Los jóvenes de Salamanca esperan que les sigamos acompañando y ofreciendo mensajes de profundidad, incluso cristiana, pero con ropaje agradable y festivo
En la última semana, hemos tenido dos acontecimientos relacionados con los jóvenes: El festival misionero de los jóvenes, o "La noche joven del DOMUND", que se celebró el viernes pasado en el pabellón de deportes de los maristas; y el final del Sínodo de los Obispos acerca de "Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional".
La fiesta de la noche joven del DOMUND había convocado a jóvenes de toda la diócesis de Salamanca. Como es tradicional, no fueron demasiados los jóvenes que respondieron a esta llamada. Con todo, se superó el número de ciento cincuenta. Hubo canto, baile, raperos, vídeos y testimonios de misioneros, terminando el encuentro con un saludo de nuestro obispo.
La velada agradó a los jóvenes, y los organizadores quedaron comprometidos a mejorar la organización y la convocatoria, pero también a repetir la experiencia en un lugar más acogedor el año próximo. Mereció la pena y merecerá la pena repetir. Lo mejor de la experiencia fue que nos unió a diversos organismos diocesanos, fundamentalmente la delegación diocesana de Enseñanza, con buen número de colaboradores de los colegios --aunque también algunos muchachos de parroquias--, y el Servicio Diocesano de Misión "ad gentes", o de misiones exteriores.
Los jóvenes de Salamanca esperan que les sigamos acompañando y ofreciendo mensajes de profundidad, incluso cristiana, pero con ropaje agradable y festivo, como se ha hecho en esta ocasión.
El otro acontecimiento ha sido el final del Sínodo de Obispos en Roma, que concluyó con dos documentos del máximo interés: una carta dirigida a los jóvenes de todo el mundo por los obispos asistentes al Sínodo y por los jóvenes invitados; y un documento conclusivo que recoge todas las reflexiones de la asamblea y que ha sido puesto en las manos del Papa Francisco para que lo utilice como mejor le parezca ‑‑quizá con un nuevo documento más personal suyo--, pero que también se ofrece a todas las iglesias y grupos cristianos o no cristianos, con el fin de que se pueda seguir reflexionando sobre los temas que se han tratado en el casi un mes entero que los obispos han estado reunidos en Roma.
Los temas contenidos en el documento final son todos aquéllos que pueden ser interesantes para tenerlos en cuenta a la hora de acercarse y ofrecer orientación a los jóvenes de todo el mundo, o incluso para escucharlos a ellos y tener en cuenta todos sus valores de esperanza y creatividad.
Han sido fruto de días de escucha, diálogo, encuentro y reflexión acerca de la situación actual en la que viven los jóvenes de los cinco continentes. Los padres sinodales, junto al papa Francisco, auditores y peritos, han visibilizado un estilo eclesial marcado por la sinodalidad o la reflexión común.
El texto consta de tres partes con un total de doce capítulos, precedidos por una introducción y seguidos de una conclusión. El pasaje de los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35) sirve de referencia bíblica para el contenido que el documento desarrolla.
La primera parte, titulada «Caminaba con ellos», contiene cuatro capítulos, en los que se subraya el valor y la importancia de la escucha por parte de la Iglesia a los jóvenes, el ambiente digital en el que viven, el fenómeno de las migraciones y el rechazo a cualquier tipo de abusos. La familia y las relaciones intergeneracionales, la identidad corporal y afectiva, las diversas formas de vulnerabilidad a las que se exponen, son cuestiones que aparecen desarrolladas. Se habla también de los aspectos más destacados de la cultura juvenil en nuestros días.
«Se les abrieron los ojos» es el título de la segunda parte, donde se expone el significado profundo del don de la juventud, el misterio de la vocación, así como el necesario instrumento del acompañamiento y el ejercicio del discernimiento.
La tercera parte, «Partieron sin demora», presenta a modo de propuesta un renovado estilo pastoral y misionero que debe orientar la tarea evangelizadora de los jóvenes en el futuro. Se muestra la preocupación de una Iglesia que desea llegar al corazón de todos los jóvenes para anunciarles a Cristo. Con un dinamismo renovado se pretende impulsar el estilo sinodal de caminar juntos y de discernimiento comunitario. Se señala la necesidad de un nuevo estilo para la misión, basado en la comunión misionera y el diálogo. Se reclama una pastoral juvenil en clave vocacional, junto a la necesaria formación integral de los jóvenes. La conclusión es una invitación a que los jóvenes puedan vivir la llamada a la santidad.
A la luz del documento final, y a la espera de una posible futura exhortación postsinodal, tenemos por delante una tarea apasionante en la Iglesia. Ahora toca acoger el texto, leerlo, meditarlo y poner los medios necesarios para seguir trabajando en las orientaciones que el Sínodo nos sugiere. ¡Es la hora de los jóvenes! ¡Son los protagonistas! Hemos de seguir caminando con esperanza porque, como dijo D. Ricardo Blázquez, que ha asistido a la totalidad de las sesiones de la asamblea, «el Sínodo es un acontecimiento de gracia», para la Iglesia y para todos los jóvenes, se encuentren dentro o fuera de la misma.
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