No dejo de sorprenderme en esta sociedad de capitalismo financiero y mercantil. En ella, la actividad sexual no es una excepción, sino que también se mide por lo que vale o se puede comprar con ella.
La noticia que comento hoy es una de tantas: si tu sexo es valioso para el comprador (en una sociedad de mercado las cosas no tienen un valor en sí mismas, sino el que le asigna el mercado) él te alquila, a cambio, una habitación. No pagas en dinero, lo haces en un número de relaciones sexuales a determinar cada mes. Esto debe suceder en más sitios, (¿en pocos o muchos?), pero esta noticia es de Ibiza, lugar en el que los alquileres son muy caros. ¡Y tanto!
Ignoro si el precio es fijo o se puede regatear. Imagínese el mismo regateo que cuando compramos una alfombra en un país árabe. ¿Será en este caso obligatorio mantener un pulso sin fin con el comprador?, ¿será el regateo una primera obligación erótica?, ¿habrá que acordar las veces, las conductas ofrecidas-exigidas, el tiempo, el día, el horario, el lugar, la secuencia del encuentro, la profundidad o ausencia del beso, las posturas, quien toma la iniciativa, el grado de riesgo dispuesto a asumir, etc.?
Ya ve usted donde estamos llegando.
Le propongo una tarea: ¿cuántas cosas, personas, trabajos, premios, calificaciones docentes, ayudas profesionales, vacaciones, viajes, relaciones que se desean o se quieren mantener, invitaciones de todo tipo, ascensos, oposiciones , regalos, piropos o alabanzas etc. se pueden comprar con sexo? Seguro que usted puede ampliar la lista. Estas son las preguntas: (a) ¿qué pueden comprar las mujeres y los hombres ofreciendo su sexo?; (b) ¿qué pueden ofrecer hombres y mujeres para comprar sexo?
Estas listas nos hará comprender que lo que entendemos por prostitución (compra-venta de actividad sexual por dinero) es una pequeña parte del mercado del sexo. Un intercambio comercial en el que supuestamente los dos consienten, aunque, como es sabido, los condicionamientos de la libertad suelen, en muchos casos, ser diferentes en hombres y mujeres. En general los hombres compran sexo, mientras las mujeres compran con su sexo, aunque de todo se encuentra en este mercado.
En muchos casos, la libertad de una parte contratante está amenazada. Por ejemplo, cuando el que compra sexo se sirve de un poder frente a la persona que lo vende. En este mercado, puede ser tener una casa en Ibiza, estar en un tribunal de oposición, ofrecer un trabajo a quien no lo tiene, etc. Siga usted.
Y, a la inversa, ¿cuántas mujeres y hombres venden su sexo para obtener favores, tomado en este caso la iniciativa en la demanda o planificación del intercambio? Por ejemplo, personas que ponen en venta su sexo para mantener un alto nivel de vida, conseguir un ascenso, un puesto en las listas electorales, etc. Siga usted.
¿Qué podemos hacer ante tanta corrupción y disparate? Dignificar la vida, no doblegarse y favorecer la libertad de los demás; en definitiva, no comerciar con la sexualidad propia o ajena, sabiendo que la actividad sexual y amorosa no debe estar en el mercado, no comprarla, ni venderla.
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