En 1920 la ciudad tiene 24.141 habitantes, que se transformarán en 43.953 en 1930 y 57.421 en 1935
Al comenzar el siglo XX, Salamanca arrastra las inercias decimonónicas que tienden a actuar sobre una ciudad, aplicado las ideas de otros, las maneras usadas en la corte o en ciudades más desarrolladas, con el dinero de los empresarios locales y una efectividad de proporciones insignificantes.
Salamanca es entonces una ciudad pequeña, con una actividad económica basada en el sector primario y la derivada de los servicios administrativos de su capacidad, así como los universitarios y los de carácter asistencial. En 1920 la ciudad tiene 24.141 habitantes, que se transformarán en 43.953 en 1930 y 57.421 en 1935.
Los problemas de salubridad e higiene en esta década se reflejan en los conductos de aguas residuales a cielo abierto que había en algunas zonas de la ciudad.
Ya en 1900 se sufrían los vestigios de un pasado decimonónico, fiel reflejo social y político de una España desarbolada, que se sustentaba a duras penas.
Los problemas y malnutrición, los elevados índices de mortalidad infantil, las epidemias y la carencia absoluta de la capacidad en los concejos para efectuar planificaciones urbanas que mejoren la realidad, no son ajenos a una ciudad de modesta condición como la capital charra.
La construcción del deposito de aguas en 1917, y la actividad del primer Plan de Pavimentación en 1923 indican claramente que de forma paulatina la modernidad también se ve reflejada en las mejoras, aunque no son generales ni afectan a toda la ciudad.
También se realizaron obras de saneamiento con el fin de recoger en colectores las aguas procedentes del Este y del Oeste; y al Regato del Anís se le daba un trazado más recto. El abastecimiento de agua del río a la ciudad mejoró de manera palpable.
Fotografías: Salamanca en el siglo XX.
Textos: El perfil de Salamanca.