Galicia, el vergel de España, siempre húmeda, siempre fresca, siempre lozana, de repente, en cuanto el sol decide hacerle una visita, se convierte en un infierno y las llamas devoran campos, árboles, casas, animales y hasta personas, que es lo más lamentable de todo.
Hasta ahora, las autoridades, justificaban los incendios con argumentos que nadie creía: ningún incendio fortuito, todos intencionados, obra de pirómanos que pondrían a buen recaudo en un santiamén y se acabó el problema. Pero el problema, lejos de acabar, se repite, y cada vez con efectos más devastadores, algo que no puede conseguir un pirómano por muy pirómano que sea, ni un descuido, ni una imprudencia, por lo que detener al primer sospechoso, aunque algo tenga que ver en ello, no sirve de nada.
Parece que la última tragedia ha servido para que reaccionen porque al menos han empezado a cambiar el discurso. Por fin hablan de la posible existencia de bandas organizadas y hasta reconocen que a lo mejor estamos ante una nueva forma de terrorismo, que es lo que se temían los ciudadanos en general y las víctimas en particular, porque incendios provocados con tanta precisión, cuidando al detalle que lo arrasen todo y cuanto más mejor, ni siquiera pueden ser obra de la casualidad. Pero de momento solo prometen tomar las medidas de siempre: detener al pirómano que pillen, aprobar ayudas económicas para los afectados que seguramente cobrarán tarde, mal y nunca, si es que las cobran, y que de ninguna forma conseguirán devolverles lo que han perdido.
Esperemos que la llegada del invierno no les haga olvidar el problema, y el tiempo que invierten en despertar en los ciudadanos el amor al campo y el respeto que deben tenerle, lo inviertan en buscar la forma de salvarlos de tanta peligrosa maleza, que no todo lo que crece en ellos es bueno, y ya no tienen ni animales que los salven, en plantar árboles más resistentes al fuego, que según los que se dejaron la vida en ellos, no todos arden con la misma facilidad, en crear un cuerpo de guardabosques que los cuiden, que tan necesaria es la vigilancia urbana, como la vigilancia forestal, y sobre todo en impedir que los terrenos quemados jamás puedan ser utilizados con fines urbanísticos o comerciales, porque en lo que a alguien le sean rentables, se haga lo que se haga, en cuanto llegue el verano, Galicia volverá a llamarse infierno, y Asturias, y Cantabria, y Castilla y León, y Andalucía, y Extremadura? y hasta Cataluña por mucho que se empeñe en huir de España.
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