Me han pedido hablar de cómo afrontar la educación de los que no quieren estudiar aparentemente, de los que no quieren hacer nada, de los que se niegan, de los que pasan.
Nos avalan más de veinticinco años consiguiendo que aprueben los que en otros sitios ni se acercaban. Quiero pensar que no se lo regalamos.
Construimos con ellos una educación y una adquisición de conocimientos casi a la carta dentro de cada materia. La idea es que cada minuto sepan para qué estudian. Que les sirva para ya, para esa misma tarde, no todos se pueden motivar con el futuro, cuando no han podido a veces construir un pasado admisible.
Las ciencias sirven para comer mejor, para disminuir el riesgo de las drogas, para construir, para curar, para la tecnología? Las letras, para ligar, para querer mejor, para comunicarse, para emocionarse con canciones, para aprender idiomas.
Estando en un pueblo bereber vemos como hay que saber de todo para vivir mejor. El aprendizaje servicio nos lleva a hacer jardines, a atender un hospital de fauna salvaje, a apagar incendios, a gestionar un dispensario médico, a montar riegos, agua corriente desde un pozo, una instalación eléctrica, soldar una puerta o una canasta, etc.
Vivimos una vida de verdad en la escuela sin paredes, la escuela resuelve y somos corresponsables alumnos y profesores. Es un aprendizaje científico y de la calle, investigamos juntos, no son exámenes, son pruebas, es resolución de conflictos. El profesor se supone que tiene más herramientas para proponer y buscar soluciones, y además le pagan.
Además de todo este aprendizaje práctico, constructivista, sistémico y centrado en soluciones, tenemos el secreto de las emociones, escuela taller, escuela familia, escuela terapia, escuela de igualdad de oportunidades. Sistematizamos con la escuela de circo ciertos descontroles y experiencias de éxito. Simulamos la realidad en nuestra escuela de cine y psicodramatizamos nuestros sueños y pesadillas para poder externalizarlos, abordarlos y redefinirlos.
No sé suspender porque sería como si un médico matara. El mejor médico no puede salvar a todos, pero nunca se vanagloriará de los que se le mueren. Un profesor no puede creerse mejor cuando suspende a más, ni puede echarle la culpa al alumno. Nosotros tampoco llegamos a todos y también perdemos a algunos temporal o definitivamente.
Es una lucha en la que seguimos pidiendo permiso para aportar ilusión, para buscar lo positivo que cada alumno lleva dentro, para ayudar a empoderarlos, a fabricar resiliencia con ellos, conocer la realidad y posicionarse positiva y críticamente. Nunca se puede dar a nadie por perdido, aunque nosotros no encontremos el camino para acompañarlos, ese camino existe.
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