Nada más desafortunado en todos los aspectos que la pasada recepción celebrada con motivo del 2 de Mayo. Montada exclusivamente "por cumplir", más que un festejo aparentaba ser un duelo por la recientemente fenecida, políticamente hablando, Cristina Cifuentes, de la que por cierto nadie hablaba y todos daban por amortizada, cuando un mes atrás y en el reciente sarao sevillano de el PP, todos la aplaudían a rabiar que la ex-presidenta devolvía con abrazos y ósculos a todos y a todas, incluido el presidente Rajoy.
Como era de esperar, en el citado evento, todo discurrió entre lo grotesco y desangelado. Ni sombra con los festejos organizados en la época de sus antecesores: Esperanza Aguirre, Alberto Ruiz-Gallardón e Ignacio González. Todos ellos desparecidos por sus presuntas irregularidades en el cometido de sus funciones y que obviamente no asistieron al ágape.
El ambiente se mantuvo en tono fúnebre acorde con el clima respirado en el PP de Madrid, formación cargada de tristeza y desorientación, cuyos dirigentes y cuadros están muy hartos de soportar el demoledor y contagioso efecto de la corrupción que prácticamente y a diario aparece en los medios de comunicación y redes sociales, que solo beneficia al partido de Albert Rivera (Ciudadanos) con el apoyo que le están otorgando los favorables resultados de los recientes sondeos de opinión.
Sin el menor género de duda, el protagonismo del acto y la consiguiente imagen proyectada corrió a cargo de la vicepresidente del Gobierno, Saénz de Santamaría y la secretaria general del partido, Cospedal García (el "de" obedece a un inoportuno añadido), ignorándose mutuamente como fiel reflejo del infinito odio que se profesan desde hace diez años y que ya no ocultan, tal como recogió la foto donde figuran con el espacio de una silla vacía y eludiendo mirarse, motivado por su sempiterna lucha para incrementar poder, enemistad que está dañando considerablemente la imagen del partido, justo en los momentos que más necesitan demostrar cohesión y afinidad en búsqueda de apoyos parlamentarios para lograr la perseguida agenda reformista.
Los populares madrileños continúan sumando escándalos. El último despropósito protagonizado por Cristina Cifuentes con su simulacro de "master" unido a la aparición del video con la supuesta sustracción de dos botes de crema en un supermercado, resulta intrascendente con lo que según los expertos aparecerá próximamente. Nadie comprende a que espera Rajoy para dar un necesario golpe de timón tan urgentemente necesitado.
Nadie en la formación conservadora ignora el descarado enfrentamiento existente entre Cospedal (a secas) y Saénz de Santamaría. Ambas gozan de gran poder, pero para el ambicioso todo es poco y en esta ocasión las dos aspiran a lo mismo. A estas alturas, ya no tienen el más mínimo recato en alardear públicamente sobre su manifiesta rivalidad, algo que según los dirigentes del PP solo ha servido para empeorar todavía más las deterioradas relaciones internas con su maldita guerra por aumentar sus respectivas cuotas de poder. Con tal actitud manifiestamente irresponsable lo único conseguido ha sido incrementar la inestabilidad del partido en un momento crítico por la gran pérdida de apoyos y dificultar el nombramiento del sucesor de Cifuentes.
Rajoy se encuentra en una compleja encrucijada y obsesionado con que las cuentas salgan adelante y le permitan agotar la legislatura. Todo ello suponiendo que no aparezcan nuevas dificultades y se puedan encauzar los problemas del independentismo catalán. Nuestro presidente todo lo fía y vincula con la posible mejora económica, y como no, en su infalible mantra arriólica de que "el tiempo lo soluciona todo", cuando lo necesario es hacer auténtica política de choque y tomar decisiones drásticas, amen de poner orden en el enfrentamiento ya comentado de las dos políticas instaladas en clave sucesoria?España no puede depender de la ambición ni imbecilidades de nadie?.¡¡Tiempo al tiempo!!
José-Tomás Cruz Varela, exdirector de RR.HH.