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Alencart e Isolda Hurtado suman sus voces en favor de la mujer
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DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER

Alencart e Isolda Hurtado suman sus voces en favor de la mujer

Actualizado 07/03/2018

En la víspera de esta celebración reivindicatoria, el peruano-salmantino y la nicaragüense, dejan su testimonio en verso

Los dos son poetas de reconocida trayectoria. Alfredo Pérez Alencart e Isolda Hurtado se conocieron personalmente hace pocas semanas, durante el XIV Encuentro Internacional de Poesía celebrado en Granada (Nicaragua). Pero su amistad viene de algunos años atrás, mantenida a través de correos electrónicos e intercambio de publicaciones. Una prueba de ello es la antología 'No Resignación. Poetas del mundo por la no violencia contra la mujer', coordinada por Alencart y por encargo del Ayuntamiento de Salamanca.

La misma fue editada en octubre de 2016. En la misma, entre los más de cien poetas de los cinco continentes, está el poema 'Los mercaderes del templo', de Hurtado, poeta, socióloga y traductora nacida en Granada, Nicaragua, en 1956). Es graduada por la Universidad de Loyola, en Nueva Orleans, y fundadora de la Asociación Nicaragüense de Escritoras (ANIDE). En dicha antología también aparecen los textos 'No Resignación' y 'No calles nunca', de Alencart, profesor de la Universidad de Salamanca y colaborador de SALAMANCArtv AL DÍA.

En Granada Isolda Hurtado recibió el libro de manos de Alencart, libro que ya había recibido en formato PDF. Aquí reproducimos sus poemas para nuestros lectores.

NO RESIGNACIÓN

Es el mismo reloj que cambia su arena,

mientras se habla y se habla?

Olvidemos la historia: No resignación.

(Alfredo Pérez Alencart)

LOS MERCADERES DEL TEMPLO

Te mutilaron los mercaderes del templo

Entre sus burlas

rasgaron tu último grito

hasta inmortalizar tu sonrisa de muñeca

como se clava una espina

en la carne

y sangra.

(Isolda Hurtado)

NO CALLES NUNCA

La púa de las sañas al vaivén del infame

que dispara en plena frente: nunca calles

el mucho tiempo soportado sin sonrisas

por remar entre lágrimas de negro hervor,

víscera y hueso diluidos por quien ordena

con el tronido de sus dedos desgarrándote

hasta la córnea: nunca calles cada alegría

que te apetezca, cual huella de sueño libre

siempre en oasis para la caricia iluminada.

Me duele que maltraten tu cuerpo mudo:

golpes sin ruido para salpicar anonimatos

bajo el tajo fúnebre o arrojada al abismo

hasta desfallecer: nunca calles crueldad

alguna de aquel que te donó de su costilla

y ahora come tu voz o amartilla o tritura

voluntades: nunca calles ni enmascares

el canceroso trato aunque tu nido sea azul.

No hay bestias inocentes; no hay cicatriz

sin cuchillos filosos; no hay colmada paz

sin forcejeos: nunca calles las agresiones.

¡Solo tu clamor expulsará lo más abyecto!

(Alfredo Pérez Alencart)

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