Las diferencias fisiológicas aludidas en el texto anterior, siendo indudables, se reducen funcionalmente a tres aspectos: (a) las mujeres son la únicas que pueden quedar embarazadas, parir y amamantar, (b) las mujeres tienen un ciclo, regulado por el cerebro y las hormonas que condiciona cuando pueden quedar embarazadas desde la primera menstruación hasta la última y (c) la anatomía genital externa y las mamas (así como la distribución del bello, grasa y voz) con diferencias bien conocidas. Éstas conllevan diferencias de función en el coito y en la figura corporal.
Por lo demás, la respuesta sexual humana (Deseo, estimulación y Orgasmo) es muy similar, con diferencias que, en no pocos casos, son tan grandes entre las propias mujeres o entre los hombres como entre hombres y mujeres. Por ejemplo, la supuesta mayor lentitud de las mujeres en la respuesta sexual es también muy variable entre ellas, pudiendo ser, no en pocas, muy rápida.
Por todo ello, podemos decir que muchas de las diferencias atribuidas no son reales o tienen una explicación más cultural que fisiológica. Citemos algunos ejemplos:
Fisiológicamente no hay ninguna razón para que haya una doble moral sexual, más liberal para los hombres y más represiva para las mujeres. Estas diferencias pudieron tener algún sentido cuando los seres humanos solo sabían evitar la fecundación con la abstinencia (puesto que las mujeres eran las que se veían más afectadas por las consecuencias, si había un embarazo no deseado), pero no tienen ningún sentido en la actualidad. Lo mismo habría que decir del valor de la virginidad asignado a las mujeres y convertido en un instrumento de represión sexual cuya función era además asegurar la propiedad sexual de la mujer por parte del hombre y la seguridad de que los hijos lo eran también del padre.
El deseo sexual no es solo propio de los hombres, salvo que la definamos de forma masculina, sin tener en cuenta otros aspectos que comentaremos en nuevos textos. La traducción hecha entre los católicos del noveno mandamiento de la ley de Dios deja bien a las claras el sexismo religioso: No desearás a la mujer del prójimo. Con ello negaban el deseo sexual y amoroso de la mujer hasta el punto de no ocuparse de él: no reconocerlo era la forma más radical de negarlo. Otras religiones fueron aun más radicales, mutilando a todas las niñas, cortando el clítoris, órgano sexual bien significativo, y ocultando el cuerpo de la mujer (con el "burka") porque ellas que solo son objeto del deseo sexual de los hombres.
La masturbación de la mujer siempre ha sido más perseguida, con la mutilación o con la moral sexual, por lo que ha sido una conducta menos frecuente y más culpabilizada en las niñas.
Pues bien, ninguna diferencia fisiológica justifica esta negación y persecución de la sexualidad de la mujer, especialmente a partir de conocer bien los procesos de fecundación y de control de la natalidad. La mujer no es un objeto sexual, sino un sujeto, una persona dueña de su sexualidad, que puede y debe tomar decisiones sobre su biografía sexual y amorosa.
Por tanto, nuestra fisiología sexual es tan similar que no justifica la doble moral sexual y ningún tipo de discriminación del la mujeres que se base en esas diferencias. La sexualidad está en el "reino de la libertad" y hombres y mujeres pueden y deben tomar decisiones, ¡ójala! lo hagan desde una ética del placer y el bienestar propio y de ambos.
Félix López
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