Un recorrido por alguno de los escenarios vinculados a la más célebre historia de amor de Portugal
Coímbra y Alcobaça son las dos localidades portuguesas que han quedado para siempre vinculadas a la historia de amor entre Pedro e Inés, una historia muy shakespeariana, pero que fue real, aunque sumada a esa realidad haya leyenda y literatura, lo que la convirtió en la historia de amor portuguesa más popular.
La Quinta das Lágrimas de Coímbra, se dice que fue el jardín de sus amores secretos. El Monasterio de Alcobaça, el destino final de su unión eterna.
El contexto histórico
Corría el año 1340 cuando una joven gallega de familia noble, llamada Inés de Castro, llegaba a Portugal. Venía como dama de compañía en el séquito de Constanza de Villena, hija del príncipe de Villena y de la infanta Constanza de Aragón. La noble castellana llegaba a Portugal para casar con el joven infante D. Pedro, hijo del rey Alfonso IV de Portugal y heredero al trono. El matrimonio concertado se celebró en Lisboa el 24 de agosto de 1340.
Reza el romance popular -aquí entra la leyenda-, que Pedro quedó prendado de la dama de compañía desde el momento en que la vio. También dicen que el romance entre ellos comenzó incluso antes de su boda con Constanza.
Pedro y Constanza tuvieron tres hijos. Simultáneamente, el romance que Pedro mantenía con Inés era tan notorio, que su padre, el rey Alfonso IV, ordenó que Inés fuese encerrada en el castillo de Alburquerque, en la frontera con Castilla. Constanza murió en 1345, después del alumbramiento de su tercer hijo, Fernando, que llegaría a ser rey de Portugal. Los romances populares quisieron culpar de esta muerte a los celos y a la pena que la infidelidad de su marido le provocaba.
Una vez viudo, el infante D. Pedro consiguió que Inés regresara. Ésta se instaló en el Convento de Santa Clara, a las afueras de Coímbra. De su relación nacieron cuatro hijos. En 1351 D. Pedro solicitó al Papa una dispensa para casar con Inés de Castro, ya que eran primos segundos. Esto hizo saltar las alarmas en el rey Alfonso IV de Portugal y en los nobles de su corte, pues desconfiaban de la influencia de Inés sobre Pedro, concretamente, de la posible injerencia de la intrigante familia Castro en la política portuguesa.
Dice la leyenda que Pedro e Inés contrajeron matrimonio en secreto. Varias localidades portuguesas dicen haber sido el escenario de dicho casamiento. Entre ellas, Bragança, donde se cree que pudo celebrarse el matrimonio el 1 de enero de 1354, en la iglesia de San Vicente. No existe ninguna prueba documental de ese matrimonio.
La ambiciosa familia Castro
Inés habría nacido hacia 1325, era hija bastarda del gallego Pedro Fernández de Castro, uno de los nobles más influyentes en la corte castellana, y partícipe de las luchas de poder entre las diferentes ramas nobiliarias.
El mandato del rey castellano Pedro I (1350-1368) se caracterizó por su enfrentamiento con la nobleza, que provocó conspiraciones contra él. Los Castro fueron una de esas influyentes familias nobiliarias que se pusieron en su contra. Cada vez más implantados en Portugal, los hermanos de Inés se habían convertido en los hombres de confianza del amante y heredero al trono, D. Pedro, y lo animaban a entrar en conflicto con el rey castellano para hacerse con el trono del reino vecino.
Siendo Pedro el heredero al trono e Inés su amante y la madre de parte de sus hijos, los Castro veían factible la cercana materialización de su ambición: su hermana sería reina de Portugal y de Castilla. Ellos reforzarían, así, su posición en ambos territorios.
En este contexto político, Alfonso IV, en el ocaso de su vida y de su reinado, temió que su hijo Pedro se dejase llevar por la ambición de los Castro y ahí fue cuando Inés comenzó a ser vista como una pieza central de esta amenaza. De aquí a decidir su muerte, no pasó mucho tiempo.
La tragedia que dio paso a la leyenda
Decidido a acabar con su vida, el rey portugués se reunió con doña Inés en el Convento de Santa Clara, en Coímbra. En un primer momento, los argumentos de Inés convencieron al monarca, desistiendo de la idea de asesinarla. Sin embargo, cuando los nobles se enteraron, volvieron a presionar al rey, que esta vez no tuvo compasión y ordenó ejecutarla.
Inés fue asesinada el 7 de enero de 1355 por Diogo Pacheco, Pêro Coelho y Álvaro Gonçalves, nobles portugueses contrarios al empoderamiento de los Castro y de D. Pedro. Fue degollada mientras el infante se encontraba de cacería.
En la 'Fonte dos Amores' de la Quinta das Lágrimas, en Coímbra, crecen unas algas, que le dan una apariencia rojiza a sus aguas. Dice la leyenda que es la sangre de Inés, que murió por amor cerca del jardín que había sido testigo de su romance prohibido.
El Monasterio de Santa María de Alcobaça
Se cree que la abadía fue fundada en 1153 por el rey Afonso Henriques, primer rey de Portugal, por ser ésta una tierra fronteriza recién ganada a los árabes, cuya repoblación se quería asegurar mediante el establecimiento de un monasterio cisterciense.
La construcción de la iglesia se terminó en 1253. Aseguran en Alcobaça que es la mayor iglesia en gótico primitivo de Portugal; forma parte de un conjunto mayor, reformado en épocas posteriores. De la obra original sólo se mantienen el portal gótico, el rosetón de la fachada y las ventanas laterales.
El espacio interior es grandioso, pero austero, la escasa luz, la verticalidad y los matices del alabastro nos conducen hasta las tumbas de don Pedro y doña Inés, primorosamente esculpidas. El Monasterio de Santa María de Alcobaça es Patrimonio de la Humanidad desde 1989.
Los asesinos de Inés se apresuraron a enterrarla en el convento de Santa Clara de Coímbra. Cuando Pedro se enteró de su muerte, prometió venganza y persiguió a sus asesinos con una pertinaz crueldad. Aunque los tres habían huido a Castilla, Pêro Coelho y Álvaro Gonçalves fueron encontrados y el infante ordenó que les arrancasen el corazón. Diogo Pacheco se salvó al huir a Francia.
Una vez subió al trono, dos años más tarde, en 1357, mandó esculpir para ella una tumba digna de una reina. Cuando estuvo terminada, ordenó que la colocasen en el Monasterio de Alcobaça y que el cuerpo de Inés fuese trasladado allí. Coronó a Inés de Castro post mortem, alegando que se había casado con ella y obligando a todos a reconocerla como reina de Portugal. Mandó construir otra tumba semejante para él, que fue colocada frente a la de Inés, donde reposa desde su muerte, acontecida en 1367.
Tanto en la tumba de doña Inés como en la de don Pedro, observamos una zona lisa, en la que falta la escultura. Cuando las tropas francesas de Napoleón invadieron la villa, perforaron ambas tumbas, buscando algún posible tesoro en el interior. No hallaron nada, porque nada había, salvo los restos de Pedro e Inés. Cuando la invasión terminó, las autoridades locales ordenaron su sellado, pero sin esculpir la parte estropeada, para que quedase como prueba de la ambición francesa y del sufrimiento que causó en la región.
Pedro & Inés en cerámica de Alcobaça
La localidad de Alcobaça (Leiria) ha creado un recorrido por la ribera de los ríos que dan nombre a la villa. El río Baça desemboca en el río Alcoa, en la zona donde antiguamente se situaban los molinos, las alfarerías y las fábricas. A finales del s. XIX, Alcobaça comenzó a ser conocida por su cerámica artística.
Este paseo está adornado por varias esculturas creadas por diez fábricas cerámicas de la comarca, interpretando el universo literario que la historia de Pedro e Inés inspiró. Concretamente, según el episodio que Luís Vaz de Camões le dedicó en 'Os Lusíadas' (s. XVI), en otro soneto del mismo autor y en uno de Miguel Torga (s. XX).
En el 'Jardín del Amor', otro espacio de la villa, se colocaron en 2015 los 'tronos reales', esculpidos por Thierry Ferreira y Renato Silva en piedra blanca, característica de la región. El amor inmortal de Pedro e Inés se ha convertido en el lema del concejo: 'Alcobaça, dê lugar ao amor'.
Inês de Castro
Sem D. Pedro sentir,
E dizer às donzelas que o luar
E o aceno do amado que há-de vir?
E mostrar-lhes que o amor contrariado
Triunfa até da própria sepultura:
O amante, mais terno e apaixonado,
Ergue a noiva caída à sua altura.
E pedir-lhes depois, fidelidade humana
Ao mito do poeta, à linda Inês?
À eterna Julieta castelhana
Do Romeu português.
Miguel Torga, Poemas Ibéricos