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Los reyes del mercado
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Los reyes del mercado

Actualizado 15/01/2018

Los reyes del mercado y el consumo poco tienen de magos

La de los Reyes Magos es una historia llena de ilusiones y alegrías de la infancia y las familias.

El cristianismo cambió el significado de las fiestas paganas (especialmente la del nacimiento del "sol", convirtiéndola en la del nacimiento de "Jesús"); y lo hizo con éxito durante siglos, pero me temo que esta sociedad de mercado ha transformado estas fechas en fiestas del consumo. La paga extraordinaria de Navidad, aunque no llega a todos, las comidas suculentas y los excesos son ahora parte del espíritu navideño junto con la obligación social de reuniones familiares, con resultados muy diversos, según sean las relaciones.

El final de estas fiestas se la dedicamos a la infancia; y para ello hemos elegido a los reyes como los personajes que pueden llenar de ilusiones y regalos a nuestros hijos y nietos. Es seguro que los pastores hubieran dado menos juego, aunque los comerciantes habrían sido capaces de todo.

Este episodio de los evangelios siempre me ha parecido fuera de lugar, como si perteneciera a evangelios apócrifos, y, de hecho, los eclesiásticos tienen que retorcer los simbolismos para celebrar esta fiesta. A mi parece menos verosímil este episodio que la resurrección de Lázaro o la conversión del agua en vino. Ha habido a lo largo de la historia muchos reyes que se han arrodillado ante las autoridades de la Iglesia, asociándose ambos poderes, pero es poco probable que el niño nacido en Belén contara con estos favores y regalos de los reyes de su tiempo. Resulta bastante raro y poco evangélico, aunque no me corresponde a mí encontrarle explicación.

Lo cierto es que sea cual sea lo que realmente sucedió, es una fiesta magistralmente organizada. Las ilusiones de los hijos y nietos, ya hermosamente propias de la naturaleza infantil, recreadas con miles de ofertas, no pueden ser defraudadas por los reyes, omnipotentes y poderosos, ricos y mágicos, magos capaces de satisfacer todos los deseos.

Los padres y abuelos más sensatos se ven y se las desean para satisfacer estas ilusiones manteniendo el sentido común y huyendo del consumo ilimitado. Les felicito, porque es triste ver como los niños y niñas abren cajas y bolsas , con frenesí, derramando por el suelo cuanto les llueve del cielo. Son los hijos de la abundancia a los que mágicamente les llega mucho más de lo que necesitan, solo por desearlo o escribir una carta. Sus casas están llenas de montañas de juguetes apilados en algún rincón o guardados en un cesto, mientras a tantos padres les falta tiempo o motivación para jugar con sus hijos. Incluso las familias con dificultades para llegar a final de mes, hacen el esfuerzo para no quedarse cortas, porque a los hijos e hijas no pude faltarle nada que pueda comprarse, aunque sea con apuros.

Todos deberíamos saber que lo que se compra puede faltar; y hasta, a veces, conviene que falte, pero lo que no puede faltar, el tiempo, los cuidados el afecto y la incondicionalidad,, no se pueden comprar. Y no hay reyes magos que puedan, con su poder y su magia, sustituirlo.

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