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Manada, víctima, indignación, los jueces como culpables (1)
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Manada, víctima, indignación, los jueces como culpables (1)

Actualizado 30/04/2018
Aída Acosta Alfonso

Tres palabras y la condena de los jueces. Este es el resumen de buena parte de la prensa, la reacción de los ciudadanos y organizaciones sociales que se manifiestan y los políticos que siempre corren tras los votos. Una primera pregunta: ¿qué piensan las personas que guardan silencio, los profesionales que tienen miedo a hacer otros análisis, porque solo se abre camino un discurso único? ¿Con qué palabras concretas y frases radicales se despacha este asunto?

Yo no puedo hacer pronunciamientos tan radicales, ni dictar una sentencia sin ser juez. Tampoco pretendo tener toda la razón, solo voy a intentar hacer pensar, con dudas y reflexiones que, por su propia naturaleza, son discutibles. Empecemos hoy por lo que considero más positivo, la INDIGNACIÓN de los ciudadanos.

La indignación es la emoción más estrechamente relacionada con la justicia y el clamor de las víctimas. Conecta empáticamente bien con los sentimientos de las víctimas (cuando reaccionan con ira, rabia, enfado, indefensión, hostilidad hacia el que reconocen como culpable, exigencia de que paguen por su culpa, e incluso, con alguna frecuencia, deseos de venganza etc.), pero tiene componentes más cercanos a la racionalidad ("no podemos tolerar lo que ha ocurrido, es injusto, tengo todas las razones del mundo para indignarme y clamar para que se haga justicia"). Por ello, es una emoción con la que se pueden evitar los excesos. La indignación puede y debe ser una motivación emocional muy poderosa y constructiva para luchar por un mundo más justo. Pero la indignación, como ocurre tantas veces con las emociones, necesita de una brújula, una guía, una regulación y una orientación porque, de lo contrario, es muy manipulable y puede caer en análisis y juicios simplistas o falsas soluciones a los problemas. Esta brújula, como en toda decisión ética, es la razón.

Debemos preguntarnos, por ejemplo, si buena parte de la prensa no ha explotado comercialmente y morbosamente estos sucesos, si sus portavoces han ayudado a concienciarnos del grave problema que tenemos con la falta de ética sexual, la gravedad de asociar el ocio al consumo de alcohol (escenario frecuente de estos sucesos) y otros males que pueden convertir la actividad sexual en un campo de minas. Debemos preguntarnos que buscan los políticos y qué podemos esperar de ellos cuando, con frecuencia, se convierten en simuladores de la indignación para captar votos, para no quedarse atrás y para lavarse las manos, como si las leyes con que los jueces juzgan no las hubieran elaborado en el parlamento. Debemos preguntarnos cómo es posible que organizaciones sociales y profesionales se permitan hacer análisis tan simples de este caso y considerar la sentencia de la calle como indiscutible a la cual los demás debemos unirnos como creyentes. Las personas tenemos derecho a creer ("yo te creo, se grita", los jueces la obligación de basar sus decisiones en pruebas y razonamientos. En el caso de los profesionales, por poner un ejemplo, ¿cómo es posible que tantos peritos en los juicios, en lugar se sentirse obligados ética y deontológicamente a ayudar a los jueces a decidir lo mejor posible, hagan informes de "parte" intentando confundirlos? ¿Qué hacen los colegios profesionales con los colegiados que hacen este tipo de peritajes? ¿Es que los peritos se pueden confundir con la función de los abogados?

Debemos preguntarnos qué hacen las familias, la escuela y todos los servicios sanitarios y sociales para educar a los ciudadanos: aprender a prevenir y evitar errores, respetar a los demás y, en ningún caso, maltratar, tampoco sexualmente. Una propuesta educativa basada en la defensa de la propia libertad y dignidad y el respeto a la libertad y dignidad del otro, porque podemos y debemos decidir éticamente sobre nuestra conducta sexual. Se puede resumir así: (a) "mi cuerpo, mi sexualidad y mi intimidad es mía, haré lo posible por cuidarme y hacerme respetar"; y (b) "tu cuerpo, tu sexualidad y tu intimidad es tuya, te trataré bien, te respetaré y, en ningún caso, te haré sufrir". Volveremos sobre esta propuesta al hablar de las palabras Manada y Victima, pero puede usted ir adelantándose con sus propias reflexiones.

Yo creo que hay muchos motivos para estar indignados, en lugar de señalar con el dedo a los que consideramos únicos culpables. Seamos conscientes de esta sociedad, maravillosa en tantos aspectos, pero también con graves errores educativos y en la formación y práctica de los profesionales de la información, los padres, los educadores, y todos los profesionales relacionados con estos temas. Las universidades y sus profesores, por poner un ejemplo que conozco bien, salvo excepciones, están fuera de la realidad en estos asuntos.

Indignación sí, pero ¿con qué y con quién? Las alternativas son muchas: con la sentencia, con el voto particular y sus razonamientos, con la propuesta de la fiscalía, con el código penal, con la Manada, con la Victima, etc. Indignación sí, pero ¿para hacer qué?

Tomemos en serio nuestra indignación, pero usemos la razón para canalizar esta energía en favor del bienestar sexual, emocional y social de mujeres y hombres. Porque lo que ha sucedido no solo es indignante, dañino y destructivo, sino que los propios actores (Manada y Victima) se han perdido lo mejor de las relaciones sexuales y amorosas.

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