Más de un centenar de pequeños alumnos participaban en una clase con los diestros Alberto Durán y salmantino Miguel Ángel Sánchez, además de los carretones de Encierros Infantiles Huertos de Vitigudino
Más de cien niños soñaron ayer en toreo en Villamor de los Escuderos. De la mano de su paisano Alberto Durán y del diestro salmantino Miguel Ángel Sánchez, los más pequeños de la localidad disfrutaron de una lección magistral de lujo con dos profesores que visten de oro y llevan el amor y el respeto a la profesión por sus venas.
Con los carretones de la empresa Encierros Infantiles Huertos de Vitigudino de quien fuera novillero con caballos Carlos Huertos (quién tuvo retuvo, tanto moviendo los trastos como los carretones) y bajo las explicaciones de la periodista Ana Pedrero, más de un centenar de niños se animaron a probar a citar y recibir a los toros con sus capotito y también a comprobar el peso de un capote de verdad o a coger una muleta con sus pequeñas manos.
Verónicas y chicuelinas interpretadas de forma exquisita por Alberto Durán y por Miguel Ángel Sánchez, alternaron en el ruedo de la calle -unas calles protegidas por talanqueras o merinas, donde se corren los tradicionales encierros- con medias abrochadas a la cintura, largas o quites por navarras al alimón, para después conocer las fases de la faena de muleta, el toreo con la derecha o el toreo al natural, el de la izquierda, el toreo caro, así como los remates y adornos que utilizan los toreros para salir airosos de la cara del toro después de mirar a la muerte a los ojos, después de estar dispuestos a dar la vida por un sueño.
Hasta la localidad se desplazaron otros profesionales del toreo como Daniel Ayuso o Gustavo Martín, acompañados por sus hijos, a los que ya les corre el veneno del toro por la sangre.
Sin complejos, con la alcaldesa, Maribel Escribano, como un aficionada más, llenando un espacio, un escenario, una calle en la que hace unos años un niño del pueblo, Alberto Durán, injustamente apartado de las ferias por un sistema voraz, por un intercambio de cromos que hace prácticamente inaccesible cualquier feria desde las primeras semanas de la temporada, también soñaba el torero.
Y así, como un juego, como siempre se hizo, los niños soñaron el toreo para ir directos a la puerta grande de los brazos de sus padres, unos padres valientes y sin complejos que ayer apostaban por educar a sus hijos en la libertad de decidir, en la cultura de una comarca taurina hasta la médula como es La Guareña. Una comarca de una provincia, Zamora, que tiene declarada la Tauromaquia como Patrimonio Cultural Inmaterial, como patrimonio del pueblo, y que ayer defendía ese patrimonio desde la base, como un juego, como un sueño.
Quizá ayer en esas calles soñase algún niño que mañana se convierta en un profesional que transmita a los más pequeños los secretos, los misterios del toreo.
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