciones mentales generados por nuestros pensamientos a partir del deseo y el temor. Por tanto, la contemplación puede permitir que la realidad aparezca tal como es, sin nuestras interferencias, como algo absolutamente nuevo e independiente de nosotros, esto es, independiente de las limitaciones en que la enmarcamos.
Fotografiar es pues un acto del sentimiento, transmitir las sensaciones que la realidad nos transmite, sólo así fotografiar se convierte en una expresión artística y en objeto de nuestra indagación de nuestro ser. Fotografiar es entonces un acto de creación.
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