Entre los gratos frutos cosechados durante mi reciente visita a la ciudad nicaragüense de Granada, invitado para participar en su XIV Festival Internacional, se encuentra la amistad con Carlos Bonilla Avendaño (Heredia, Costa Rica,1954). Hermano y poeta, también abogado: entrañables similitudes con este escriba. Hablamos como si nos conociéramos desde el Principio del Verbo. Unos momentos perdurables, de esos que parecieran (¿o es que lo son?) eternos. Y al Hotel Granada, donde me hospedaba, vino con dos ofrendas que voy sorbiendo de a pocos: sus poemarios 'Puerta de los ciegos' (2000) y 'Tren sin retorno' (2001). Antes había publicado 'Alguien grita mi nombre y yo me escondo' (1996).
Del primero espigo estos cuatro textos apetecibles.
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