Tardó tiempo en comprender que, como muchas otras personas, tenía la capacidad de estar en la luna. No se trataba de un viaje; de repente estaba en la luna, sin trayectos, sin recorrido. Sin embargo, al mismo tiempo estaba aquí, los pies estáticos en la tierra, la mirada perdida.
Tardó tiempo en comprender que las personas que estaban en la luna no estaban tristes ni enfadadas ni enfermas; simplemente estaban lejos, aunque estuvieran tan cerca.
Tardó tiempo en comprender que estar en la luna no era necesariamente malo, ni raro, ni vergonzoso.
Estar en la luna significaba estar en la luna, imantar las mareas con la voz. Cuando lo comprendió, tenía la noche bajo la piel, los párpados ardientes como el corazón de una manzana de nieve.
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