Hace unos días escuche la siguiente conversación entre dos amigas.
En principio, la pregunta puede parecer ingenua, no lo es. Como tampoco lo es la contestación que, por el tono, me sonó a respuesta evasiva, pero que contenía una palabra clave para el mundo en que nos ha tocado vivir: Imagen.
La imagen siempre ha sido un elemento básico de comunicación social, tal vez por eso de que la primera impresión es la que cuenta. Hoy, la imagen es el elemento indispensable que utilizamos para etiquetar, para clasificar a la persona que vemos entre las categorías que subjetivamente hemos interiorizadas y que después, aunque nuestra relación con ella se prolongue, nos resultará difícil cambiar, raramente concedemos segundas oportunidades.
Nuestra imagen genera valor añadido, positivo o negativo, quizás por ello el escritor y psicólogo estadounidense de origen judío, Robert Greene, afirmaba en su guía las cualidades personales que se deben cultivar para alcanzar el poder en términos sociológicos[i], que: El poder depende fundamentalmente de las apariencias y de la ilusión que se genera". Les recomiendo su lectura completa, reconocerán la frecuente utilización de muchas de ella por la clase política actual.
No se puede negar que la imagen personal, la que transmitimos a los demás, también se basa, afortunadamente, en otros factores como nuestra personalidad, los modales, la actitud, la manera de expresarnos, la credibilidad, etc.; pero las apariencias y la ilusión que esta genera es indudables. Por eso la ausencia generalizada de feos y gordos, aunque se dan algunas excepciones que no citaré y dejo a su elección.
Si repasamos la imagen de muchos de nuestros líderes políticos, seguro que caeremos en la cuenta de que varios de ellos son intercambiables. Nos resultaría difícil saber de quién se trata sin ver sus rostros. Una cuidada imagen siempre vende bien y en esta nueva política, que citaba la segunda participante en la conversación inicial, lo que importa es vender, a ser posible más que los demás.
Pero en mi opinión hay otros tres aspectos en los que estos líderes, si es que lo son, se asemejan: la puesta en escena, su constante alusión a generalizaciones y su permanente llamada a los sentimientos, lo que no debe resultarnos chocante ya que se trata de las mismas estrategias que utiliza la publicidad.
Las puestas en escena siempre son cuidadosamente estudiadas, nada se deja a la improvisación, todo está en manos de profesionales: aspecto personal (asesores de imagen), fondos de escenarios, detalles observables, colores (diseñadores), citas, momentos de énfasis (profesores de oratoria, redactores, lingüistas, sociólogos), etc. En sus palabras las generalizaciones son abundantes: todos los españoles, la mayoría del pueblo, todos sabemos, los expertos dicen?, etc.; pero no podemos saber cuántos son "todos" los españoles, cuánto supone la mayoría del pueblo, a qué cantidad de expertos se refieren. Y los sentimientos siempre a flor de piel, indignación, miedo o amor patrio: no podemos consentir, la gente no puede soportar, están en juego las bases del sistema democrático, es necesario defender los derechos que con tanto esfuerzo hemos adquirido, etc.
Vivimos tiempos convulsos, todo las reglas victorianas de antaño han salto hechas añicos; la libertad de comportamientos, las causas que se defienden, las ideologías, la ciencia, las formas de vestir, los elementos y modelos con los que nos comunicamos; todo se ha atomizado. Por eso me resulta tan extraño que los líderes políticos cuanto más se esfuerzan por mostrar sus diferencias con los demás, más homogéneos se presentan. Creo que esa es la razón de que lo que se ve es lo que se venden. Nos venden una triste falta de creatividad, la uniformidad y la monotonía de imagen, mensajes y acciones, incluso cuando intentan trasladarnos un estado de crispación entre ellos, porque eso también obedece a una planificada estrategia.
Así hablaba Kurt Cobain el cantante, músico y compositor estadounidense, líder del grupo Nirvana, fallecido en 1995: "La gente se ríe de mi porque soy diferente y yo me rio de ellos porque son todos iguales". Pues, ¡viva la diferencia! Y ya saben: Busquen, comparen y si encuentran algo mejor? ¡Cómprenlo!
[i] Las 48 leyes para alcanzar el poder. Entre ellas, por ejemplo la número 14 dice: Aplaste por completo a su enemigo y la señala como el número 15 recomienda: Muéstrese como un amigo pero actúe como un espía.
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