CIUDAD RODRIGO | La procesión contó con menos fieles que en años anteriores y muy poco público en las calles
Tras la decepción de no poder llevar a cabo la procesión del Santo Entierro, conocida como La Carrera, la Semana Santa Mirobrigense pudo acabar con buen sabor de boca la jornada del Viernes Santo al desarrollar con total tranquilidad la procesión de Nuestra Señora de La Soledad, que un año más reinó en las calles de Ciudad Rodrigo, aunque con menor seguimiento.
La mayor parte de responsabilidad de este hecho la tuvieron esas malas condiciones meteorológicas que había habido durante la tarde, que hicieron que numerosos habituales de la procesión de La Soledad ya no se animasen a salir de casa por la noche, temiendo que la lluvia volviera a hacer acto de presencia, además de que la temperatura ya era de por sí fría.
Aunque los pronósticos eran favorables, sin riesgo aparente de lluvia entre las 21.00 y la medianoche, la decisión definitiva en torno al destino de la procesión no se tomó hasta que concluyó en la Catedral de Santa María el rezo del Santo Rosario dirigido por Nicolás Martín Matías, y el tradicional Sermón, que fue ofrecido por el Obispo Raúl Berzosa en sustitución de Celso Martín Santos tras el grave problema de salud sufrido por éste.
Durante ese sermón, el Obispo le habló a la Virgen de La Soledad exponiéndole por ejemplo "las soledades que la humanidad sigue experimentando hoy" y, "sin ir más lejos la que sufren nuestras gentes en este Pueblo y en esta Tierra nuestros: ancianos abandonados; viudos y viudas solitarios; jóvenes y no tan jóvenes en paro; matrimonios rotos; familias en la que se practica el maltrato psíquico o físico; niños desatendidos; gentes subsistiendo con lo mínimo; alcohólicos y toxicómanos; mujeres que alquilan y venden sus cuerpos por necesidad; gentes despreciadas o rechazadas, ¡y tantas otras!".
En la actualidad hay "una nueva epidemia social: la de la soledad forzada", que trae "sentimientos de tristeza, de melancolía, y de vacío interior.
Una vez finalizó el sermón, llegó la hora de salir al exterior y comprobar que no caía agua ni había tampoco sospecha de que fuera a caer pronto. Pese a todo, y para curarse un poco en salud, la Cofradía de La Soledad recortó un poco el recorrido en su tramo inicial, y de este modo, en vez de transcurrir por la Plazuela de San Salvador, Díez Taravilla y La Colada, fue por Cardenal Pacheco hasta la Plaza Mayor.
La procesión subió todo el ágora, donde prácticamente no había nadie viendo la procesión, para proseguir por Rúa del Sol, Gigantes, Campo del Pozo, Plazuela Cristóbal de Castillejo, San Juan, Colegios, Velayos, Sánchez Arjona y desembocar de nuevo en la Plaza Mayor, esta vez solo para cruzarla. El Obispo acompañó a la Virgen de La Soledad durante toda la procesión, desfilando junto al presidente del Cabildo Catedralicio, Ángel Martín Carballo.
La comitiva contó con varios sacerdotes más, con representantes del resto de cofradías de la Semana Santa Mirobrigense, así como con varios concejales del Partido Popular, y con la Banda Municipal de Música en los últimos metros de la comitiva, que al ser menos numerosa, evitó luchas para ir en todo momento al lado de la imagen de la Virgen como suele ocurrir todos los años.
Como cierre del trayecto, se cogieron Julián Sánchez y Cardenal Pacheco para alcanzar la Catedral. A las puertas de la Seo, hubo un doble momento de relevancia. En primer lugar la Banda Municipal de Música interpretó una saeta que emocionó a unos cuantos de los presentes (se hubiera merecido un aplauso, pero el ambiente de solemnidad y recogimiento no era propicio para ello), siendo turno a continuación para el canto de la Salve.
Por cierto, que a la conclusión de la saeta se apagó la luz artística de la Catedral y Cerralbo, al ser justo en ese momento las 12 de la noche, quedando el ambiente a oscuras. Tras unas palabras de despedida por parte del Obispo, se dio por finalizada la procesión, siendo introducida la imagen de La Soledad en la Catedral de Santa María.