LAS VEGUILLAS | El grupo de Teatro Lazarillo de Tormes representó su montaje 'Teresa, la jardinera de la luz' en la iglesia del municipio
El Cristo campesino. Así denominaba Unamuno al Santísimo Cristo de Cabrera como se le conoce en toda nuestra provincia salmantina y sin duda alguna más allá de sus fronteras, a la vista de la enorme devoción que suscita. Bella talla, por su primitiva y antigua factura, que se halla en una muy pequeña ermita en medio del Campo Charro, entre las dehesas que lo caracterizan y que son el hábitat perfecto no sólo para los robles y encinas que las conforman, sino también para una rica y abundante cabaña de ganadería brava. Y en esta quietud de campos y siglos, una ruda escultura de madera reina en el silencio de su ermita y llega a los corazones de todos aquellos que han mirado sus impresionantes ojos románicos, o han besado sus separados y ennegrecidos pies clavados.
El pueblo que salvaguarda la riqueza patrimonial y natural de este bello entorno es Las Veguillas. No se sabe nada de su existencia antes del siglo XIV, pero la presencia de este singular Cristo tan próximo a la localidad nos habla de habitantes en torno al siglo XI, en que se dice que fue esculpida la imagen hallada por un pastor en el tronco de un árbol, como si de él procediera, como si se hubiera producido una transformación de la madera en una figura que parece hablarnos en el lenguaje de lo trascendental. Formando parte callada de este callado paisaje y anexionado a la ermita, un convento de Madres Carmelitas Descalzas, alberga unas presencias femeninas, que sin ser vistas, velan su adorada imagen, a la vez que lo hacen por las almas de todos los que por allí se acercan.
Las Veguillas celebraron en este primer domingo de octubre su festividad de la Virgen del Rosario, que junto al Cristo de Cabrera tanto veneran sus vecinos. Como broche de luz para su fiesta, en esta tarde dominical del recién estrenado otoño, recibieron a los componentes del grupo de teatro 'Lazarillo de Tormes', para disfrutar de su puesta en escena "Teresa, la jardinera de la luz", que a tantos pueblos de nuestra provincia ha llegado a la vez que sorprendido con el particular enfoque que de Teresa de Jesús han sabido hacer, y que de la mano de nuestra Diputación han seguido llenando escenarios a lo largo de todo este año. Escenarios que cada pueblo ha podido ofrecer, porque nuestro ya afamado montaje sólo precisa del altar de cualquier iglesia para poner en escena la vida de la carmelita del XVI, que valientemente hizo una elección de vida personal y libre que la llevó a ser única en aquél su mundo, para llegar igualmente distinta y universal, a este nuestro tiempo sin que varíe un ápice su talla humana, intelectual y religiosa.
Por cercana es también admirable "Teresa, la jardinera de la luz" que con su breve y nada desperdiciable guión de una hora, ha seducido a todos los que ante ella se han puesto, como lo hiciera también la seductora Teresa, que en el siglo XVI, puso en jaque todo lo que en el mundo de aquel tiempo se daba por sentado, por válido. Esta obra de teatro nos pone también ante la evidencia de que el fenómeno teatral es algo a lo que todo el mundo puede y tiene que acceder sin la menor dificultad por lo que nos descubre de nosotros mismos, nuestra historia, nuestra cultura. Un profesional grupo de aficionados lo han conseguido a través de un relato que nada tiene de convencional, a pesar del rígido mundo en el que parece adentrarse.
La Virgen del Rosario del altar mayor de la parroquia de Las Veguillas recibe sonriente a unas carmelitas que a pesar de llegar de otra época, vienen a hablarnos de la actualidad que siempre encierran algunos comportamientos humanos. Como las cuentas de su rosario, las actrices que visten hábitos de estameña, se distribuyen por el escenario ante un púlpito donde un dominico Inquisidor va ayudarlas a desgranar como en una sarta de "Avemarías" todos los detalles que de su madre necesita saber para condenarla al fuego eterno pasando por el fuego de los hombres, que queman en hogueras lo que no parece pertinente. Y otra vez, la primera vez, la única, los espectadores viajan en el tiempo al convento de Alba de Tormes, para conocer a una Teresa, que agonizante, aparece más viva que nunca a través de los diálogos de las hermanas con el dominico para trazar un perfil de mujer que las convierte a su vez en el reflejo humano y valiente, sublime e inteligente que son de su maestra. Pies descalzos adscritos a una Reforma de la Nueva orden que han pisado muchos caminos para llevar libertad dentro de unos muros que guardan espíritus libres. Narraciones, poemas, cartas, palabras que rezan una vida y dan a conocer a alguien que sólo quiere servir, pero que ha logrado enseñar. Y al igual que los pies ennegrecidos por el fuego del Cristo de Cabrera no pudieron ser quemados por los hombres, Teresa de Jesús bailó con sus hermanas al ritmo de la música de Salinas para elevarse por encima del humo de cualquier hoguera.