A mis padres
Estimado lector, la columna que tiene a la pantalla de su dispositivo informático no resulta similar a las cien columnas anteriores, aunque quizá coincida en algunos aspectos con la primera. Como en aquel escrito del 22 de abril de 2016, ahora pondré el énfasis en el sistema de causas y efectos que sostiene mi redacción periodística. Como en aquel artículo, en esta ocasión diré cuál es el sentido de estas letras, aunque no para prolongarlas en subsecuentes publicaciones sabatinas, sino para darles un final noble, en relación con la deferencia que Ud. merece.
En primer lugar, le agradezco la molestia que se tomó en leerme cada semana. Hoy por hoy, en este mundo donde sabemos que todo sucede de prisa, donde pocas veces hay tiempo para detenerse, dar un buen respiro, tomar una buena bocanada de aire, y continuar con el orden del día, resulta un honor que alguien vuelque su atención constante en uno. Sin lugar a dudas, esa lealtad constituye un signo que no se puede no poner de realce aquí. En segundo lugar, le pido una disculpa si los contenidos vertidos en este espacio no siempre tuvieron la calidad esperada. Uno como escritor siempre sabe cuánto se queda en el tintero al momento de firmar un artículo, o ?las más de las veces?, cuánto habría sido conveniente abordar, pero que por falta de experiencia o de pericia ni siquiera se aludió a ello. Por otra parte ?en realidad, lo que debería haber aparecido al inicio?, le expreso mi gratitud a D. Juan Carlos López Pinto, Director de Salamanca RTV al día por la oportunidad que me dio de escribir en su periódico.
Si tuviera que resumir qué fue El nombre propio, el libro y la lectura, diría que fue el deseo de afrontar a un público, como lo llamé en la primera columna, «abstracto», para desarrollar una voz, para consolidar una identidad, o para permitirle el vuelo al pájaro azul rubendariano de mi alma. No obstante, esa búsqueda no tuvo su principio con la elección de un título completamente original. «El nombre propio, el libro y la lectura» recoge en su 'modus' el 'dictum' de la línea de investigación en torno a la historia del libro y de la lectura, del profesor de la Universidad de Salamanca D. Pedro M. Cátedra (resulta una verdad de Perogrullo decir que se tuvo por horizonte ese campo de estudio). Por otra parte, el término «El nombre propio» bebió al mismo tiempo de las aguas del deseo de hablar de lo que la Real Academia Española define como: «Por oposición al común, nombre sin rasgos semánticos inherentes que designa un único ser; p. ej., Javier, Toledo», así como de las del deseo de lo que mencionaba arriba sobre la creación de una identidad o un juicio.
¿Por qué le doy un final a la columna? ¿Como si se hubiera tratado de una misión a la que le dio cumplimiento, o no, ha llegado a un término? ¿Desde un principio existía el objetivo de publicar 101 entradas? ¿Mi escritura deja ver tanta flaqueza de espíritu que resulta mejor apagarla? Algo de esto último hay de cierto. Cuando uno ofrece su ser bajo el molde que sea, el de la escritura, en este caso, no puede no dejar de reparar en la escasez de recursos con que cuenta, «Ars longa, vita brevis», dijeron los Antiguos. Pero en esto no radica mi decisión. En cuanto al cumplimiento del objetivo de consolidar una voz, tampoco. Si entendemos esa voz como el ser, ¿quién puede distinguir cuándo se ha convertido en una persona madura? ¿Quién puede saber cuándo ha conseguido ser un humano auténtico? ¿Quién puede levantar la mirada a la contemplación de la verdad, libre de la atadura de todo lazo? Esto nadie lo puede saber, creo. En cambio, le pongo punto final a estos escritos porque así como un día le sucede a otro, un mes le sucede a otro y un año le sucede a otro, así como cada persona encuentra su sentido en el movimiento dentro del espacio y del tiempo, para mí ha llegado la hora de ir a otro lugar. Este tipo de cosas uno siempre las sabe.
Soochow University
Campus Tiancizhuang
2018.03.24
Suzhou, China
Juan Ángel Torres Rechy
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