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“Calumnia, que algo queda”; esta vez, contra el obispo de Salamanca
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“Calumnia, que algo queda”; esta vez, contra el obispo de Salamanca

Actualizado 03/11/2018
Tomás González Blázquez

“Calumnia, que algo queda”; esta vez, contra el obispo de Salamanca | Imagen 1

La verdad duele a veces. No obstante, es bueno, es propio del amor a Dios, para el que en Él crea, y del amor al prójimo, para el que en el otro lo sienta, desear que la verdad reluzca, que se luche por ella, y que la paz surja de la verdad y no al revés. Divisa célebre y asumida: primero la verdad. Pero siempre. También el lunes pasado cuando la que me dolía, y aún me duele, era la mentira con que se atacaba a una persona que aprecio, Carlos López Hernández, obispo de Salamanca.

Corren malos tiempos para la verdad, puesta a menudo en entredicho. Porque "no existe", porque "tiene muchas caras", porque "cada uno tiene la suya", versiones todas más aceptadas que la creencia en una verdad, y mucho menos en la Verdad, por lo que no sorprenden el manoseo de los hechos, la manipulación, la descontextualización, la tergiversación? ¿Primero la verdad que la paz? Ojalá, pero antes habrá que sacar a la verdad de la crisis a la que ha sido empujada por todos aquellos que aspiran a imponer "su verdad". Es una tentación de la que nadie está exento, por lo que urge insistir en el propósito de no caer en el prejuicio. A mí me cuesta.

Acudiendo al asunto concreto por el que ha sido atacado el obispo de Salamanca, existe una víctima que denunció haber sufrido entre 1982 y 1992 los abusos sexuales de un sacerdote, y éste fue declarado culpable y condenado en 2011 por un tribunal eclesiástico (la justicia civil no era competente ya sobre hechos prescritos, mientras que la Iglesia, más solícita, derogó la prescripción canónica para juzgarlos). El comunicado que la Diócesis de Salamanca hizo público el martes día 30 desmonta con brevedad y precisión la burda manipulación al hilo de ese caso ya sentenciado. Para El País, al fin y al cabo, el de Salamanca es un obispo más. Tan útil para atacar a la Iglesia como el de Tánger o el de Roma.

Sin embargo, para los medios de comunicación salmantinos, no es un obispo sino el obispo, y con inusitada rapidez no es que se hicieran eco del hecho de que El País acusara a Don Carlos, sino que dieron por bueno un relato construido sobre pobres pilares. "Una grabación destapa que ofreció dinero". "Pillado proponiendo un acuerdo". "Ofreciendo dinero para frenar el escándalo". "Negociando una compensación". "Quiso callar". Titulares todos ellos de noticias en las que no se especifica si ese medio de comunicación se ha puesto en contacto con el obispo o con la diócesis para contrastar. Y firmadas con un genérico "Redacción" (o similar): ¡hay que ver cuántas pseudo-noticias escribe ese profesional! (¿se imaginan que los médicos firmáramos "Sacyl"?).

Los medios locales, salvo honrosas excepciones más moderadas, se pusieron a rebufo de una sabrosa historia (¡y falsa!) que garantizaba lectores atraídos por un titular sensacionalista (¡y falso!). ¿Por anticlericalismo definido en su línea editorial? Quizá en algún caso, desaforado ya en los comentarios de las noticias como en el vertedero de las redes sociales, hasta el insulto y la incitación a la violencia contra el obispo y contra los católicos en general (¿no decían que existía una maligna "ley mordaza"?). En otros casos, por mera animadversión hacia la persona cuestionada: ¿acaso iban a desaprovechar determinados medios la oportunidad de desacreditar a este obispo que les desagrada y no les baila el agua por muy falsa que sea la "noticia"? No, claro que no. Tanto daba la verdad. Calumniaron, que algo quedaría, que algún daño harían a nuestro obispo Carlos. Y no, no estoy matando al mensajero. El muerto, y enterrado, es el mensaje a manos de los que trabajan para difundirlo con veracidad. O de eso nos queremos seguir fiando. Lo necesitamos, los necesitamos, para crecer como sociedad adulta, crítica y libre.

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