Eva Guerrero, profesora de Literatura Hispanoamericana de la Usal, y editora de la antología ofrecida por el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, traza una semblanza en torno a la nicaragüense
Hice anoche
un viaje contigo
un viaje largo
no importa
si fue en sueños
y en un umbral ignoto
me encontré.
Amor sin fin (2016)
Claribel Alegría (Estelí, Nicaragua, 1924-Managua-2018), nos legó una de las obras más sólidas de la poesía centroamericana. Maestra de generaciones y poetas, y llena de una vitalidad de la que gozó hasta el final de sus días, murió como quería y, dicen sus hijos, "con una sonrisa pícara en los labios".
Muere la poeta del amor (sin fin), de la esperanza, del dolor lacerante por Centroamérica; pero siempre por encima de todo, muere una de las principales voces de la fuerza que hace frente al desamparo. Nos deja una palabra valiente y una trayectoria sólida que recorre toda la primera mitad del siglo XX. Su obra, tras los registros más variados, ha mantenido claves que se han renovado a lo largo de siete décadas y una treintena de libros en todos los géneros literarios. Su forma de encarar la vida en la poesía pasa siempre por la esperanza, el amor y, a veces, el desgarro.
A lo largo de siete décadas, desde 1948 con Anillo de silencio y la férrea disciplina de Juan Ramón Jiménez, Alegría ha publicado libros de poesía tanto en español como en versión bilingüe. Sus títulos son bien conocidos: Vigilias (1953); Acuario (1955); Huésped de mi tiempo (1961); Vía Única (1965); Pagaré a cobrar y otros poemas (1973); Raíces (1973-1975); Sobrevivo (1978); Luisa en el país de la realidad/ Luisa in realityland (1987); Y este Poema-Río (1989); Variaciones en clave de mí (1993); Umbrales ((1996); Saudade (1999); Soltando amarras (2005); Mitos y Delitos (2008); Otredad (2011); Voces (2014).
Su trayectoria nos regaló también el grandioso poemario Amor sin fin (2016), cuyas palabras preceden a estas páginas. Sin duda su libro más pleno, porque es un difícil viaje en busca del amor (de su amor ?Bud-) pero también un periplo por los senderos más recónditos de su poesía. Es un libro que sólo puede aprehenderse tras penetrar la tupida selva de su poesía anterior; un viaje que transita por "Umbrales", "El abismo", "Las palabras", "Estrella indómita", "La mandala", "Pegaso" y, en aquel momento preciso, "El retorno".
La vida de Claribel Alegría fue un permanente peregrinaje, desde su nacimiento en Nicaragua, luego El Salvador hasta los 18 años, más tarde Estados Unidos, donde la esperaba el amor y la poesía; México, Chile, Uruguay, París, Mallorca, y por último, y para siempre, Nicaragua. Su verbo ajustado, sereno en ocasiones, certero y afilado en otras, nos conduce por un abismo que golpea a veces con una difícil hondura ontológica. Claribel Alegría en ese peregrinar que fue su vida, estuvo unida a los principales nombres de la cultura latinoamericana y centroamericana que por uno u otro motivo frecuentan una casa llena de cultura; con muchos de ellos compartirá su trayecto vital y escritural. Salarrué, José Coronel Urtecho, Sergio Ramírez, Juan Rulfo, Julio Cortázar, Mario Benedetti, José Vasconcelos, Augusto Monterroso, Juan Ramón Jiménez..., irán apareciendo a lo largo de su trayectoria.
De ahí que tras haberla conocido se pueden comprender mejor las palabras de José Coronel Urtecho: "Sólo gente que tenga, como sospecho que las tiene Claribel Alegría, condiciones mentales angélicas, puede moverse o mejor dicho, sobrevolar con igual ligereza y lucidez sobre la ciencia y el misterio, la experiencia y la magia, la realidad y el sueño, la prosa y la poesía".
Claribel vivió intensamente, en un estrecho vínculo con la poesía, buscándose en los espejos, sintiendo la comunión con lo que le rodea; rebelándose contra el golpe funesto de la muerte de sus seres queridos; de ahí que otro de sus temas fundamentales sean los umbrales: "Un paso más/ dos o tres quizá/ un mirar hacia atrás/ el vértigo/ el abismo/ y cruzar el umbral/ que me lleve hacia ti. ("Último umbral"), nos diría en su libro Saudade, ese que supuso el desgarro frente a la muerte de Bud. Y gracias a la poesía vivió "su desamparo" pues aún en los libros más amargos, aquellos que sucedieron a la muerte de su amado Bud como Saudade o Soltando amarras, el amor a la vida siempre sale airoso frente a las enormes dificultades cotidianas.
Nos queda su risa, su mirada de asombro permanente; su recomposición de tantos dolores y tantas muertes hasta aceptar la suya: esa "Hermana" a la que le pedía:
No tardes en llegar
hermana muerte
mi vida es una copa
ya colmada
que solo a ti
te pertenece
(Hermana muerte)
Claribel nos legó la fuerza, la resistencia a través del amor, la esperanza que renace a pesar de que ("Hoy es/[sea] noche de sombras/ de recuerdos-espada" y "la soledad me [nos] tumbe] [?] La soledad retumba/ Quiere estallar de rabia/ el corazón/ pero le brotan alas" (Saudade). Las "alas" con las que siempre permaneceremos unidos a Claribel Alegría, a su vitalidad y a su fuerza.
Ahora sobreviviremos "alegrovosamente", siempre con el aliento de su poesía y su humor, quienes tuvimos la fortuna de conocer su risa y su fortaleza. Termino estas líneas con las palabras de Claribel Alegría volviendo a un fragmento de Amor sin fin:
No digas nada
deja libre al corazón
que viaje
y viaje
que le pida a la muerte
que está viva
ese beso final
que tanto ansía.
Eva Guerrero Guerrero