Estamos de aniversario, nuestra querida Universidad cumple años. Un breve repaso y seguramente recordamos algo que dormía almacenado en la biblioteca de los recuerdos.
Fue a partir de 1254 cuando aparece el título de Universidad, siendo Salamanca la primera en tener el Estudio General de Salamanca, siguiéndola Coímbra (1308), Universidad de Valladolid 1241), Alcalá de Henares (1293), refundada por Cisneros en (1499), Lérida (1300), la Sapienza Roma, 1303, y un largo etc. En medicina gozaba de un gran prestigio la Escuela Médica Salernitana, con raíces árabes, que provenía del siglo IX; y en 1220 empezó a rivalizar con Salamanca la Facultad de Medicina de Montpellier.
Los estudiantes llegaban a las universidades habitualmente con catorce años, tras haber iniciado los estudios más rudimentarios con maestros, que les enseñaban a leer, escribir y un nivel suficiente de lengua latina. Los primeros años de su vida universitaria se dedicaban a los estudios de Artes Liberales, que comprendían el "trívium" y el "Quadrivium". Cuando se consideraban preparados para superar los exámenes correspondientes (consistentes en la lectio -lectura y repetición memorística comentada- de un texto y su disputatio respondiendo a preguntas que procuraban averiguar si el aspirante lo había comprendido), alcanzaban el título de Bachiller, lo que solía ocurrir en un plazo aproximado de seis años. Era muy habitual abandonar los estudios sin obtener ningún título, y sólo una minoría continuaba con el estudio de las Artes a un Nivel Superior o con carreras más especializadas: Medicina, Derecho o Teología. Muchas veces los estudiantes graduados en Derecho con influencia y economía saneada, podían llegar a ejercer cargos gubernamentales.
Obtener en cualquiera de las especialidades el título de magister (maestro) permitía dedicarse a la enseñanza universitaria (ius o licentia ubique docendi). Este título requería la aprobación por el gremio de Maestros.
El título de doctor exigía estudios aún más prolongados, y era habitual que los que se presentaban a tal examen llevaran varias décadas de vida universitaria (el de Artes), era el más breve, se solía obtener en cuatro o seis años, el de Medicina en diez, el de Derecho en doce o trece, y el de Teología en quince. El examen de doctorado, tenía la misma estructura que los de otros grados, consistía en la defensa ante un tribunal de doctores, de una tesis, cuya originalidad no era el valor prioritario. Pero si eran las costosas fiestas y regalos que suponía el doctorado. El nuevo Doctor estaba obligado a una gran cantidad de eventos festeros (que en otra colaboración he citado), para familias no pudientes significaba una barrera que dificultaba el acceso al grado superior de la vida universitaria.
Vamos a trasladarnos a una de las Aulas ¿Cómo serían las clases?.Escuchemos, oigamos que nos grita el silencio.
Las lecciones universitarias consistían en la lectura más o menos lenta o rápida, literal o glosada con comentarios, de un texto (habitualmente de un clásico más o menos adaptado para su comprensión didáctica) por el profesor (cuya cátedra o silla se convirtió en un sitial elevado sobre un estrado cada vez más prominente, hasta cubrirse de palio y otros adornos a finales de la Edad Media) mientras los alumnos que lo consideraban oportuno tomaban apuntes (llamados relaciones). Era corriente la venta de copias manuscritas, resultaban baratas, en letra minúscula (en pliegos de cuatro folios de piel de carnero, llamados pecias); siendo muy poco corriente antes de la extensión de la imprenta, el uso de verdaderos libros, resultaban escasos y costosos, los ejemplares escritos con muy buena letra e ilustrados eran custodiados en las bibliotecas (donde eran vigilados por los bibliotecarios o estacionarios) o conservados como verdaderos tesoros por familias de gran poder adquisitivo. Las cartas de los estudiantes de la época dan fe de las dificultades monetarias que se presentaban frente a la compra de libros. No dejen de leerlas si les resulta posible.
Como observamos por estas "datas" Salamanca fue pionera, ojalá siga siendo, deseo fervientemente que llegue a gozar del prestigio que en un lejano tiempo regaló saber y alumbró con alegría plazas y calles de la ciudad charra.
Felicidad querida Universidad, tú que nunca envejeces, tú que alumbras más que el sol, tú que nunca has quedado muda de palabras aunque alguna vez molestaran al poder, pero ni así... se mordieron los labios.
Isaura Díaz de Figueiredo
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