"REY ENRIQUE V.- (...) porque el que vierte hoy su sangre conmigo será mi hermano; por muy vil que sea, esta jornada ennoblecerá su condición..." W. SHAKESPEARE, La vida del rey Enrique V, IV, III (1599).
"SÓCRATES.- Lo que tú quieres decir es que es absolutamente imposible hablar falsamente, ¿no es eso? Esta es una tesis defendida muy a menudo, mi querido Cratilo, tanto en otros tiempos como en nuestros días. CRATILO.- En efecto, Sócrates, ¿cómo no decir lo que es, al decir lo que uno dice? ¿Acaso hablar falsamente no consiste en no decir lo que es?" PLATÓN, Cratilo, o de la exactitud de las palabras (385 -A.C.-)
Aunque lo que la discreción, la mesura y el buen juicio (y la higiene mental) aconsejaban, era no enfangarse en el purulento barro verbal (y gestual), que a ambos lados del Ebro ha generado el llamado 'proceso independentista de Cataluña', evadirse de la cantidad de sandeces, desatinos, despropósitos y otras mentecateces que el tema ha propiciado en bocas, boquitas y bocazas, ha sido de todo punto imposible. Y con no menos estupor que vergüenza (propia y ajena), uno ha tenido que asistir a una verdadera explosión catártica de expresiones apocalípticas, titulares aterradores, anuncios pavorosos y espeluznantes ultimatos, que han tenido la dudosa virtud de volver a destapar las más cutres esencias patrioteras de los nacionalistas españoles y de los nacionalistas catalanes, estancados todos no solo en el lenguaje de hace un siglo, sino en el pensamiento (es un decir) de los valerosos caudillos que arengaban a sus tropas hace cientos de años en defensa de las esencias del país, de las rayas de los mapas o del armiño de los reyes.
La exageración, el desfase lingüístico, la desmesura, la copiosidad verbal o la verborrea conminatoria que han abundado en la política y en la información periodística (otro decir), respecto al proceso independentista de Cataluña durante las últimas semanas, ha revelado, por si no lo sabíamos, que sí, una escalofriante falta de talla política en los actores del esperpento, así como la repetida constatación de la deriva al más desaseado sensacionalismo de (casi) todos los medios de comunicación españoles. La supuesta seducción mediática, basada ahora en la exageración, ha sido paralela a la también supuesta atracción política, basada ahora en la incompetencia.
Alguien, se supone, habrá coleccionado, para la indudable edición de un libro que no estará muy lejos de titularse 'La semana del abismo' o algo así, la ingente cantidad de majaderías y ejercicios de ineptitud política y mediocridad periodística que ha producido el que, en otro indigerible volatín lingüístico-cinematográfico, ha dado en denominarse 'el desafío'. De un solo editorial de un solo diario de un solo día, después del último acto de la comedia bufa en que han convertido las legítimas aspiraciones de un pueblo, y pasadas ya las hiperalarmas y los titulares a toda plana, ya como asentado el esperpento, el firmante entresaca solo algunas palabras: trampa, golpe, burla, ilegal, irregular, atentado, fórmula enmascarada, violación, desprecio, ninguneo, desobediencia, ilegítimo, desafío, sinuoso, engaño, ambigüedad, secesión, sombríos agravantes, amenaza, extrema gravedad, deslealtad, indisciplina, confusión, ultimátum... (ver editorial de El País del 11 de octubre de 2017). De los titulares en otras jornadas, de los sumarios de informativos de televisión y radio, de las tribunas políticas, del lenguaje de los "expertos", de las consejas de politólogos y socioadivinadores, de las arengas, las amenazas, las advertencias, admoniciones, apercibimientos y temblores varios, quedan otras lecciones: la de la bisoñez política española, la de la inconsistencia institucional, la del gregarismo y el seguidismo y la de la absoluta falta de cultura dialogante de un país cada día más goyesco y cañí, que como respuesta a las banderías... hace ondear sus banderas.
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