La iglesia parroquial de Rágama ha sido el especial escenario en el que 'Teresa, la Jardinera de la Luz' ha vuelto a representarse, trayendo nuevamente hasta la comarca de Peñaranda la historia de la Santa y su caminar por la complicada vida que la acompañaba hasta el final de sus días.
Hubo una carmelita en el siglo XVI que cuando tomó los hábitos lo hizo con el nombre de Teresa de Jesús, consciente de que era el hombre de su vida. La transformó de tal forma, que ella sintió también un imparable deseo de hacer lo mismo con todo lo que la rodeaba por considerarlo alejado del camino y el mensaje que su enamorado trajo un día a este mundo. Y como el mundo se había apoderado de su propia Orden religiosa, empezó en ésta la transformación. Criticada y denostada por propios y extraños, siempre tuvo claro que quería algo distinto, porque en sus propias palabras: "hay otras formas de creer".
De igual manera, el grupo teatral 'Lazarillo de Tormes' creyó desde el primer momento en que se planteó llevar la figura de Teresa de Jesús a escena, que había que hacerlo de forma distinta. Primeramente porque creyeron en la fuerza de su personalidad, y además pensaron que se debía presentar a esta mujer de forma diferente a la que hasta entonces se había venido haciendo. Creyeron en el personaje y en su dimensión humana, de gran mujer. Y además creyeron en un proyecto, que a la vista de los resultados ha dado los frutos deseados.
Después de cuantiosas actuaciones a lo largo de los tres últimos años, la Diputación de Salamanca ha creído también en este trabajo tan valioso y profesional y está proporcionando la oportunidad de que "Teresa, la jardinera de la luz", obra que recoge la singladura de esta particular monja, llegue al mayor número de escenarios de nuestra provincia.
Otra de las transformaciones que 'Lazarillo de Tormes' ha llevado a cabo con su puesta en escena, es el cambio de los escenarios en los que se desarrolla la obra, pues son los altares de las iglesias los marcos elegidos por el grupo. No importa el recinto en el que trabajen, porque consiguen ambientar la historia de tal manera, que todo el público se ubica rápidamente en la iglesia del convento de Alba de Tormes. Los espectadores
de Rágama disfrutaron este pasado domingo, ante el valioso retablo barroco de La Transfiguración del Salvador, patrón del pueblo, flanqueado por las tallas no menos valiosas de los Arcángeles Miguel y Gabriel, parecen transfigurados viendo en escena otras tallas no menos valiosas como son los actores que en distintos cuadros escénicos se van transformando en los personajes que a lo largo de toda la obra dan luz a una Teresa, que aunque ausente aparece nítida ante el público. La música renacentista acompaña a un guión que encuentra natural altavoz en el artesonado mudéjar que conserva otra de las naves de la iglesia, y sobre el púlpito, la Inquisición hace oír su voz gracias al magnífico papel del actor que encarna al padre dominico que la representa.
Las labradas sillas del coro permanecen vacías y mudas en frente del altar-escenario porque son las voces de las hermanas carmelitas de Teresa las que cantan y la definen en sus palabras mejor que los acordes de cualquier melodía. La nota discordante, que es el dominico, acaba también transformándose ante la evidencia de los hechos que ante él aparecen. Y una vez más la obra en conjunto, como el conjunto variado y rico que es la parroquia del Salvador de Rágama, acaba conquistando a los habitantes de un pueblo que fue cuna de un conquistador, Francisco de Carvajal, que aunque más temido que admirado por sus obras, compartió época con esa otra conquistadora que fue Teresa, y parte de sus bienes con Rágama, pues se dice que a sus bolsillo se deben los retablos barrocos de su iglesia.
Teresa supo dar "al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios", pues con el mismo rey y con poderosos hombres de su tiempo tuvo trato, en pos de sus propósitos; y su alma se elevaba arrobada en presencia de Jesús de Nazaret, en virtud de los de éste. Curioso pueblo el de Rágama también que ha sabido dar cabida a gentes de distintos tiempos, procedencias, religiones, como lo atestigua su particular arquitectura mudéjar y los personajes de altura que por allí pasaron, como Juan II de Castilla o el mismo Emperador Carlos V. Estas gentes probablemente crean ahora que su Humilladero con sus cuatro columnas y su cruz sea semejante al que en Ávila vio como la pequeña Teresa con su hermano eran alcanzados para no ir a tierra de moros a recibir el martirio. Y la Historia ganó.