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Mujer  y  madre
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Mujer  y  madre

Actualizado 21/03/2018
Enviado por Maximo de la Peña Bermejo

Entiendo y comprendo algunos de los problemas que afronta la mujer en la sociedad. Tengo toda mi admiración hacia ellas. Mi ser más querido ha sido una mujer. Mi educación emocional se la debo al cariño de mi madre. Solo el amor de una madre es puro y limpio: lo da todo, sin pedir nada.

La alegría de esta última etapa de la vida son mis nietas y nietos. No los tendría sin una mujer. Su futuro es mi preocupación. No sería vida sin las mujeres. No quiero un día de la mujer; quiero la vida entera a su lado. Parece que los hombres miramos desde fuera a las mujeres. Pero vivimos con ellas, las amamos, toleramos y utilizamos. Creemos conocerlas, pero en realidad no sabemos nada. Hasta que un día se revelan y entonces nos enteramos.

En España vivimos cerca de 47 millones de personas y todos somos iguales ante la ley. Y lo somos porque tenemos una dignidad que nadie nos puede quitar, porque venimos de fábrica con ella. Además de la dignidad hay otra característica que nos convierte en iguales: todos somos hijas o hijos. Esto significa que la maternidad como origen, nos convierte en iguales. Pero ser iguales no significa ser idénticos. Y es obvio que la edad es una de ellas, no es igual un niño que un adulto, sus necesidades son diferentes y también deben serlo sus derechos.

En España viven más de 8 millones de menores y sus padres y madres les cuidan, educan, forman y les inculcan valores. Ósea la familia. Padre y Madre. O, Madre y Padre. Esto implica a efectos de atención que necesitan, problemas de conciliación de pareja, que se agudizan en distintos tramos de edad. También existen diferencias entre padres y madres con hijos sanos o enfermos. No hay duda de que hay que apoyar en su trabajo diario a las familias con hijos. Sobre todo los poderes públicos, traer hijos al mundo, supone, entre otras cosas un aumento del capital humano y social, imprescindible para el crecimiento de la sociedad. Un país sin niños no es viable.

Por ello los responsables públicos deberán facilitar a la familia los medios suficientes para que puedan tener hijos. Si no, tanto nuestra sociedad como la economía y el estado de bienestar se irán al garete.

Y ahora vamos a las desigualdades, o mejor, diferencias, a las mujeres que tienen hijos, es decir que son madres. Este grupo es cada vez más reducido ya que la tasa de fecundidad en España se encuentra a la cola de Europa, la edad media a la que las mujeres tienen el primer hijo es superior a los 31 años, el mercado de trabajo tiene una clara influencia en esta decisión. Y cada vez en más casos renuncian a tener hijos. Las mujeres han logrado incorporarse al mercado de trabajo, pero muchas han tenido que renunciar a la maternidad porque ese trabajo que tanto les ha costado alcanzar no es compatible con ser madre. Han conseguido otra conquista, el control de los ciclos reproductivos, que permite a la mujer programar su maternidad. Y aquí, más que en la igualdad viene el gran problema, en una sociedad competitiva y globalizada, donde las empresas están obligadas a ser rentables. Un piloto civil o una recepcionista de hotel, por ejemplo, desde el momento en que se queda embarazada hasta que se incorpora, tarda un año. Este costo no lo puede soportar la empresa, por eso nunca contrataría a una mujer. Y por otro lado, el miedo a la discriminación y al despido. Esa es la gran discriminación, que obliga a muchas mujeres a desarrollar su profesión.

¿Qué sociedad estamos construyendo entre todos? Unos porque toman decisiones sin tener en cuenta sus consecuencias, otros porque no ayudan a modificar esta realidad y otros muchos porque callan y aceptan, sin decir nada. Muchas mujeres que luchan contra la desigualdad que le supone ser mujer, deben comenzar una nueva batalla cuando se plantean ser madres o deciden serlo. Quizá luchan para ser iguales, ¿o más bien idénticas? Que los hombres en el mercado de trabajo. Pero ya son diferentes en lo personal, es decir, ser madres. Es necesario que la maternidad se vea como una diferencia positiva, lo que significaría la desaparición de la desigualdad.

Si queremos construir una sociedad de igualdad y bienestar no podremos hacerlo nunca al margen de la familia, "madre-padre e hijos". Lo peor que le ha ocurrido a la mujer, es que el feminismo haya dejado de ser un movimiento natural de justicia social para convertirse en bandera partidista. Entre ruido y pancarta han metido la cuchara partidos políticos y sindicatos para recoger votos de la desigualdad entre sexos. Qué triste juego de falsedades hipócritas, en el que todos se ponen en el papel de ellas. Demasiado cinismo para ser autentico, si repasamos los cuadros de los sindicatos que lucen el lazo violeta en la solapa, nos encontramos: UGT (hombre) CC.OO (hombre) CIG (hombre) CSIF (hombre) CNT (hombre). Vamos que todos los sindicatos los dirigen hombres. No cabe mayor hipocresía. ¡Hombre! Qué vergüenza que los sindicatos llamen a la huelga general feminista, donde en sus organizaciones no tienen apenas mujeres. El hombre lobo a cuidar las ovejas.

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