Solo el 31% de los menores de 65 años espera tener una buena calidad de vida, mientras que el 71% de los mayores afirma disfrutarla
Si se cumplen las previsiones, España se convertirá en pocos años en el país más longevo del mundo, por delante de Japón, que lleva años ostentando ese récord. Sin embargo, el alargamiento de la vida no siempre va acompañado de una buena calidad de vida.
La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha realizado una encuesta a 1.139 españoles sobre vejez desde la óptica del adulto, el anciano y el cuidador. Con ella, la organización pretende desvelar cuáles son las expectativas que tienen las personas de mediana edad (entre 45 y 64 años), contrastándolas con las realidades de quienes ya están en la llamada tercera edad (entre 65 y 84 años). Para completarlo, la OCU ha recabado la opinión de numerosos cuidadores de personas en situación de dependencia.
La residencia, la última opción deseada
La encuesta de OCU revela que solo el 2% de la población de cualquier edad contempla la posibilidad de ir a una residencia mientras se mantenga con buena salud. Entre los de mediana edad, el 42% de los encuestados acudiría a ella si se encontrara en una situación de dependencia.
Sin embargo, a medida que avanza la edad, este propósito disminuye: solo el 26% de los encuestados de más de 75 años desea instalarse en una residencia si se convierte en dependiente y el 48% manifiesta no querer dejar su hogar, pese a todo.
Si se piensa en los cuidados que se necesitarán llegada la vejez, la mayoría de los encuestados prefiere contar con la familia para disfrutar de compañía y realizar actividades sociales y a los profesionales para ayudar con la higiene personal y el trabajo del hogar.
Además, hay disparidad de opiniones entre quienes creen que podrán contar con el apoyo de un familiar y los que descartan esa opción de antemano: uno de cada cinco encuestados menores de 65 años cuenta con ello, mientras que el 32% descarta esa posibilidad. Según OCU, esta última intuición coincide con la situación real de gran parte de los mayores de 65 años que tienen alguna dificultad para desenvolverse, pero que sin embargo carecen de ayuda familiar.
Entre los motivos que señalan estos mayores para justificar esa situación están el deseo propio por no querer molestar a sus allegados, la distancia con el domicilio de sus familiares o la falta de tiempo de los mismos. Además, los mayores puntúan la oferta profesional de cuidado de mayores como insuficiente, tanto los servicios a domicilio (5,3 sobre 10) como las residencias (4,5 sobre 10).
Entre el pesimismo y la esperanza
Una de las principales conclusiones de esta encuesta es que los españoles de mediana edad imaginan su vejez de una forma más negativa a como la ven quienes ya han llegado ella. Así, por ejemplo, los encuestados entre 45 y 64 años puntúan de manera anticipada su futuro con una valoración de 66 sobre 100, una cifra bastante inferior al 81 que los de mayor edad otorgan a su calidad de vida global.
Otro de los datos más relevantes que se desprenden de este estudio, es que las perspectivas económicas son un factor determinante para plantear la vejez de forma más o menos positiva entre las personas de mediana edad (entre 45 y 64). Según la encuesta de OCU, cuanto más acomodada se prevé la situación financiera, mejor se imaginan los demás componentes de la calidad de vida, incluso aquellos que nada tienen que ver con el dinero, como el grado de movilidad.
De hecho, el 64% de los encuestados menores de 65 años cree que el dinero no le alcanzará para cubrir sus necesidades futuras, por eso cerca de la mitad ahorra en una cuenta corriente y cuatro de cada diez tiene un plan de pensiones.
Entre los mayores, sin embargo, el estado de salud y la vida social son los factores que más influyen en la percepción de la calidad de vida global; cuanto más escasas son la una, la otra o ambas, más baja es la nota que se asigna a la calidad de vida en su conjunto.
Cuidadores, un papel difícil
En el estudio de OCU, tres de cada diez encuestados entre los 45 y los 84 años se encuentran involucrados en el cuidado de alguna persona dependiente. Muchas de estas personas dedican gran cantidad de tiempo a esta tarea: un 26% todos los días del año y otro 25% al menos cuatro horas, seis o siete días a la semana.
Además, la entrega al cuidado de un dependiente supone en muchos casos una pérdida de calidad de algunos aspectos de la vida del cuidador, como el ocio y la vida social, la situación financiera o el estado de salud. Tres de cada diez cuidadores, de hecho, dicen que su papel tiene un gran impacto en su salud mental.