Teniendo en cuenta que usted llego a Presidente por una Moción, legal, sí señor, pero mintiendo a todos los que le creyeron, no me extraña su comentario sobre la foto de la Mendía y del Otegui? Perfecta para estas fechas? ¿Ha preguntado a las familias de la victimas, o las propias víctimas que han sufrido el terror del asesinato, o verse custodiados por personal de seguridad las 24 horas? No señor, usted nunca supo lo que se sufre, cuando no sabes de dónde va venir el tiro o la "la lapa". Llegó a Presidente con el apoyo de los que tienen las manos manchadas de sangre, de los independentistas, de los anti sistema? ¿Que va a decir?. Una mentira más en su largo expediente. ¿Dónde dejó olvidada la transparencia, la convocatoria de elecciones, si alguno de su gobierno copiaba una tesis le dimitía. Nada, que estupidez, esas palabras las pronunció, según su portaboza, cuando era solamente Pedro. ¿No sufrirá a parte del Síndrome de Narciso, algún tipo de amnesia selectiva? Le explico otra cosita presi, su amado Falcon, que por cierto usa hasta para hace PIS, no es suyo, es de todos nosotros. Las obras que hizo en La Mareta, el dinerito gastado en cambiar el aire acondicionado y alguna cosita más es de Patrimonio, que quedó la decoración de la mansión "de peli" se lo creo, señor antojadizo, le vuelvo a insistir que no es su casa, es de todos los españoles, cedida por el Rey Felipe VI para promocionar la isla, donde falleció su abuela Dª María. De seguir desgobernando a golpe de Decretazo, ni para medio mes nos va dar el salario. Los viajes que su dama y usted hacen en plan turismo, los pagamos todos; mire Sanchez, con su dinero puede hacer? lo que le salga donde más duelen los granos, pero con el mío?es sagrado el destino que se dé a mis cuartos. El todo gratis de excursiones al Caribe, aquí no vale. ¿Recuerda si cuando usted iba a clases daba Ética? De ser positiva la respuesta, me temo que no, seguro que ese día no acudió a calentar el asiento. Resultó muy interesante, el docto profesor, hablo de la necesidad de practicar dignidad y verdad ¡Pena de ausencia!. La corrupción de Andalucía pasó factura, el clientelismo ya no cuaja, la gente está agotada de oír mentiras, necesita ver el sol, respirar, los asfixiaron durante 36 años de clientelismo, el pueblo tiene en su mano el voto y con el decide quién desea le gobierne durante un tiempo, impulsar aires nuevos, es tan necesario? una tierra que tiene todo, y no se supo gestionar ni la riqueza del mar, de sus paisajes, de sus huertas, de?no hay industria, paro y analfabetismo, no hay inversiones extranjeras. Sabemos del cabreo que sufre la jequesa, no cayó del caballo como le ocurrió a Saulo de Tarso, vamos que no sale de su asombro. ¡Pena!
Recuerdo a un tertuliano, por supuesto no invitado de la Sexta, muy clarito dijo de usted, repudiado entonces por los viejos socialistas, que hoy callan? o medio callan. Está grabado: Si Sanchez gana yo me voy del partido, porque es una persona que buscará por todos los medios y hará todo lo que haga falta, sea lo que sea, para una vez subido al poder, acabar destruyendo España; no nos llamemos a engaño?Se refería a las intrigas internas de PSOE por aquel entonces? Lo que hoy sufrimos los viejos socialistas no es nada comparado que lo que ocurrirá en España cuando por fin Sanchez consiga ser el JEFE DE ESTADO de su soñada republica NACION DE NACIONES. Entonces no podremos culpar a nadie, porque todos los españoles seremos cómplices, por no haber querido hacer algo para impedirlo.
La tragedia está en marcha, la solución en nuestras manos en las próximas elecciones y espero que si algo le queda? Convoque elecciones, no se da cuenta por la fabula que le he contado sobre los narcisistas, indica enfermedad y cuanto antes se ponga remedio, menos tratamiento necesita. Usted no es ombligo de nada, y referente? de menos.
Hoy le dejo con el Conde Lucanor y su amigo Patronio. Observe cuánto vale un buen consejero
Lo que sucedió al árbol de la Mentira
Un día hablaba el Conde Lucanor con Patronio, su consejero, y le dijo:
?Patronio, sabed que estoy muy pesaroso y en continua pelea con unos hombres que no me estiman, y son tan farsantes y tan embusteros que siempre mienten, tanto a mí como a quienes tratan. Dicen unas mentiras tan parecidas a la verdad que, si a ellos les resultan muy beneficiosas, a mí me causan gran daño, pues gracias a ellas aumentan su poder y levantan a la gente contra mí. Pensad que, si yo quisiera obrar como ellos, sabría hacerlo igual de bien; pero como la mentira es mala, nunca me he valido de ella. Por vuestro buen entendimiento os ruego que me aconsejéis el modo de actuar frente a estos hombres.
?Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, para que hagáis lo mejor y más beneficioso, me gustaría mucho contaros lo que sucedió a la Verdad y la Mentira.
El conde le pidió que así lo hiciera.
?Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, la Verdad y la Mentira se pusieron a vivir juntas una vez y, pasado cierto tiempo, la Mentira, que es muy inquieta, propuso a la Verdad que plantaran un árbol, para que les diese fruta y poder disfrutar de su sombra en los días más calurosos. La Verdad, que no tiene doblez y se conforma con poco, aceptó aquella propuesta.
Cuando el árbol estuvo ya plantado y había empezado a crecer frondoso, la Mentira propuso a la Verdad que se lo repartieran entre las dos, cosa que agradó a la Verdad. La Mentira, dándole a entender con razonamientos muy bellos y bien construidos que la raíz mantiene al árbol, le da vida y, por ello, es la mejor parte y la de mayor provecho, aconsejó a la Verdad que se quedara con las raíces, que viven bajo tierra, en tanto ella se contentaría con las ramitas que aún habían de salir y vivir por encima de la tierra, lo que sería un gran peligro, pues estarían a merced de los hombres, que las podrían cortar o pisar, cosa que también podrían hacer los animales y las aves. También le dijo que los grandes calores podrían secarlas, y quemarlas los grandes fríos; por el contrario, las raíces no estarían expuestas a estos peligros.
Al oír la Verdad todas estas razones, como es bastante crédula, muy confiada y no tiene malicia alguna, se dejó convencer por su compañera la Mentira, creyendo ser verdad lo que le decía. Como pensó que la Mentira le aconsejaba coger la mejor parte, la Verdad se quedó con la raíz y se puso muy contenta con su parte. Cuando la Mentira terminó su reparto, se alegró muchísimo por haber engañado a su amiga, gracias a su hábil manera de mentir.
La Verdad se metió bajo tierra para vivir, pues allí estaban las raíces, que ella había elegido, y la Mentira permaneció encima de la tierra, con los hombres y los demás seres vivos. Y como la Mentira es muy lisonjera, en poco tiempo se ganó la admiración de las gentes, pues su árbol comenzó a crecer y a echar grandes ramas y hojas que daban fresca sombra; también nacieron en el árbol flores muy hermosas, de muchos colores y gratas a la vista.
Al ver las gentes un árbol tan hermoso, empezaron a reunirse junto a él muy contentas, gozando de su sombra y de sus flores, que eran de colores muy bellos; la mayoría de la gente permanecía allí, e incluso quienes vivían lejos se recomendaban el árbol de la Mentira por su alegría, sosiego y fresca sombra.
Cuando todos estaban juntos bajo aquel árbol, como la Mentira es muy sabia y muy halagüeña, les otorgaba muchos placeres y les enseñaba su ciencia, que ellos aprendían con mucho gusto. De esta forma ganó la confianza de casi todos: a unos les enseñaba mentiras sencillas; a otros, más sutiles, mentiras dobles; y a los más sabios, mentiras triples.
Señor conde, debéis saber que es mentira sencilla cuando uno dice a otro: «Don Fulano, yo haré tal cosa por vos», sabiendo que es falso. Mentira doble es cuando una persona hace solemnes promesas y juramentos, otorga garantías, autoriza a otros para que negocien por él y, mientras va dando tales certezas, va pensando la manera de cometer su engaño. Mas la mentira triple, muy dañina, es la del que miente y engaña diciendo la verdad.
Tanto sabía de esto la Mentira y tan bien lo enseñaba a quienes querían acogerse a la sombra de su árbol, que los hombres siempre acababan sus asuntos engañando y mintiendo, y no encontraban a nadie que no supiera mentir que no acabara siendo iniciado en esa falsa ciencia. En parte por la hermosura del árbol y en parte también por la gran sabiduría que la Mentira les enseñaba, las gentes deseaban mucho vivir bajo aquella sombra y aprender lo que la Mentira podía enseñarles.
Así la Mentira se sentía muy honrada y era muy considerada por las gentes, que buscaban siempre su compañía: al que menos se acercaba a ella y menos sabía de sus artes, todos lo despreciaban, e incluso él mismo se tenía en poco.
Mientras esto le ocurría a la Mentira, que se sentía muy feliz, la triste y despreciada Verdad estaba escondida bajo la tierra, sin que nadie supiera de ella ni la quisiera ir a buscar. Viendo la Verdad que no tenía con qué alimentarse, sino con las raíces de aquel árbol que la Mentira le aconsejó tomar como suyas, y a falta de otro alimento, se puso a roer y a cortar para su sustento las raíces del árbol de la Mentira. Aunque el árbol tenía gruesas ramas, hojas muy anchas que daban mucha sombra y flores de colores muy alegres, antes de que llegase a dar su fruto fueron cortadas todas sus raíces pues se las tuvo que comer la Verdad.
Cuando las raíces desaparecieron, estando la Mentira a la sombra de su árbol con todas las gentes que aprendían sus artimañas, se levantó viento y movió el árbol, que, como no tenía raíces, muy fácilmente cayó derribado sobre la Mentira, a la que hirió y quebró muchos huesos, así como a sus acompañantes, que resultaron muertos o malheridos. Todos, pues, salieron muy mal librados.
Entonces, por el vacío que había dejado el tronco, salió la Verdad, que estaba escondida, y cuando llegó a la superficie vio que la Mentira y todos los que la acompañaban estaban muy maltrechos y habían recibido gran daño por haber seguido el camino de la Mentira.
Vos, señor Conde Lucanor, fijaos en que la Mentira tiene muy grandes ramas y sus flores, que son sus palabras, pensamientos o halagos, son muy agradables y gustan mucho a las gentes, aunque sean efímeros y nunca lleguen a dar buenos frutos. Por ello, aunque vuestros enemigos usen de los halagos y engaños de la mentira, evitadlos cuanto pudiereis, sin imitarlos nunca en sus malas artes y sin envidiar la fortuna que hayan conseguido mintiendo, pues ciertamente les durará poco y no llegarán a buen fin.
Al conde le agradó mucho este consejo que Patronio le dio, siguió sus enseñanzas y le fue bien.
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