Cuantos luceros, codicias y
enfrentamientos,
habrán crecido en la
oscuridad de la noche.
¿Y los legisladores? Pregunta
la joven niña.
¡Legislando hija mía!
¡legislando!
y escuchando el llanto del
viejo roble,
aquel que cuando tú eras
niña,
y mirabas a la luna,
que jugaba entre algodones
con las nubes,
las verdes hojas, ante el
fugaz viento,
pregonaban:
¡cuidado!
¡cuidado!...
¡son hijos de malas cunas!
Miraron hacia otro lado,
¡Es viejo roble chochea!
y entre pactos siguieron,
manteniendo malas crías.
Rezo al lucero que nace,
luego anudo a la cabeza,
mi pañuelo de flores,
¡que no será jamás negro!, ¡no!
Con el corazón quebrado saludo a mi amigo el roble
¿Te acuerdas? Susurra?
viejas guerras, rencores,
dolor, odio,
familias divididas?
Y un grito a la desesperada las hojas ocres,
a punto de besar el suelo pronuncian,
¡Hermanos!, ¡hermanos!... tengan cordura
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