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Julio Llamazares celebra el día de las librerías en Letras Corsarias
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DÍA MUNDIAL DE LAS LIBRERÍAS

Julio Llamazares celebra el día de las librerías en Letras Corsarias

Actualizado 16/11/2018
Charo Alonso

Ante un local repleto de lectores, el autor leonés recordó la importancia de las catedrales presentando su nuevo libro 'Las rosas del sur'

La mejor manera de celebrar el 16 de noviembre, Día Mundial de las librerías, es llenándolo de lectores para reivindicar su carácter de espacio de encuentro e intercambio sosegado. Y nadie mejor para ello que el autor leonés Julio Llamazares, uno de los nombres más reconocidos de la literatura contemporánea, historia viva del periodismo y de esa prosa que, como un río que nos lleva, ha practicado el relato, la poesía, la crónica, la columna, el libro de viajes, la memoria, la novela y el guión cinematográfico siempre alentado por un discurso poético que sabe mirar, observar y reflejar como nadie la historia reciente de nuestro país. Cálido, cercano, rotundo y pleno de sabiduría, el escritor se felicitó por este espacio privilegiado de charla con los lectores y con los amigos ?como el poeta Antonio Colinas- que abarrotaron la librería y que escucharon, en expectante silencio, su palabra honda y sentida.

Presenta Llamazares la segunda parte de su monumental recorrido por las catedrales de nuestro país, Las rosas del sur, y lo hace, como en el 2008, con lo que no es ni un libro espiritual, ni artístico. Para el autor, que considera las catedrales las pirámides de occidente, el carácter de la ciudad se refleja en estos inmensos lugares de culto que, en nuestra época, han sido sustituidos por los centros comerciales y los estadios. Lugares donde se vivía el pulso de las poblaciones y que constituían la corona de la ciudad, el espacio religioso, artístico y cultural dónde se mostraba la importancia y la riqueza de la ciudad trazada en torno a estos inmensos monumentos.

Para Llamazares, atento observador del devenir de nuestro país como novelista y columnista del diario EL PAÏS, la diversidad de las regiones españolas ?cuya diferenciación administrativa es artificial, siendo más adecuada la eclesiástica que sigue la delimitación de los romanos- es una riqueza y una muestra atroz de las desigualdades a las que asistimos. Y pone por ejemplo que la restauración de la catedral de Vitoria, absolutamente modélica y abierta al público con el acertado cartel de "Abierto por obras" tiene un presupuesto superior al que se gasta en las obras de las once catedrales castellano leonesas juntas. Buena prueba de esa España olvidada y deshabitada que Llamazares ha relatado y descrito desde El río del olvido, de 1990. Nacido en un pequeño pueblo leonés hundido por la aguas de un pantano, el autor supo muy pronto de una forma de vida desaparecida, de un paisaje anegado por la modernidad y recuerda, que muy niño aún, su padre le llevó a León y que lo primero que le enseñó fue la catedral, impresión que nunca olvidaría porque le pareció un decorado inmenso, una fotografía mágica, experiencia que narra en el exquisito libro de memorias Escenas de cine mudo reeditado en el 2006 y que nos cuenta recordando que su padre le enseñó a mirar la catedral no hacia arriba, sino a ver el reflejo de la misma en la pila del agua bendita, un detalle que, probablemente, habría leído de otro gran viajero de notas compulsivas, Miguel de Unamuno.

Autor confeso de libros de viajes, el relato de Llamazares es ameno, pleno de conocimiento, de humor inteligente y cercanía recia de quien sabe lo que dice y lo ama. Por eso desgrana sus anécdotas del natural recordándonos que el autor de viajes ha de fijarse en el paisaje, en los personajes y en el azar, aspecto este último que hemos descartado de nuestros viajes modernos porque ya lo hemos visto todo por internet antes de emprender el trayecto. Partir por partir, como decía Rimbaud, ya no existe, porque hemos convertido el viaje en un objeto de consumo. Un viaje que, para el autor, está en todas las obras de la literatura universal como La Anábasis, La Odisea, La Iliada, La Guerra de las Galias, El Quijote o las novelas del oeste o de aventuras. El paisaje y la memoria son las gotas de agua en el río de la literatura ?afirma Llamazares- y forman parte de la tradición clásica del hombre que escribe para viajar y viaja para escribir. El viaje es un pretexto para la escritura, porque es anterior a ella y determina esa escritura que ha de hacerse con los ojos y los oídos muy abiertos.

La voz de Llamazares, de ecos de caminos y de umbrías boscosas, se ilumina de anécdotas y de gracia, por ejemplo, cuando relata que el viajero ha de seguir las recomendaciones de las líneas férreas portuguesas que no se limitan a decir "Atención al tren" sino que recomiendan al viajero que "Pare, escuche y mire", una actitud ante el viaje que también le enseñó un autor soriano, Avelino Hernández cuando le dijo que el viajero tenía que hablar con todo el mundo, principalmente con los viejos y beber en todas las fuentes.

Fuentes muy diversas a lo largo de un país cuya evolución, para Llamazares, se ve en las catedrales entregadas al turismo y que ya no son de la gente de la ciudad en la que están ?relata como un hombre en Jerez, preguntado por el autor por la fecha de la catedral le contestó No sé, es que yo soy de aquí-, porque el visitante ya no se siente en su lugar de culto, sino en un escenario de autómatas con audioguías que han convertido la catedral en un museo. Catedral que se construyó para ver a Dios, como un reflejo de la ciudad de Dios en la tierra, lleno de retablos que son el cómic de la antigüedad, el sueño de locos como dijo aquel: "Hagamos un templo tan fabuloso que los que nos sucedan nos tomen por locos" y que, para Llamazares, son un libro de piedra donde lees la historia de la ciudad, su evolución, el carácter de sus gentes, el refugio de quienes eran perseguidos y el espacio para caminar, rezar y encontrarse que ahora te vale un dinero para una entrada, lo que hace que la gente de la ciudad no se sienta partícipe de su catedral, entregada al turismo.

Naves de piedra varadas en nuestras ciudades levíticas, recorridas por un viajero que toma notas, habla con la gente, describe con excelente oído las impresiones de aquellos con los que se encuentra, paisaje, paisanaje, pincelada impresionista, a veces expresionista de un mundo que evoluciona a lo largo de un país infinito. Catedral que es rosa de piedra, misterio arquitectónico, palimpsesto de las sucesivas épocas de un espacio humano vivido y contado desde la intrahistoria unamuniada con la pluma acerada de un periodista, un autor que, despojado de la tiranía de los géneros, observa la realidad viviéndola, relatándola y ofreciéndonosla con la mayor de las generosidades y el más esmerado de los oficios. No en vano, el autor reconoce que los libros se escriben durante toda la vida, y cuando el fruto empieza a aumentar desde el germen, salen y caen por su peso. Un peso, el de esta obra fecunda, amada por los lectores y reconocida por la crítica, que no hemos sentido esta noche de celebración de la palabra, del viaje, de la historia, de la literatura en letras capitulares y monumentales edificios de piedra donde resguardarnos de la realidad para vivirla mejor.

-¿Cuál es tu catedral favorita después de haberlas recorrido todas?

-Cuando empecé este proyecto no sabía que eran 75 catedrales, y que me ocuparían tantas páginas? pero si tengo que elegir me quedo con las catedrales que ya no son capitales, y que, como Coria y Ciudad Rodrigo están asentadas en ciudades episcopales y levíticas que siguen apretándose en torno a ellas.

Más allá de la Plaza iluminada, la torre de nuestra Catedral Nueva se pone de puntillas para recordarle a Llamazares su presencia erguida que el autor ha recordado cuando nos dijo que cinco ciudades tienen dos catedrales, deseo de renovación y de ampliación: Plasencia, Vitoria, Lérida, Cádiz y esa Salamanca a la que se le quedó pequeño el templo románico. Grandeza gótica de columnas hacia el cielo y arquitectura soberana, recorrido humilde de un viajero necesario. Nadie podía hacer este viaje monumental e íntimo con más conocimiento y reconocimiento que Julio Llamazares. Nadie mejor para celebrar el día de las librerías, el día, en suma, de los que vivimos viajando a través de los libros.

Texto: Charo Alonso.

Fotografía: Alberto Martín.

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